Repasando las noticias diarias, el mundo de hoy vive una fragilidad delicada. El equilibrio mundial se sostiene sobre puntos débiles de estabilidad en cuanto a la seguridad y la paz mundial, como respecto a la estabilidad política de los países, amenazados todos ellos por el acercamiento de una crisis económica mundial sistémica y cíclica como son las que acompañan al sistema capitalista cada cierto tiempo.
A esta incertidumbre se suma el péndulo del escenario político que se mueve ligeramente hacia las ideas conservadoras y los fundamentalismos de todo tipo. La emersión de nuevos protagonistas o líderes mundiales genera un nerviosismo en sectores tradicionales de poder como son los casos del auge comercial de China y la recolocación en la geopolítica de Rusia.
La migración, tema prioritario en las agendas de los países, no hace más que reflejar un viejo modelo mundial de exclusión que llegó a su tope y se desborda hacia los países del norte, de mayor bienestar económico, comercial, de servicios y empleos. Este desajuste en los modos de vida entre el norte y el sur, por usar una clasificación menos usual hoy, pero igualmente representativa de la realidad de una economía mundial desequilibrada e inclinada sus prosperidad hacia los países del norte, conocidos como los países ricos.
Reflexionar sobre ello al iniciar el año no transmite pesimismo, sino seguridad ante lo posible y respuestas a lo inesperado
Se avecina al decir de muchos una crisis en el sistema financiero por un exceso de capitales prestados a estados y corporaciones generando un hueco financiero en los centros bancarios del mundo, pero también el propio modelo nos enseña cómo cada vez más unos pocos se hacen más ricos y otros, la mayoría, más pobres.
Esta pobreza empequeñece los sectores sociales que se manifiestan en protestas y otras manifestaciones, para no perder los espacios de beneficios logrados. Las economías del mundo se tambalean sin encontrar rumbo hacia dónde impulsar programas de estabilidad, seguridad y desarrollo.
Es un mundo incierto, inestable, frágil en lo político, social y económico. A todo ello sumamos prácticas desacertadas humanas que dañan el entorno natural agravando el equilibro con el medioambiente y la tierra en sentido macro. Los fenómenos naturales que nos afectan cada cierto tiempo, ponen en evidencia nuestra fragilidad como comunidad global. La indiferencia y las malas prácticas, también perjudican la necesaria convivencia con el mundo natural.
Todo es para preocuparse. Un cuadro poco halagador nos acompaña entrando el año 2019. El optimismo per se no es suficiente para vencer las adversidades. Tampoco abrumarse o negarse a continuar adelante. Estar alerta ante los posibles fenómenos naturales para que no nos agarren desprevenidos. Dar seguimiento a la geopolítica mundial bastante convulsa y manejar con discreción y sigilosamente, las finanzas públicas, privadas, familiares y personales.
Pareciera un recetario de consejos, pero de lo que se trata es de reflexionar sobre el panorama actual, sus presagios y posibles desenlaces, todo siempre como marco de un análisis de coyuntura que siempre deja un corredor para lo posible y las tendencias de los hechos, no a las profecías.
Las ciencias sociales analizan, lo estudiado en el comportamiento social, recogen una visión completa de la realidad y sugieren sus tendencias a partir de lo que establecen los hechos, nunca sus recomendaciones son dogmas ni verdades divinas, sino más bien, hechos en procesos que podrían tomar cursos no previstos por la volatilidad del hecho social o simplemente producirse como son previstos por los analistas, por eso son enfoques científicos.
Independientemente de nuestros deseos, nuestras expectativas y nuestros intereses, el mundo vive una fragilidad preocupante, con un cuadro multiplicado de problemáticas y dentro de una desconfianza y vacío de liderazgo muy profundo, son soluciones a la vista y con intereses confrontados por las mismas razones de siempre: la política y la economía.
Reflexionar sobre ello al iniciar el año no transmite pesimismo, sino seguridad ante lo posible y respuestas a lo inesperado. Posiblemente ante tanta bruma algunos piensan necesario purgar un poco la humanidad y las guerras sin querer queriendo, son ese insecticida. La economía sin embargo, no anda bien tampoco y eso complica más el escenario actual. Una recesión agravaría enormemente la situación de mucha gente, generaría muchas confrontaciones sociales, políticas y cambios no siempre favorables, por lo tanto, debemos prepararnos para un reto, para una contingencia, para una austeridad, sin que ello nos apriete el corazón, la sensibilidad y la esperanza.