Los tributos son siempre noticias. Se ha dicho que son tan permanentes como la muerte. No se pueden evitar. En el mundo anglosajón o escandinavo los impuestos se pagan como un aporte al bien común, en la cultura latina se observan como un despojo del patrimonio individual para beneficio de los gobernantes.
En cualquier país que se haya discutido suficientemente el tema de los impuestos nunca se ha considerado aislado del tema de la política presupuestaria, que define el nivel de gasto público y la composición o estructura del gasto público y sus formas de financiamiento, incluyendo los tributos, los ingresos no tributarios y el endeudamiento público. Aunque aquí no sabemos si nos endeudamos para cubrir el 4% del PIB para la educación o si cobramos impuestos para el pago del llamado servicio de la deuda como un tipo de gasto público.
Este debe ser el único país del mundo en el que comunistas, liberales, keynesianos, católicos, protestantes y abogados de todas las materias están de acuerdo en que es un éxito social el sólo y único hecho de que los impuestos se recauden. Las bondades de recaudar impuestos y de que uno los pague se anuncia como la adquisición de un producto llenos de bondades, cuando la característica propia de un impuesto es la inexistencia de una contraprestación individualizada. No es remota la posibilidad de que alguien pague un impuesto sin ser beneficiario de los recursos asignados a la educación pública cubierto con el mismo.
Común es la opinión de que tenemos el órgano de la Administración de los impuestos internos más amado del mundo, no hay país que sienta más devoción por pagar impuestos a una entidad que ama y valora por su buen hacer, una conducta atípica en toda la cultura latina. El alemán, Gunter Schmolders, presentó los resultados de un estudio del Instituto de Investigación Financiera de Colonia, que a través del significado de las palabras ponía de relieve la mentalidad fiscal latina. Señalaba Schmolders, que la palabra francesa que designa al recaudador también es sinónimo de usurero, estafador y ladrón o que la expresión imposteur que significa inspector igual significa farsante. Las palabras impot, imposta o impuesto suscita todavía entre los latinos la idea de sumisión
Tal es el éxito en la gestión de los impuestos internos en la República Dominicana, que se pide la eliminación del impuesto sobre la renta de las sociedades y que se establezca una sola tasa del 3% o el 4% sobre los ingresos brutos, para que en la recaudación de ese impuesto haya menos administración, porque el impuesto sobre la renta de las sociedades no se puede gestionar. A pesar de que la eficiencia, no así la eficacia, sea la virtud propia de los que hoy encargan de la aplicación de los tributos internos.
Eso parece extraño, porque cuando no había una Administración de los impuestos internos tan eficiente, como la de hoy, que es una maravilla, quién hace la propuesta de eliminar el impuesto sobre la renta de las sociedades andaba solicitando que las telefónicas no fueran gravadas por el canon, sino por el impuesto sobre la renta a las sociedades, porque la empresa a la cual al parecer hacia gestiones de gratis estaba presentando perdidas que no podía deducir.
El mismo redentor de la telefónica con pérdidas, Igual que ayer, anda con las cifras y estadísticas de la DGII como si tratara de un patrimonio propio con el que puede señalar quienes pagan o no los impuestos. Tales estadísticas son de tal riqueza que tenerlas dan amplias oportunidades de hacerse rico, pero ya él lo es y es el liberal o neoliberal que más ha trabajado y vivido de los recursos de los gobiernos, el plural no es un desliz.
Quizás la probidad en la gestión de los tributos internos en la República Dominicana determina que la resistencia al cobro de los impuestos, común en los latinos, no exista y que tampoco exista resistencia al manejo de la información de los contribuyentes que esta sujetas al deber de reservas, de tal forma que en la DGII fueron sancionados varios empleados porque se atrevieron a buscar los jefes para ver su cumplimiento tributario al inicio de su gestión. Como dicen que fue sancionada con la cancelación una empleada que entregó un documento que quita recargos de forma ilegal y que era secreto y ella lo entregó desconociendo tal advertencia. Lo que no tenía que saber, ni inferir. Como nadie tiene que dejar de escribir cuando no lo dejan vivir.
El éxito de las recaudaciones tributarias internas es tan «extraordinario» que, según los propios datos de la Administración, y los de Hacienda, del impuesto sobre la renta se paga el 40%, que el 50% de este impuesto se evade y el impuesto a las transferencias de bienes industrializados y servicios ITBIS se paga en menos de un 60%, pero la recaudación de los impuestos es un éxito. Un éxito tal que no puede ser replicar en otras tierras. Las recaudaciones internas de 2017, relacionadas con el PIB, no llegaron a los niveles de 2013 y 2014.
Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), somos de Latino América y el Caribe, el tercer país que menos recauda con relación al PIB, únicamente Paraguay y Guatemala recaudan menos recursos tributarios que la República Dominicana. La presión tributaria baja se observa siempre como un asunto sistemático sin culpa de la gestión de los tributos. Sin embargo, se aplica el ITBIS con una de las tasas más altas de América, un 18%, y sin dudas la más alta de Centroamérica y el Caribe, inclusive la tasa reducida, del 16%. Siempre las recaudaciones tienen un techo que no se supera.
Otro tema son las exenciones que se otorgan a través de diferentes leyes, que presentada como gastos tributarios se muestran como un nicho para aumentar las recaudaciones, lo que puede llegar a ser desilusionante. Las recaudaciones de los impuestos internos, considerada como un por ciento de PIB, sólo son comparable positivamente con el peor momento de las recaudaciones de la gestión anterior a la actual, superar metas presupuestarias anunciadas con bombos y platillos no han logrado que se superan las recaudaciones de periodos pasados cuando se miden en su relación con el PIB.
Todo el que ha estudiado el tema de la Administración tributaria, y yo lo he hecho, sabe que cuando la gente se siente feliz por pagar impuestos es porque en realidad no los paga, ya porque ha podido trasladar su carga tributaria a otros o porque su poder económico o político es tal que no se lo cobran. De ahí sale la frase célebre de un director de la DGII: “Los grandes no evaden.”, que tiene como corolario: sólo lo hacen los medianos y los pequeños.