Iván Turgueniev de su enjundiosa novela Padres e hijos (1862), reseña una minuciosa descripción de la psicología y actitud de un ejemplar nihilista de la nueva generación, la figura de Bazarov. La obra es el primer retrato de esta especie, caracterizado aún bajo la influencia romántica y como adepto del positivismo.
Este escritor introduce en Rusia y hace popular en Europa, el uso del término nihilismo en la literatura y describe el despliegue original de su fenomenología. [M. Heidegger: Nietzsche, tomo II, parte V, El nihilismo europeo, p. 33, Ed. Destino, Barcelona, España: Posteriormente, la palabra nihilismo entró en circulación gracias a Turgueniev para denominar la concepción según la cual sólo el ente accesible en la percepción sensible, es decir experimentado por uno mismo, es real y existente, y ninguna otra cosa. Con ello se niega todo lo que esté fundado en la tradición y la autoridad o en cualquier otro tipo de validez.].
Después de Padres e hijos aparecen variadas novelas de múltiples autores con dispares representaciones en pro y en contra de esta tipología de insurrecto y escéptico, que aparece en los años sesentas. Rechazan la tradición romántica hasta ese momento en boga, adoptan una visión modernizadora, manifiestan un carácter indócil de agitadores de masas. Ante estos se planta la obra de Dostoievski.
En 1863, destaca Nikolái Chernishevski, un pensador social con ideas revolucionarias, socialista utópico con gran influencia de la filosofía utilitaria inglesa, del socialismo y del positivismo francés, quien se transforma en el ideólogo y mentor de una nueva ética social que conquista a esa minoría subversiva de la juventud de la época con el ejemplo de su vida y sus escritos.
Propugna por una nueva organización de la sociedad basada en afirmar lo útil como valor social supremo, pretende estructurar la vida colectiva en organizaciones comunales, garantizar plena libertad sexual, que permitiría a ambos sexos –sin cuestionar sus papeles naturales–, tener diversos compañeros a la vez y la capacidad de rechazarlos sin procedimientos formales y asegurar la igualdad plena de los derechos y dignidad de la mujer frente al varón.
Estas ideas las presenta en una novela que titula ¿Qué hacer? para poder evadir con mayor facilidad la censura del estado. Representa a un nihilista fanático, radical e inhumano, Rachmetov, que servirá de modelo a Lenin para postular su concepción del revolucionario profesional, consagrado totalmente a idear y ejecutar la revolución sin tener en cuenta el respeto a algún valor humano fundamental.
Toda la obra de Dostoievski, desde su regreso de Siberia, en 1860 –en el tiempo en que se plantean y ejecutan las grandes reformas realizadas desde arriba, para que todo siguiera igual, se concentra y constituye en un crescendo y en una intensificación de la mirada que escruta las consecuencias que comportan estas ideas y los funestos y disolventes efectos humanos y sociales para una sociedad con tantas limitaciones y atraso en cuanto a reconocer la dignidad de las personas, en especial de la ignorante y abandonada clase campesina.
Desde Memorias del subsuelo, donde representa ad absurdo un personaje que es contrafigura del nihilista, aún siéndolo, pero que refuta los factores esenciales de esta ideología: el dominio de la lógica sobre el sentimiento, postula como valor supremo el querer de la propia voluntad, el poder cumplir lo que le plazca, el egoísmo y la desnuda utilidad.
A continuación Dostoievski crea Crimen y castigo, donde da cuerpo a las mismas ideas, pero de una manera más abierta, detallada, elaborada y consistente teóricamente.
Ulteriormente, se concentra en describir otra alternativa al nihilista. En El idiota (1869), pergeña el papel de un hombre fundamentalmente bueno, emocionalmente cuerdo, auténtico, que rechaza la mentira y la lógica del poder y del dominio que rigen en ese momento en Rusia en el contexto social y moral y postula el amor y la compasión con el prójimo. Pero un ser así constituido así en esas circunstancias se transforma en un estorbo, en un ser dañino, a descartar, ya que impide la realización de la maldad y los perversos y engañosos intereses de la clase dirigente y la burguesía.
