La fiebre desatada en amplios sectores de la población dominicana en respuesta al popular slogan político "Llego Papa", utilizado por el candidato a la Presidencia de la Republica por el Partido Revolucionario Dominicano Hipólito Mejía, ha desatado una ola de cuestionamientos en diversos estamentos de la sociedad, por la manera entusiasta y contagiosa en que el público ha reaccionado al mismo.

Ante el fenómeno desatado por este estribillo político son muchos los dominicanos, que a pesar del tiempo transcurrido, recuerdan que hubo una época en nuestro país en que el trabajo publicitario de vender las ideas y persuadir al consumidor, a diferencia de lo que sucede hoy con los productos y servicios puestos a la consideración de la población consumidora, tenía su principal fundamento en la generación de una frase o estribillo pegajoso que los anglosajones definen y han bautizado como "slogan".

De esa época asoman a nuestra mente frases que se hicieron tan famosas que aún perduran en la memoria colectiva del dominicano: La Mejor Cerveza, el Verdadero Sabor, Cerveza Presidente; Donde hay un Hombre, hay Brugal, Ron Brugal; "El sabor que me fascina", Victorina; "Mira cómo viene esa guagua", Asociación la Nacional de Ahorros y Préstamos; entre otros.

La fortaleza y efectividad del slogan esta mas que comprobada en el campo comercial en el que los más exitosos han sido los utilizados como elemento para establecer un criterio de identidad para la marca que lo auspicia, describiendo de la manera más clara posible el atributo, beneficio y/o el valor que la define ya sea mediante la adopción de una actitud o de una acción deseada.

El uso de esta técnica extrapolada al campo de la política, sin embargo, adquiere otro matiz, por cuanto la marca en este caso es un ente humano cuya condición lo hace vulnerable  y sujeto a los vaivenes  de una dinámica actividad cotidiana  como es la política, la cual requiere de planteamientos más concretos en cuanto a las propuestas y promesas de solución a los problemas de la sociedad que se aspira dirigir.

Con todo y la fortaleza que se atribuye a un slogan evidentemente contagioso, es un alto riesgo depender de este recurso como elemento casi exclusivo de una campaña política, aun en el entendido de que se está enviando la comunicación a un blanco de público fundamentalmente  proclive a los mensajes de contenido emocional más que racional.

Basados en esta condición a veces los estrategas de la comunicación pierden de vista otros atributos que definen el perfil del votante dominicano el cual forma parte de una población sociológicamente bipolar, consecuentemente proclive también al cambio, cuando los estímulos y los beneficios ofertados le permiten satisfacer necesidades de carácter inmediatista.