El miércoles de esta semana el  gigante Exxon Mobil  anunció sus ganancias en el primer cuatrimestre de este año 2011 por  $10.65 mil millones, un incremento de  69% en comparación con el año pasado. Este substancial aumento se ha debido en gran parte a los precios del petróleo, especialmente  en los márgenes de ganancias de refinación.

La opinión pública se ha hecho sentir con  fuertes críticas, en razón a que   Exxon  recibe un subsidio  en forma de crédito arancelario  de cuatro mil millones de dólares al año.  Sin embargo,  pocos han comentado el otro lado de la moneda consistente en que,  si bien es cierto que esa multinacional recibe un poco más de 2 centavos de dólar por galón de gasolina en promedio, el  gobierno federal junto con los estatales  reciben  desde 26.4 centavos por galón en Alaska hasta 66.1 centavos en California,  para un  promedio de 48.1 centavos por galón en todos  los Estados Unidos  por  concepto de impuestos, lo que es  más de 24 veces  que lo que recibe Exxon.

Y  es que los precios de la gasolina  a nivel global tienen mucho más actores de los que la gente se imagina. En el precio de un galón de ese carburante que compramos en cualquier estación está  incluido el precio de distribución y mercadeo, almacenamiento,  costos y ganancias de la refinería, impuestos gubernamentales  y el precio del petróleo.

Entre todos los participantes  no tan solo se benefician grandemente las corporaciones de energía como Exxon o Valero,  de las tantas existentes  dedicadas a este negocio,  o  los medianos empresarios propietarios de estaciones de expendio de gasolina, sino también todos los gobiernos  sin distinción alguna.

Para que se tenga  una  pequeña idea de esto es bueno señalar que  el gobierno norteamericano ha recaudado en el período del  1975 al  2002,  1.34 trillones de dólares ajustados a la inflación,  esto es, excluyendo los impuestos estatales que por lo regular son muchos más altos que los federales.

Por otro lado Japón,  siendo uno de los países que posee  el índice más alto de fumadores en el mundo, recibió en este pasado año  un 3.2% del ingreso fiscal en recaudaciones de impuestos al tabaco;  sin embargo,  en contra de los pronósticos, recibió 4.1% de sus ingresos fiscales en impuestos a la gasolina. Otro caso curioso se encuentra  en el Perú,  donde en el año 2010  el gobierno recaudó  nada más y nada menos que el  10% de sus ingresos por concepto de impuestos a este hidrocarburo.

Pero observemos otros situaciones  bastantes interesantes  que existen en  otras naciones. De  acuerdo a  la conferencia  European Governance and the Geopolitics of Energy  celebrada el pasado mes de febrero, se revela   que el año 2010 se dió el cuadro siguiente:

  • Alemania tuvo un promedio por galón de gasolina de 7.91 de dólares,  donde $5.40 reflejaba impuestos;
  • Japón  tuvo un promedio por galón de gasolina de 5.79 de dólares,  donde $3.82 fueron  impuestos;
  • Australia tuvo un promedio por galón de gasolina de 6.08 de dólares,  donde  $3.52 fueron             impuestos;
  • Corea del Sur tuvo un promedio por galón de gasolina 6.29 de dólares,  donde $3.30 fueron impuestos.

Es obvio  que estos impuestos  conforman una gran parte  del ingreso tributario de las distintas naciones, sin ninguno temor a que las recaudaciones disminuyan, puesto que  la gran mayoría de los gobiernos saben perfectamente que la demanda por la gasolina es  inelástica, o sea que la demanda no es  afectada  significativamente, independientemente de su precio.

Sólo  hay  que ver  el precio de la gasolina,  inclusive en nuestro país,  Republica Dominicana, donde el consumo del carburante no ha disminuido en lo absoluto, sino que  más bien ha aumento a través de los años,  lo que evidencia   que se  le hace poco caso a  que los precios sigan  una tendencia alcista.

Muchos economistas atribuyen estos gravámenes como una manera de disminuir  el consumo principalmente en los vehículos de uso diario. Sin embargo,  el  gobierno español además de los altos gravámenes, no hace mucho disminuyó  el límite de velocidad de 120 Kms/h   a  110Kms/h como una manera de ahorro de combustible,  no obstante a ello  la Agencia Internacional de Energía (AIE),  ha dicho que el consumo no ha cambiado  en  lo absoluto.

Por un momento le daría el beneficio de la duda  a los que defienden la idea de que el impuesto disminuye el consumo del combustible. En este caso entiendo que  en vez de  aplicar un impuesto de valor agregado,   el impuesto a la gasolina debería ser inversamente al  valor de su precio  y  de esa manera se mantendría   en un precio más o menos estable.

Por ejemplo,  si la gasolina aumenta en un 10%, que se disminuya el impuesto en un 10%, pero esto nunca sucederá, porque en realidad esa no es la intención.

Cuando nos detenemos a pensar un poco acerca de la situación nos damos cuenta que no es coincidencia que los contados  países que tienen un bajo impuesto a la gasolina,   como Venezuela y Rusia,   son aquellos que además de ser grandes productores de petróleo,  tienen  un total control  de las compañías que extraen el oro negro, así como  también de las refinerías que procesan, mercadean  y distribuyen  sus derivado;  por consiguiente,  no generan las ganancias vías impuestos, sino que  por el contrario,  actúan como único protagonista  sin ningún tipo de competencia  en  la novela energética.

Al final de la jornada,  cuando escuchamos líderes,  ya sea de Europa, Asia, Estados Unidos  o Latinoamérica  hablando  de alternativas al consumo de energía, en este caso de la gasolina, es pura retórica política, pues nadie matará  la gallina de los huevos de oro.  Así es la cosa.