Señala Mabel Greta Velis Blinova, editora y traductora de la obra: En un mundo de intereses y de codicia, de oscuras y destructivas pasiones, de sinrazón e hipocresía, de individualismos y de egoísmo, el príncipe Myshkin –el protagonista– no responde con un llamamiento a la acción, ni siquiera con la indignación, su naturaleza reside en el amor, en la humildad, en la mansedumbre y resignación, en la misericordia y compasión. El protagonista no persigue un interés propio, su aspiración, como la formula Dostoievski, consiste en restablecer y resucitar al ser humano. [El idiota. Introducción, Ed. Cátedra, Ed. Digital, pp. 163]. Hay disponible una obra maestra del cine japonés (1951), titulada El idiota (Hakuchi), de Akira Kurosawa. Esta disponible en el siguiente enlace: https://web.facebook.com/Baphonet/videos/194740364660953/?_rdc=1&_rdr
En Demonios (1870), novela las fechorías del más alevoso nihilista histórico de la época, Sergéi Nechaev (1847-1882), autor del terrible libro: El catecismo del revolucionario. Esta obra es para mí la más importante y rica del escritor ruso, –de la que trataré minuciosamente en otro contexto y ocasión.
En ella trata profundamente el tema del nihilismo. Se enfoca en mostrar una perspectiva política distópica profética que se cumplirá en Rusia, durante el régimen de terror que crea la revolución bolchevique.
El escritor se revela ahí como el gran iluminado del trágico destino que constituirá el destino del pueblo ruso durante ese régimen..
Como señala Pierre Pascal, editor y documentado conocedor de la obra completa de Dostoievski, publicada en la prestigiosa colección: Bibliotheque de la Pléiade, en la introducción del volumen: Esta es una novela difícil. Tenemos ahí sin dudas, la obra más dostoievskiana de su autor, en el sentido más inquietante del término. Los personajes más importantes son esencialmente desequilibrados: seres que actuan como soñadores fuera de la realidad, lunáticos, histéricos, maníacos, fanáticos. Se interpretan entre ellos como dementes, tontos, estúpidos. Los que parecen ser más consistentes y sensatos ceden de repente al delirio, o se revelan como monstruos cuyos pecados menores son el alcólismo, la mendacidad, el perjurio, la calumnia, la vanidad, el despotismo, el asesinato. Durante toda la obra los nervios están en alta tensión. En la tragedia, en lo inverosimil, en lo absurdo y lo detestable, Dostoievski se ha superado a si mismo al revelar los más tortuosos abismos del ser humano. [Pp. IX-XXII, 1955, Éditions Gallimard, Paris. (Version de LOBF)].
Si regresamos ahora a la obra que nos ocupa, Crimen y castigo, Raskólnikov viene presentado inicialmente como un cabal nihilista, fiel a las ideas de su generación. Pero lo diferencia de los otros, que es un ser en evolución, esta abierto al cambio, no es un dogmático cerrado como los demás, o un iluso que cree que ha encontrado la solución definitiva a los problemas metafísicos o existenciales del ser en relación con su tiempo. Tiene un certero sentido que en todo acontecimiento humano prevalece la posibilidad de cambio, para él, el sentido de que la existencia humana es posibilidad de transfiguración.
Sus convicciones filosóficas iniciales sobre el derecho al crimen se presentan en la carta del autor a su futuro editor, Katkov.
Resumo la tesis preliminar de la dialéctica del crimen que sostiene Raskólnikov: La anciana usurera es estúpida, avara, cobra réditos impagables, es malvada y devora las vidas de personas inocentes cuyo único pecado es no tener dinero. Tiene una hermana que tortura y maltrata como sirvienta. Es una persona malvada que no aporta nada a la sociedad. Y se pregunta: ¿Por qué debe vivir? Por ello decide asesinarla, para lograr la felicidad de su madre y de su hermana que sirve en la casa de un terrateniente que quiere dañarla estuprándola. Él también saldría beneficiado. Podría terminar sus estudios e irse al extranjero y conducir una vida recta, firme, inconmovible al cumplir con su obligación humana para con la humanidad, con lo cual a la postre borrará su crimen.
Como se puede percibir, lo que prevalece aquí son valores de interés personal. La existencia no se la juzga por su dignidad intrínseca y no se percibe el daño irreparable que se causará al apagar la luz de una vida y su destino, por oscura y negativa que pueda parecer esa existencia. Todo se juzga por el provecho que causará a quien cometerá el asesinato (o la ejecución o el linchamiento).
La segunda etapa de esta dialéctica se manifiesta al formular una teoría del superhombre, que se manifiesta en la figura de un hombre excepcional, predestinado al poder, que tiene el derecho de disponer de todo lo que hay en el universo hasta donde alcanza su capacidad de poder, de apropiarse de lo otro, aún del ser del otro. Este era un tópico vigente en la época, basado en la figura de Napoleón Bonaparte. Esto lo analizaré en el siguente artículo.