Al tiempo que agradezco la presencia virtual de todos ustedes, concédanme a modo de introito agradecer al Archivo General de la Nación, en la persona de su director Roberto Cassá, y a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en la de su rector el presbítero y doctor Alfredo de la Cruz Baldera, la acogida editorial que dieron a mi ensayo relativo a la democracia dominicana.
Sirva esa sola mención para dejar constancia de mi gratitud y reconocimiento por la labor ejemplar que realizan ambas instituciones en tiempos de tantas indecisiones e indefiniciones, también, en la República Dominicana.
A propósito de la obra que como autor presento esta noche, inicio recordando que desde tiempos de Pericles los clásicos enseñaron que, en democracia, todo se justifica por medio de la promoción recíproca de los ciudadanos y de la esfera pública, pues la calidad de las instituciones de derecho se fundamenta y depende de las facultades de sujetos responsables y plenos de voluntad, razón y valores ciudadanos.
Ahora bien, ¿qué decir a propósito de la realidad política dominicana, esa que cierta tradición escrita de finales del siglo XIX y comienzos del XX caricaturiza repleta de bebedores y jugadores, de malnutridos, enfermos y belicosos miembros de un conglomerado social incapaz de ser una nación y menos democrática?
Dejo la respuesta en suspenso y a consideración de cada uno y de todos ustedes. En lo que a mi respecta me limito a afirmar que la democracia dominicana es como la luna, tiene dos caras.
Una cara oculta, en tinieblas, poblada de ciudadanos nobles, esforzados, colmada de empeños, de ideales, de valores y de derechos fomales, pues en medio de la oscuridad todos somos iguales antes las leyes.
Pero también tiene una cara visible. En ese otro lado la desinstitucionalización del país, la inseguridad ciudadana, el empobrecimiento de amplios sectores de la población y la desigualdad de todos y de todas ante el régimen de consecuencias de su sistema de justicia aparecen como lo más inmediato e indignante de todo el que tenga ojos para ver. Acoto que así se ve a consecuencia de algunos prepotentes e iluminados asteroides que hacen entre nosotros las veces de sol político alrededor del cual gira nuestra claraoscura democracia.
De ahí, la razón de ser del ensayo: “La gran apuesta. Crítica de la democracia dominicana”, que esta noche pone en circulación el Archivo General de la Nación.
Sus páginas tratan ni más ni menos que de eso, de una apuesta decidida y consciente por la democracia en nuestro país. Pero no en el sentido de quien arriesga algo para ganar dinero, sino como esfuerzo intelectual para convocar a una o varias personas a lograr un fin común. ¿Qué fin? Contribuir a que exista, en y desde los desafíos y las malquerencias del presente un acuerdo colectivo en aras del bien común y no ya solamente del bienestar particular de algunos privilegiados.
Conviene aclarar dada la acostumbrada práctica política manifiesta en el país que, si bien dicha obra es “crítica” en la usanza filosófica, no por eso ignora o desconoce en términos empíricos que la sociedad dominicana se ha transformado significativamente durante las últimas seis décadas de vida republicana, luego de la noche del 30 de mayo de 1961 y alrededor de su quehacer democrático.
Es por eso que dejó de ser una sociedad rural y devino urbana. Modernizó y pluralizó sus estilos de vida y expectativas culturales. Soprendió a todos con su crecimiento económico, trillado antes de la última pandemia sanitaria de relativa estabilidad macroeconómica, a pesar de que desde 1950 inquieta la espiral de deudas y el consecuente servicio que acarrean tantos compromisos.
Dicha sociedad, transformada en sus patrones de comportamiento y de organización, e imbuida de diversas variantes de la economía capitalista, consume hoy día más de lo que produce. Vive desigualmente. Exhibe abundantes oportunidades inequitativas y una sesgada distribución desigual de los beneficios.
La indiferencia ante lo bueno y lo malo que presenciamos nos curte de escepticismo. Su indiscutible pero excluyente movilidad social, así como el mal uso de los recursos públicos, además del empobrecimiento de toda una población llena de sobradas expectativas, es voz populi.
