Los teléfonos inteligentes y la cultura de las redes sociales han hecho de la fotografía algo banal y superficial por exceso. En mi niñez tomarse una fotografía era un acontecimiento especial, costoso en muchos casos y excepcionalmente extraordinario. Debía haber un motivo fuertemente significativo para tomar una fotografía y no era que allí se apresara el alma de las personas, como solíamos bromear entre los pequeños, sino que la fotografía tenía un sentido de eternización relativa del momento especial vivido.  La fotografía acompañaba a las vivencias de nuestras vidas.

Antaño, cada fotografía era el testigo silente de un momento especial que debía ser salvaguardado del instante efímero. La fotografía no era el centro de la experiencia vital, sino el instrumento de conservación de la experiencia vital. La fotografía era una especie de aide-mémoire (ayuda a la memoria), su acumulación en el tiempo incitaba a la narración. De ahí que era rotundamente necesario el álbum fotográfico, desde allí se construía la posibilidad de ver y narrar. En el álbum fotográfico, como documento hecho de fotografías y fechas, la historia personal y familiar se hace línea de tiempo.  Ver el álbum fotográfico era recontar toda una vida a través de los fragmentos captados por el lente. El álbum familiar era motivo para contar los eventos importantes de una vida, pero quien la contaba no era el propio álbum en su acumulación de imágenes y tiempo; sino quien lo mostraba. La vida contada tenía un narrador de carne y hueso que se reconocía a sí mismo en aquel cúmulo ordenado o no de momentos episódicos.

Creo que no está suficientemente estudiado el valor del álbum fotográfico en la identidad del sujeto. El papel que juega en la identificación de sí, en la constitución subjetiva del individuo y en el reconocimiento de sí mismo como otro. No se trata de buscar ausencias o presencias del pasado y de ahí enumerar genealógicamente debilidades en la constitución psicológica del sujeto actual. Esa no es la problemática de fondo. La tarea es ver cómo, a partir del álbum fotográfico, el sujeto actual se reconoce a sí mismo en el tiempo, dilucidar cuánto ha permanecido siendo el mismo y cómo ha incorporado los cambios a través del tiempo.  La tarea está en el orden de una fenomenología del aparecer y una hermenéutica de la identidad personal que se construye a partir del modelo de la identidad narrativa.

Como constructo unidimensional, la fotografía solo capta lo espacial en un instante, pero en la imagen captada se nos dan motivos de lo que no es posible decir espacialmente. Hay indicios del tiempo, del humor, del sentimiento, de la acción realizada, de la amistad, de los compromisos, etc. En la fotografía el centro está en lo espacial inmóvil. El aparecer del ser se nos da en un episodio que revela su circunstancia de origen, la temporalidad es reducida a mera marca de la datación de un evento.

Toda fotografía es un texto que demanda ser interpretado. La significación del texto fotográfico posee una estructura simbólica y lingüística portadora de sentido. Leer una fotografía es captar la unidad de sentido de sus elementos constitutivos, sin olvidar la razón de, la intención que le da origen.  En el contexto del álbum fotográfico, la intencionalidad de la fotografía solitaria se diluye y se oculta. La razón es sencilla: el álbum fotográfico exige un discurso narrativo, la elaboración de una trama sui generis porque no hay antagonistas, tan solo una sucesión de eventos instantáneos que responden a vivencias heterogéneas.

El álbum fotográfico permite ver la unidad de una vida. Aquí unidad no significa temporalidad, sino totalidad completa. Solo en el marco de una estructura narrativa la experiencia subjetiva de la identidad personal adquiere sentido y el sujeto es capaz de reconocerse a sí mismo a través del tiempo. No importa que los rasgos que reconozca de sí estén ligados a la permanencia y los cambios físicos, ellos nos direccionan hacia aquella estructura de la persona que permanece, a pesar de los cambios.

Una fotografía por sí misma no tiene carácter narrativo si no se incluye en una totalidad mayor. El álbum fotográfico podría ser esa totalidad entre otras posibilidades.