Cada vez resulta más notorio el auge que han tenido no solo los espacios para verter opiniones en medios de información de forma escrita y digital así como en radio y televisión, sino también el "boom" de este ejercicio desde las denominadas redes sociales.
Es hermoso ciertamente, notar como los ciudadanos podemos hacer uso a través de esas herramientas, del derecho de expresar nuestros pensamientos, malestares, inquietudes, necesidades y por qué no?, nuestro deseo de justicia y de acción de los diferentes estamentos gubernamentales.
La libertad de expresión, es un derecho que nos asiste constitucionalmente, el cual debemos ejercer a plenitud, sin sentir temor de que al hacerlo, se nos juzgue, persiga, maltrate y en el peor de los casos, se nos coarte.
Pero hasta qué punto dicha libertad sucumbe ante un franco libertinaje de expresión?
Cuando se vierte lodo (que posteriormente es difícil limpiar), aplicamos el famoso dicho de "miente que algo queda" o en otros casos "ensucia que algo queda manchado", las cuales, a mi entender, encierran una gran mezquindad, que por lo regular va cargada de intereses particulares, con trasfondo mal sanos.
Otro derecho que atañe, igualmente de forma constitucional a todo ciudadano, es el derecho a preservar su intimidad, dignidad y su honor.
Ahí podemos caer también en lo que siempre, he defendido y enarbolado, que consiste en que todo ciudadano o ciudadana que reclame sus derechos, debe de igual forma asegurarse de cumplir con sus deberes y uno de esos deberes es ejercer igual respeto ante el derecho de los demás.
Hay que tomar en cuenta el instante en que ejercer nuestro derecho a la libre expresión, no tomemos un derrotero en el que pisoteemos ni vulneremos el de los demás, cercenando con injurias y fabulaciones muchas veces dirigidas, la dignidad, intimidad y dignidad de quien pretendemos "cuestionar".
Ninguno de nuestros derechos, a mi juicio, debe ser exigido, basado en la violación de otros derechos que también asiste a segundos o terceros.
Como ciudadanos, debemos concienciar y concienciarnos, en torno a esos dos importantes aspectos. Para ejercer a plenitud nuestro libre derecho de expresión, no debemos jamás llegar a un delito cada vez más común que raya simplemente, en un libertinaje verbal, disfrazado de libertad de expresión.
Es muy frágil la franja que divide nuestro accionar entre ejercer uno de esos derechos y el principio de violación de otro. La decisión de cómo hacer uso del primero sin socavar el segundo, es nuestra.
A título de reflexión, para los que como yo, luchamos por un mejor país repleto de ciudadanos conscientes y empoderados de sus deberes y derechos, les dejo estas tres grandes expresiones.
“La libre comunicación de los pensamientos y las opiniones es uno de los derechos más preciados por el hombre”: François de la Rochefoucauld.
“El derecho y el deber son como las palmeras: no dan frutos si no crecen uno al lado del otro”: Félecité de Lamennais
“El que tiene un derecho no obtiene el de violar el ajeno para mantener el suyo”: José Martí
Hasta una próxima entrega y mares de bendiciones.