En ese contexto la democracia dominicana -de carácter electoral y presidencialista- sigue en pie entre tumbos y altibajos. Y si bien madura en medio de una sociedad en la que sus miembros tienen que creer lo que sospechan, -dada la ausencia de transparencia y de pruebas objetivamente verificadas-, al día de hoy todavía carece, tanto del respaldo de “la voluntad general” (Rousseau) que teóricamente es la que aúna a la población en una sola comunidad, como del “plebiscito cotidiano” (Ernst Renán) que la vigoriza por encima del “espíritu partidista” que ha sido definido como “el peor enemigo del sistema de voto” (George Washington).
Pero por supuesto, no por eso dejamos de avanzar y tampoco de exigir.
Escudados hoy en la indignación, en el cambio, en lo bueno que no se cambia, en el camino seguro o en otras tantas y mejores razones, la apuesta por la democracia dominicana es grande y por tanto justifico la esperanza en ella a raíz de las conclusiones que se siguen de las cuatro tesis analizadas críticamente en la obra de referencia:
1ª Tesis. Hay esperanza a propósito de la concepción de la democracia dominicana:
La democracia dominicana no deja de pretender ser lo que aún no es, -claro está si se entiende por “democracia” el régimen político en el que el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría de los ciudadanos, siendo todos estos iguales entre sí de conformidad con las leyes.
2ª Tesis. También hay esperanzas no obstante sus falencias institucionales y la corrupción de la cosa pública:
La democracia dominicana cuenta con buenos diagnósticos relativos a qué padece -no solo individualismo egoísta (“dónde está lo mío”) y una aguda deficiencia de formación familiar, de moral social y de ética ciudadana, todo lo cual queda al descubierto en tanta búsqueda de fortuna individual e indiferencia ante el destino patrio (“vendan la patria y a mí que me den lo mío”)- razón por la que solo falta como remedio suficiente de tales males decisión política para corregir lo ya diagnosticado.
3ª Tesis. Más aún, hay esperanza por igual en lo relativo a la cuestión del poder:
La democracia dominicana se ha crecido y se crece a lo largo de su historia cuantas veces se libera de una estructura pseudo-aristocrática que atenta contra su propia razón de ser, manipulando las elecciones populares, impidiendo la superación de un estado de ingravidez del ciudadano y prescindiendo de facto de la división de los poderes estatales.
4ª Tesis. Y en conclusión, tanta esperanza depende de la calidad ciudadana:
Si bien la democracia dominicana se confunde con la ineptocracia, -pues nos llega de la mano de ineptos que se oscilan entre el autoritarismo idolátrico y demagógico del gobernante de turno y la representación ideal de quienes lo adversan-, no obstante, hay sobradas razones de certidumbre cuantas veces los ciudadanos rompen con lo que los griegos calificaron como el estado de idiotez ciudadana y entonces asumen sus derechos y responsabilidades para superar su incierta condición democrática.
La luz que arroja el desarrollo de esas cuatro tesis avala la apuesta por la democracia dominicana. Y lo hace en la medida en que nos concita a iluminar el lado oscuro de nuestra realidad, enriquecido por la buena voluntad de grandes mayorías de ciudadanos empeñados para por fin alcanzar un porvenir más promisorio.
Eso así porque la realidad democrática del pueblo dominicano la construyen primordialmente ciudadanos que se levantan cada amanecer sobre el pedestal de su respectiva conciencia, razonabilidad, voluntad de bien y esfuerzo de superación. Dando más que pidiendo y recibiendo. Consintiendo un orden público, mientras sudan edificando una cultura e institucionalidad progresivamente más democrática, eficaz y de holgada calidad para ellos, para sus hijos para su país.
En conclusión, reconocido lo que antecede, e incluso a pesar de tantas manchas que tiene el sol que nos acalora todos los días, la gran apuesta crítica a favor de la democracia del pueblo dominicano será fácil de ganar porque el futuro de la patria está asegurado gracias a los muchos y nuevos nombres de dominicanas y de dominicanos que así lo avalan.