Uno de mis estudiantes de maestría me dijo  ayer: “Profesor Mendoza, como usted se ha pasado la vida enseñando Bioquímica y Genética humana, y dado que en las redes sociales circulan mensajes confusos que afirman que la vacuna contra la COVID-19 es  peligrosa porque puede modificar o alterar nuestro código genético, usted debería publicar un artículo sobre la tecnología usada para el desarrollo de la misma a fin de que la población sepa que es segura y que no es verdad que podría provocar alteraciones a la estructura molecular de nuestros genes”. Entonces en ese sentido, expongo aquí las razones de por qué nadie debe temer a la vacuna que ya empezó a usarse en Estados Unidos y Gran Bretaña.

Los Laboratorios Pfizer y Astra-Zeneca obtuvieron una vacuna anti-Covid usando la misma tecnología. Pero antes de explicar cómo lograron tal cosa, permítanme amables lectores, decirles brevemente cuál es el porqué algunos suponen que la tecnología empleada para la obtención de la vacuna va a causar problemas de salud más graves que el mismo Covid-19, puesto que según los escépticos, el asunto de la pandemia es una farsa para justificar una reducción drástica de la población mundial mediante la administración de una vacuna que se hizo para atacar el modo natural de la reproducción humana a través de una lesión de nuestro código genético.

Muchos vagos, aprovechándose de los disparates elaborados por individuos que no son científicos sino “cienciologos”, han recurrido a las redes sociales para  llenar de pánico a la población haciéndole creer que si se ponen la vacuna es a riesgo de dañar genéticamente a  sus descendientes ya que, según esos vagos, la vacuna atacará el código genético compuesto por la llamada “molécula de la vida”, la cual constituye el material hereditario que pasa de padres a hijos de modo indefinido y que técnicamente llamamos Ácido  desoxirribonucleico (ADN por sus siglas en español).

Los humanos, animales de toda especie, las plantas, los insectos, poseen caracteres heredados de sus progenitores. En la especie humana, esos caracteres heredados van programados en los genes y estos se distribuyen en todas las células del nuevo ser venido al mundo. Esos genes en sí, no son más que grandes moléculas de ácido desoxirribonucleico (ADN). Por ejemplo, 4 genes distintos son responsables del color negro del cabello humano y el 99% de la raza humana tiene el cabello negro, el gen IF4 es el responsable de que a usted le aparezcan canas, y los hombres calvos llevamos en el cromosoma 8 un gen responsable de la calvicie que lo heredamos de nuestras mamás. Los  genetistas de Estados Unidos estiman que el 30% de los niños estadounidenses que son hospitalizados tienen una enfermedad relacionada con la herencia.

Pero además, ese mismo  ADN, es el que da las directrices para que nuestro organismo fabrique todas las proteínas que son necesarias para que  la vida sea posible. Al ADN  se le llama la molécula de la vida porque posee la propiedad de replicarse a sí mismo. Y junto al acido ribonucleico (ARN) dirigen el complicadísimo proceso químico que significa la vida. El ADN y El ARN se conocen como “ácidos nucleicos” por hallarse en el núcleo de las células. El    primero contiene un átomo de fosfato, un azúcar llamado desoxirribosa y unas bases conocidas como adenina, guanina,  citosina y timina; el ARN contiene un átomo de fosfato, un azúcar llamado ribosa y unas bases llamadas adenina, guanina, citosina y uracilo.

Cuando vamos a darle un beso a una mujer cuyo cuerpo y labios nos ponen a babear, un gen le ordena a las células del hígado que liberen glucógeno al torrente sanguíneo para que este se transforme en azúcar, otro gen ordena al páncreas que produzca insulina que regule la cantidad de azúcar que se añadió a la sangre, otro gen da la orden a las células que contienen fósforo para que liberen fósforo que contiene la energía que vamos a necesitar durante el beso, se libera adrenalina que sube la presión, aumenta la producción de saliva  y también de hormona antidiuretica que impide que ante la emoción se nos salgan los “mianito”; así, mientras más largo e intenso es el beso, más fósforo, azúcar, insulina y energía necesitaremos. Primero el ADN manda la orden transcrita en un tipo de ARN llamado mensajero (ARNm; descubierto en 1960) y este mensajero lleva la transcripción al hígado para que sintetice glucógeno o para que convierta el glucógeno en azúcar. Tenemos  tres clases de ARN: el ARN mensajero, el ARN de transferencia o transporte (ARNt) y ARN ribosomal (ARNr). Los dos últimos tipos de ARN constituyen el 98% de todo el acido ribonucleico que tenemos en nuestro organismo. El ARNm es apenas el 1% del total.

El coronavirus tiene una estructura molecular formada de ARN y en su superficie externa lleva 4 proteínas estructurales: la S, la M, la E y la N. La proteína S es la responsable de facilitar que el virus se adhiera al receptor de las células de nuestro aparato respiratorio y la E es la encargada de que tan pronto el virus se multiplica dentro de las células pulmonares, se liberen por miles de millones y se mezclen con las mucosidades de  bronquios y alvéolos  de las vías respiratorias superiores e inferiores de donde salen con la tos y estornudos.

Los científicos de Pfizer y Astra-Zéneca se dieron cuenta que el ARN del coronavirus es muy parecido al ARNm de una célula humana normal. Debido a que la pandemia se extendió tan rápido, que ha paralizado casi totalmente la economía mundial y que la cifra de muertos amenaza con superar los 5 millones, pues en vez de buscar una metodología que se llevara mucho más tiempo para desarrollar una vacuna, recurrieron probar si inoculando un material ARN molecularmente idéntico  al ARN del virus que, ya dije es muy parecido al ARN mensajero humano, a animales de laboratorio, este era capaz de provocar en ellos la formación de anticuerpos que atacaran a dicha molécula. Y ocurrió lo que ellos esperaban, el ARNm sintético inoculado a los animales desencadenó la liberación de anticuerpos. Luego se probó en humanos y el resultado fue idéntico. Sin embargo, aunque esta tecnología para la obtención de  una vacuna tuvo la ventaja de su rapidez, conlleva la desventaja de que requiere para mantenerse activa una temperatura bajísima. Para que la vacuna no pierda actividad necesita una temperatura de menos 60 grados centígrados, lo que significa que el costo de llevarla a cada hospital de Nueva York o de Florida, tiene un precio altísimo porque camiones refrigerados con nitrógeno líquido cuestan todos los cuartos del mundo.

El hecho de que la vacuna esté hecha de un ARN semejante al ARNm de una célula normal, en nada perjudica a nuestro código genético porque al igual que nuestro propio ARNm, el ARN de la vacuna se desintegra en pocos días y no se replica. Pero además, el ARN sintético usado para la vacuna no lleva incorporadas las enzimas ‘replicasas’ que son imprescindibles para la replicación viral. Nuestro organismo, tan prono nos ponen dicha vacuna, cree que llegó un organismo extraño y de inmediato dispone la movilización de nuestro sistema inmunológico para que ataque al intruso que acaba de entrar. La vacuna es necesaria porque nuestro cuerpo tarda un mínimo de 9 días para iniciar una respuesta con anticuerpos tipo inmunoglobulinas M y es ya después de 2 semanas de iniciada la infección del coronavirus cuando aparecen las inmunoglobulinas IGg. Eso es un tiempo demasiado largo para que nuestro cuerpo inicie una respuesta contra el ataque de un virus que aunque tiene una baja tasa de mortalidad, pero que ha tenido una diseminación asombrosa.