Dentro de la praxis funcional y creativa de la literatura dominicana, es difícil encontrar un sujeto-creador y teorético que, a su vez, asuma una discursividad crítica, con el objetivo de darle base de sustentación a la existencia del movimiento literario al que está adscrito, por sus hechos creativos, por contextualidad espacial y temporal.
Acudo a esta introducción argumentativa, para analizar el discurso poético de Lupo Hernández Rueda (1930-2018), lo que implica auscultar, en su práctica, su ejercicio ante el acto de escritura, lo que es lo mismo plantear, su hacer ante la lengua, para, desde la realidad, crear otras realidades. Eso es lo que sucede en una poética plural y minimalista, como la de Lupo, plasmada desde sus inicios, cuando publicó su obra "Como Naciendo Aún"(1953). Veamos:

"¡Oh, tiempo, ven, ocúpame, recórreme por dentro, acógeme en tu océano sucesivo, porque voy por tu herida deshaciéndome, formándome de nuevo, deshaciéndome, hasta que por mí quedes, definitivamente solo!"(Fragmento de "Como Naciendo Aún").

La temporalidad se incorpora junto a la palabra, para, desde allí, el poeta organizar su discurso poético, entrelazando lo místico-metafísico con el lirismo, algo que consustancial a la voz poética de este sujeto-autor:
"Con el dios de mil tallos de sus hebras
formando cien anillos,
formando laberinto que cubre tus orejas
y rodea tu garganta, y cae
sobre tu espalda, suavemente;
y va rodando
múltiple, innumerable"
(Fragmento del poema Pequeño Mundo Mágico").
Es esta una expresión poética testimonial, mancomunada con los temas de la soledad y la muerte. La muerte, no como punto final y de olvido del sujeto, sino como referente al inicio de lo vital, más allá de lo celestial:
"Cuando llegan los muertos
y han llovido sobre ellos muchas lágrimas,
cuando sobre sus rostros, alguna vez hermosos,
se pasea la noche,
y la hierba crece como sus cabellos;
cuando llegan innumerables
y establecen su asiento bajo el pasto viviente,
bajo las catedrales
y los árboles,
sus cuerpos endurecidos crecen
en la inmovilidad,
en el umbral de la memoria
como un beso,
como una moribunda llama.
Sólo la sombra de sus vidas queda
sobre la tierra,
y el deseo
y el sueño de los vivos,
y el Tiempo que ni muere ni padece,
y la sedienta Muerte
como de una cuerda
tirando de nosotros."
     ("Cuando Llegan los Muertos").
Lo ontológico, como planteamiento filosófico, junto a la soledad del Ser, es otro eje temático que forma parte del corpus expresivo de este sujeto-autor integrante de la Generación de Escritores del 48. La soledad como refugio en búsqueda de la mismidad del poeta, como sujeto-creativo que procura su auto refugio en el silencio de su existir:
"Era la soledad,
la soledad sin habla y sin pupila.
De allí fueron las aguas,
de allí tomó la vida su elemento primero.
Lo inicial,
lo oscuro sin medida
asequible a todo lo viviente,
en su estar mudable y numeroso
procuraba una forma
No había lugar al árbol de la llama
ni al odio, ni al amor;
el cielo era sombra libre,
sombra espesa la tierra sin contornos."
(Fragmento del poema "Por el Viraje Brusco y por el Leve").
Aquí el poema se torna en fuente óntica del sujeto-creador. El poema es enunciación existencial del sujeto, a partir de su existencia entre lo  sígno-simbólico que se representa en el discurso. En lo dicho y en lo que se deja de decir, porque todo cuanto el poeta sugiere expresa, significa, asume valor y posición frente a la vida.
En la poética que representa la creatividad de este sujeto-creador, la enunciación va más allá de la evocación de un mensaje, significa, niega, afirma y entra en íntima complicidad con los espíritus de sacrilegios y de santidad que, de manera concomitante, fluyen en estado de "inspiración"(creación) del sujeto-creador.
En este poeta, lo simple adquiere el sentido de la grandilocuencia. Lo simple se constituye en razón poética, para fijar el rasgo de lo existente y vital en el poema, desde la metáfora:
(…)
"Bienaventurados aquellos
que pueden andar serenamente,
porque hay alegrías donde los caminantes
se hunden para siempre.
Hay un hermoso mar,
un claro cielo que justifica este existir
y un deseo precipitado en el oscuro espacio
que le tiene al reino solitario del cuerpo sometido,
y una insistente noche
y una muerte como un árbol,
porque este aire pesa
y esta piel
y estas uñas
y estos dientes
y esta lengua pesa
y este pelo dormidos  largamente,
y este andar,
ay, este andar así, a oscuras."
(Fragmento del poema "Por el Viraje Brusco y por el Leve").
Dentro de la tradicional y esquemática preceptiva literaria, hay una figura poética conocida con el nombre de "polisíndeton" que consiste en la repetición de una o de varias conjunciones, ya sea en el poema o en una estrofa del poema. Pues, hago esta aclaración así de tajante, porque quiero resaltar el dominio que demuestra tener el poeta de esas normativas clásicas, sin dejarse aprisionar de sus reglas, al contrario, el quehacer de este sujeto-creador se impone, desde una irreverencia intencional, donde lo mítico y lo lúdico configuran la existencia de un discurso poético decantado y polifónico.
En los trazos enunciativos del discurso poético de  Lupo Hernández Rueda, se revela el entramado expresivo del poeta que asume su imaginario y su mundo vivencial, para incorporar los laberintos simbólicos de su "poiesis", sin renunciar a la ilocución de alteridades circundantes que se entrecruzan en su discurso poético.