Julio Cortázar decía, con su voz áspera y afrancesada, que el cuento era una fotografía. Y esa aseveración tan certera me obliga a evocar al cuentista más destacado de Latinoamérica: Juan Bosch; y al mismo tiempo, entrar en lucubraciones con su fotografía más trascendental: La Mujer. La exquisitez de su prosa, combinada con un exhaustivo hipérbaton narrativo, reduplicaciones y metáforas, hacen que esta obra maestra adquiera una  luminosidad descomunal, prácticamente obteniendo imágenes tan duraderas como una fotografía captada en los campos de La Vega, entre miserias, aislamiento y alienaciones. 

El cuento La Mujer está entretejido con una precisión pixelada,  que no deja a pesar de ello su sonoridad y estética, una de las características esenciales de Juan Bosch. Cada párrafo fue moldeado minuciosamente, herméticamente, como si se tratara de un ejercicio rítmico infalible, donde la narración sigue la imagen como siamés, iniciando con su primera frase en discurso "La carretera está muerta", y desarrollando luego una fascinante narración en tercera persona que logra conectar al lector con la fotografía. Muchas veces la narración se vuelve lentísima, sacada letra por letra, fragmentada. Otras resulta fluida, pero un fluido dominado por Bosch a su antojo, como es normal en la técnica del cuentista vegano. 

Bosch se vio obligado a limitar una imagen significativa para el cuento, que es la carretera, y centralizó con habilidad la protagonista de la trama, la mujer, creando un tándem brillante, como si fuera una cámara fotográfica. No obstante estas limitaciones de imágenes, el autor nunca recortó la realidad, que más bien es dantesca y cruda, con breves diálogos escurridizos y reflejando la violencia como argumento. Se evidencia con lujo de detalles que el maestro de la narrativa era un conocedor de la realidad del campesino dominicano, pues la corriente subterránea del cuento es ésta. 

El cuento es escueto, aún con sus abundantes características narrativas. Lleno de metáforas, lo que hace de él una obra maestra de la cuentística latinoamericana, que ha tenido pocos mentores tomando en cuenta la vasta trayectoria literaria de la región. Me atrevería a decir que este cuento constituye un punto de referencia para el estudio de este género, en amplia medida por su complejidad de imágenes, pulcro estilo, intrincada técnica y multiplicidad de contrastes literarios. 

La fotografía de Bosch arde como el fuego, y no deja resquicios para interpretar la imagen, que adquiere su propia fuerza, como si tuviera vida, sin importar en el momento que fue captada. Se mueve milímetro a milímetro, y se enfrasca con el lector, en una batalla titánica donde gana por Knock Out, como todo cuento. Esta imagen de la mujer se mantiene eterna, a pesar del polvo y el tiempo, y hoy, tantos años ajados, la fotografía de Juan Bosch parece captada recientemente, se ve en ella la carretera, el abandono, la mujer, la fragilidad, el niño, la miseria, el hombre y la violencia.