Un tema de conversación habitual, en el área de la gestión del riesgo de desastres, es el referente al papel que debería jugar la educación superior en este campo.  República Dominicana no cuentan con programas de educación superior para la gestión del riesgo de desastres.

En el país se empezaron a dar los primeros pasos con la creación de la Dirección General de Gestión del Riesgo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en el 2008.  Esta unidad busca incorporar el tema en los procesos de desarrollo académico e institucional. No obstante, en el país la demanda por esta carrera va en aumento, mientras la oferta sigue estando ausente. Esta atrayente temática solo permea a pocas carreras que se hacen difícil citar.

Las universidades privadas, y la pública, solamente ofertan diplomados en gestión de riesgo de desastres.  Todavía no han dado el salto hacia licenciaturas, especializaciones, maestrías o doctorados. Es una deuda de la educación superior con este sector que cada día demanda profesionales en esta importante área.

Debido al nivel de riesgo de desastres del país, generadores de pérdidas económicas, humanas y de capacidades de producción, las universidades deben preparar y ofrecer contenidos de carreras profesionales a la población que busca ese conocimiento.

Existe la Red Universitaria de las Américas y el Caribe para la Reducción del Riesgo de Desastres (REDULAC), de la cual el país es parte, pero los planes de esa institución se quedan en buenas intenciones hacia dentro de las universidades y no como pensum de estudio de una carrera.

Hay un llamado a conocer mejor el riesgo, a valorar las características de las amenazas, las vulnerabilidades, el entorno donde vivimos y prepararnos prospectivamente. Pero desde el ámbito de la educación en sus distintos niveles: formal, no formal, informal, media, básica y superior estamos en déficit.

La solicitud de conocer mejor el riesgo la hicieron los países que firmaron el acuerdo en la Tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Reducción del Riesgo de Desastres, firmado en la ciudad de Sendai, Japón.  La ciudad donde las naciones participantes establecieron como prioridad comprender el riesgo en todas sus dimensiones: vulnerabilidad, capacidad, grado de exposición de las personas y los bienes.

Y es esa la prioridad número 1: comprender el riesgo de desastres y promover estrategias nacionales para reforzar la educación, la cual promueve incluir la prevención, mitigación, preparación, respuesta, recuperación y rehabilitación de los desastres en la educación académica y no académica, en la educación cívica y en los niveles de la educación y formación profesional. 

El riesgo a desastres de un país como el nuestro, con fallas geológicas importantes, zonas en peligro de inundaciones, eventos que amenazan cada año con impactar a las poblaciones vulnerables, entre otras…, debe ser en los sistemas de estudio superior una agenda de formación.

Las universidades deben contribuir a formar profesionales sobre los riesgos del país y la gestión de los mismos, y estos a su vez, a la población. No es un secreto que vivimos en una realidad con múltiples amenazas y peligros que podrían poner en jaque el desarrollo del país.

Ampliar los contenidos con carreras y especialidades para desarrollar conocimientos y habilidades en esta área contribuirían a que los desastres no impacten social y económicamente a la población. Ver a la educación superior haciendo aportes concretos en las fases de análisis, de reducción, de manejo y de recuperación del riesgo.

Instituciones de educación superior afrontando los retos en el orden de renovación de sus contenidos; de mejores estructuras físicas; consistente en sus programaciones de formación de nuevos profesionales. Comprometidas, participativas y activas en la gestión del riesgo. Docentes y estudiantes aportando investigaciones, servicio basado en sistemas de ayuda a la población. En fin, formando a profesionales para la gestión del riesgo de desastres.