Después de contextualizar la discursividad poético-estética y de sentido de la Generación de Escritores del 48, paso ahora a analizar la poética de los poetas Abel Fernández Mejía, Abelardo Vicioso y Lupo Hernández Rueda. Inicialmente, eran los dos primeros, pero he optado por incluir al recién fenecido poeta  L. Hernández Rueda, a quien le dedican la Feria Internacional del Libro 2018.
-Abel Fernández Mejía (Santo Domingo, D.N. 1931/1998). En el discurso poético de este autor, aflora una enunciación poética cimarrona, crítica, cuestionadora, innovadora y política, a la vez.
Se trata de un poeta que centra su discurso poético en la narración de hechos, haciendo de la metáfora el armazón simbólico de su poetizar. La poética de este autor está signada en lo dialógico, en la conversación , de ahí la naturalidad y la fluidez de su discurso poético, como ocurre en su poema "Diálogo para Cantarse en Cocinas". Veamos:
"La querida del general
Tiene pulseras de oro.
– Qué bellas, mi negra, qué bellas!
La querida del general
usa aretes de brillantes.
-Que lindos, negra, que lindos!
La querida del general
escupe
debajo de una cama de caoba colonial torneada
-Que grande, mi negra, qué grande!
todas las noches un niño muerto.
Igualito al general
pero chiquito,
inocente
y sin uniforme kaki, ni pistolas, ni dinero.
-Ay, cállate, negra cállate
que el general pueden venir a buscarle
con su traje de matar!
La querida del general
tiene enaguas de chiflón.
-Qué blancas, mi negra, qué blancas!
La querida del general
tiene vestidos de seda.
-Qué suaves, negra, qué suaves!
La querida del general
-Qué linda, mi negra, qué linda!
todas las noches
esconde
bajo su cama de colonial caoba centenaria
-Qué rica, mi negra, qué rica!-
un niño triste muerto,
ensangrentado,
como las manos del general.
-Ay,  cállate, mi negra, cállate
que el general
puede venir a buscarte con su traje de matar!" (HERNÁNDEZ RUEDA, L., Pp. 478/79).
Estamos  ante un hecho estético que está fundamentado en la narratividad  poético-dialógica del sujeto-autor. La cotidianidad es asumida desde una visión denunciante y crítica, en procura de la regeneración del Ser. Lo ético queda entrecruzado con lo estético, dejando traslucir la intencionalidad político-ideológica del creador (poeta-narrador), quien, nos revela el sitial de sombras que rodea su mirar, y que, desde la ironía cortante, deplora en su canto, el sujeto-creador.
El poeta conversa con el lector, habla con sí mismo y se deja centellear desde su dialogía, ante un público que escucha su tonalidad directa, sin rebuscamientos expresivos , porque, desde el diálogo-narrativo, el poeta construye su mundo de signos, de imágenes  y simbologías.
Abel Fernández Mejía edificó su discurso poético, a partir de una vivencialidad colectiva y personal, asumida desde el entorno familiar-materno. Los recuerdos, viajes y amores y desamores, hacen junturas con su fuerte tonalidad socio-política, para dejarnos en sus cantos la razón de su actuar, uña veces impetuoso, lineal y desnudo y otras veces influido por la ingenuidad del niño que quiso abrazar y que nunca pudo, sembrando en su conciencia la letanía de aquella añoranza marina, hecha poesía.
Su quehacer poético se centra en la renacer del hombre y su destino. En las piruetas del amor y sus requiebros. En la búsqueda de la libertad del Ser y su entorno existencial. Aquí, discurso y praxis caminan de la mano, para configurar la imagen de un poeta orgánico, auténtico, que vivió tal y como pensó, en la intimidad de su decir y en la desnudez expresiva y franca de su hacer.