A las colegas Rita Mena y Ana Beatriz Rodríguez las bauticé en la Fundación Economía y Desarrollo como las “chicas rompe monopolios”. En varios artículos publicados en “Sábado Económico”, en el Listín Diario, mostraron ser un binomio efectivo en demostrar la explotación a los consumidores, que ocurre cuando la oferta de bienes y servicios se aparta de la libre competencia.
En 1990, la importación de automóviles fue una de las actividades que investigaron, preparando un artículo extenso para la sección especial de cuatro páginas, que se presentaba una vez al mes. A todos nos encantó el artículo, pronosticábamos buena acogida, pero no impactaba el título sugerido por las autoras.
Andrés Dauhajre hijo, Director Ejecutivo de la FED, lo encontraba largo y formal, más de revistas profesionales o un proyecto de tesis. “Andy tiene razón”, exclamé al terminar la lectura, “Rita y Ana explican aquí las razones que hacen al automóvil un bien de lujo, imposible de adquirir para las mayorías. A ocho columnas, en letra bien grande, el título debe ser ¿Por Qué Usted No Tiene Carro?” Aprobado a unanimidad, así fue publicado el controversial artículo que introducían de esta manera:
“En nuestro país, desde el inicio de la década de los 80, en diversas oportunidades se han prohibido o restringido las importaciones de vehículos. En la actualidad, las importaciones de vehículos están prohibidas, permitiendo la importación de estos bienes únicamente a las firmas autorizadas, sujetas a cuotas otorgadas por la Secretaría de Estado de Finanzas y el Poder Ejecutivo. Dichas prohibiciones y la fijación de cuotas a los importadores han contribuido al aumento considerable en los precios de los automóviles en el mercado local. Hoy en día, se necesitan 285 salarios mínimos mensuales para adquirir un carro común y corriente. Por otro lado, la crisis del transporte público se ha agravado sustancialmente en los últimos años, creando serias dificultades a las personas que necesitan un vehículo para movilizarse a sus centros de trabajo y estudio.”
Rodríguez y Mena hacen una cronología de las restricciones a la importación, explican el esquema arancelario vigente, calculan los ingresos del gobierno y el margen de ganancia de los agraciados con el privilegio de las cuotas. Por unidad vendida, estimaron un beneficio grosero de 75.5%, dato que generó diversas respuestas donde los miembros del oligopolio trataron de convencer a la opinión pública que su margen no era abusivo. Equivocada estaba la Fundación, el sentido común y la teoría microeconómica.
Rita y Ana terminan recomendando la libre importación de vehículos, sugiriendo una aplicación consistente con los problemas de balanza de pagos de esos años, advirtiendo “De seguir las cosas como están, usted, querido consumidor, seguirá andando a pie hasta que nuestros gobernantes quieran.” ¿Convencieron al Doctor de la Gómez?
Este demoledor artículo contra el oligopolio de un sector importador desconcertó a quienes decían que la FED era un bastión de la clase importadora y enemigos del productor nacional. El tema de los carros, curiosamente, también sirvió como prueba en contrario de la segunda falaz acusación. La FED se enfrentaba a los empresarios amantes de rentas monopólicas, independientemente del sector donde estuvieran, y hacía causa con los que aspiraban a ofrecer un bien o servicio en competencia. La Camioneta Roka, de fabricación nacional sirve de ejemplo.
Ningún gremio de empresarios asumió la defensa de esta innovadora idea de Jesús Fernández, un brillante ingeniero electromecánico dominicano, que diseñó una camioneta con posibilidad de ser considerada como opción a los precios vigentes en 1991. No pidió absolutamente nada al gobierno para emprender este proyecto, que las autoridades de tránsito y rentas internas saboteaban al no expedirle las placas para las camionetas. Sobre su vía crusis escribí:
“Jesús Fernández no está pidiendo favores, subsidios, exoneraciones, apariciones mágicas de Caballeros de la Mancha, ni nada especial al Gobierno Dominicano. No está buscando crédito subsidiado o autorizaciones automáticas de sobregiros en el Banco de Reservas. No gestiona que le concedan “feriados” en incumplimiento de compromisos contraídos con terceros. Tampoco está cabildeando privilegios en la venta de sus vehículos a empresas u organismos estatales o contratos de exclusividad de servicios con el gobierno o municipios. No está solicitando audiencia al Ejecutivo para conseguir protección a su industria. Aunque es un “infante” en la fabricación de camionetas, no busca que el Gobierno imponga altas tarifas o limite por cuotas la importación de camionetas extranjeras, nuevas o usadas. No aspira a esa forma tan abusada de imponer al consumidor solidaridad obligatoria con el producto criollo. No está mendigando divisas subsidiadas, ni tratamiento impositivo o aduanero preferencial. Nada de eso.”
“Esto es a lo único que Jesús Fernández aspira: que se le vendan las placas que la ley exige a todo vehículo que transita nuestras hoyulentas calles. Léase bien: quiere pagar, no que le fíen o exoneren, el impuesto de placa. El viacrucis legal al que le han sometido las autoridades ya lleva más de un año y medio. Ya él tiene todos los documentos requeridos para presentarse a la estafeta y pagar las placas, de la misma manera que lo hacen los importadores de vehículos. Aquí lo único que hace falta, sencillamente, es que el Director de Tránsito Terrestre y el Director de Rentas Internas un día decidan, en este caso, cumplir con la ley. Cuando esto ocurra, el ingeniero Fernández tendrá la libertad de entrar en contratos voluntarios de compra y venta con el resto de los dominicanos: más de 7 millones de personas.”
Con este artículo su caso empezó a tener difusión nacional. Recuerdo que Freddy lo llevó al “Gordo de la Semana”, donde Jesús llegó a exhibir su camioneta y dar explicaciones al público. Finalmente le otorgaron las placas, vendió varias unidades y, como los empresarios de verdad, cuando la reforma arancelaria cambió las reglas de juego modificó, sin hacer ruido, sus planes. Hasta hace unos años todavía rodaban algunas por nuestras calles.
Andy también tocó para esa época el tema de los vehículos. En “Mercado y Libertad” y “Triálogo”, principalmente, expuso la discriminación arancelaria que teníamos contra los automóviles de Estados Unidos, al imponerse tarifas relacionadas al cilindraje. Esto favorecía a los importadores de carros japoneses. Estas tres denuncias sobre la situación del mercado de autos en el país demostraban que el compromiso de la FED era con los principios de libertad y mercados competitivos. En este enlace pueden ver los artículos que Andy me permitió escanear y subir a la Web.
http://es.scribd.com/collections/4165238/Articulos-Fundacion-Economia-y-Desarrollo