Antes de hablar sobre la relevancia del Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña y otorgarlo la primera discusión qué debió platearse es si tal premio debería existir y cómo existe un premio que los dominicanos conocen ahora sólo por el escándalo con Mario Vargas Llosa, pues nadie sabía que se le había otorgado a Eduardo Galeano, un escritor cuyos libros los compran los izquierdistas como si fueran libros de autoayuda para citarlos en los mismos modos que se hace con los libros de Pablo Coelho.  Se debería inquirir cómo un jurado sin fiesta ni fanfarria otorga un premio en nuestro nombre siendo ellos para nosotros tan desconocidos y sin que nadie sepa los candidatos y todo parezca hasta en el anuncio de quien gana clandestino. Pero aquí se reputa conocido por todos lo que dos o tres llamados intelectuales hacen o saben.

El premio Pedro Henrique Ureña no agrega nada a la fama de Vargas Llosa y tampoco necesita 40 mil dólares, cuando hace ya décadas firmó con una multinacional un primer contrato de 20 millones de dólares para producir novelas con su nombre como una marca literaria registrada, con la que se producen novelas en serie y al mismo tiempo se vende las ideas que igualmente propaga su hijo para decir que si hay un perfecto idiota en el mundo es latinoamericano.

Aunque se habla del escritor peruano, cuando los idiotas de Perú no lo votaron él se hizo español, pero el punto es si tal premio debe existir y hasta si es licito que uno de los jurados dominicanos, radicados en Berlín, podía ejercer tal función cuando ha ejercido otras que sólo pueden ser definida como de control y vigilancia ideológica, para actuar como fuerza de asalto intelectual en contra todo aquel que de alguna forma critique el statu quo.

A pesar de todas las bondades que le atribuye a Vargas Llosa el jurado, del cual se dice es internacional cuando no lo es, aunque en el mismo participe uno o dos extranjeros, el autor premiado es hoy una celebridad literaria para lo que no es relevante si escribe bien o mal, sino lo que dice,  porque ha alcanzado tal destreza en el oficio de escritor, haciendo artículos para promover las ideas económicas de la desigualdad, que quizás para los propósitos de escribir un libro que diga algo bueno sirva menos que lo que sirve el sepulturero para enterrar a los muertos con respeto, como diría León Felipe.

Los haitianos no son una raza y aunque un  estadounidenses ganador del premio Pulitzer haya afirmado que en este país existen campos de concentración para los haitianos cuando nunca han existido, y nunca se ha impedido que un dominicano o dominicana se case con alguien de nacionalidad haitiana

Mario Vargas Llosa no es más que un personaje que desde Europa lanza censuras y críticas como si fuera un Dios o uno de los demonios que se hablaba perturbaban a los escritores, vive una vida opulenta en la hipocresía de la sociedad que él definió del espectáculo y muertos todos los escritores cuya fama compartía tocando menos ha quedado como el único espécimen que sobrevive a los escritores latinoamericanos de sus tiempos y se le estima como especie en extinción por lo que no es, y se le sigue queriendo por lo que ayer fue. Así, considerado tal Dios, puede pontificar sobre todo como vicario del capital.

En tono divino puede hablar de los dominicanos como seres aferrados a formas preracionales, y definir nuestra identidad por el desparpajo con que miramos a las mujeres, “tal como lo hacen los perros con las perras, los caballos a las yeguas y los puercos a las puercas”, dice Vargas Llosa, midiéndola, sopesándola, calculando cuánta carne hay en cada una de sus tetas y muslos, cuántos vellos en su pubis y la curva exacta de sus nalgas lo que establece de manera ineludible que somos dominicanos. Hacemos estos, según Vargas Llosa, cuando los colombianos, guatemaltecos y los dominicanos de New York han aprendido a reprimirse entendiendo que no deben mirar a las mujeres de tal manera. El "no deben" en lo que escribe Vargas Llosa tiene un sentido normativo, lo que debemos hacer para  no vernos como dominicanos de la isla.

Únicamente en Minerva Mirabal se detenía esa propensión animal de los dominicanos, sólo la figura gallarda de Minerva Mirabal, dice Vargas Llosa, impedía que los hombres se tomaran con ella las confianzas y libertades que se permitían con las demás mujeres, pues ninguno de los asistentes a las reuniones (del junio 14) se hubiera atrevido a decirle uno de esos piropos, a hacerle una de las gracias o juegos que eran normales, naturales,  obligatorios entre dominicanos, más todavía si eran jóvenes y unidos por la intensa fraternidad que daban los ideales, las ilusiones y los riesgos compartidos. Según Vargas Llosa en una mujer se detenía lo que es natural y propio de los dominicanos, no por ellos, sino por ella, sólo la gallardía de una mujer detenía la satiriasis natural de todos los criollos que conspiraban juntos a ella en contra de Trujillo.

Las demás, las buenas dominicanas, expresa el autor Vargas Llosa, agradecían que el jefe se dignara a tirársela, y su hijo se las tiraba gratis, por ser como su madre en todos los modos avaro. En los tres millones de dominicanos de la Era nos estruja este autor que la dignidad no existía ni en las mujeres ni en los hombres, la única aspiración de estos últimos era alcanzar la fama de grandes singadores, machos cabríos, feroces fornicadores que era la misma de Trujillo y su hijo Ramfis, que buscaban hembritas por las calles, los parques, los clubs, las boites o las casas particulares de su gran feudo que era Quisqueya.

Con excepción de Minerva las demás mujeres dominicana de la Era de Trujillo vivían sitiadas por todos los hombres que conspiraban en contra del dictador y las buenas deliraban porque el dictador se las cogiera o en su defecto el hijo al que había que dárselo gratis, púes la mujeres dominicanas lo daban gratis cuando a él ni siquiera le gustaban mucho las mujeres y sólo le gustaba la fama de ser el mejor montador para superar en ésta a su amigo Porfirio. Ramfis: “A las criollas no les regala Cadillacs ni abrigos de visón, como a las artistas de Hollywood, después de tirárselas o para tirárselas.”, escribe Vargas Llosa en la “Fiesta del Chivo”.

Cuando se establece que el premio se le otorga por su calidad literaria sin más nada, el jurado debió hacerse la pregunta de si la "Fiesta del Chivo" merece un premio dado por lo dominicanos y si en ella tal calidad literaria existe, porque no creo que Vargas Llosa se tomara la libertad de hablar así de España y con una calidad literaria más que dudosa, y que a pesar de decir tales cosas se le diera el premio "Príncipe de Asturias",  con el silencio de las españolas, nunca hablaría de ese modo de los reyes de Estocolmo cuando la monarquía carece en si misma de las virtudes democráticas que tanto dice defender.

No creo que haya definido la idiosincrasia de los españoles a través de las características del régimen de Franco porque si de tal forma hablara de los españoles estos no se pelearían por premiarlo ni pretendería callar a los que hablarían de las pocas bondades de Vargas Llosa para merecer un premio otorgados por los españoles si se refiere a ellos como se refiere este autor sobre los dominicanos.

Escasos son los escritos de Vargas Llosa sobre la era de Franco, para no decir inexistente, de su relación con Hitler y del apoyo recibido en la guerra civil española, pero ligero ha sido para compararnos con los nazi y hablar de las leyes redactadas por Wilhelm Frick que tenían propósitos raciales, en la que se prohibían los matrimonios entre judíos y alemanes, definidos estos últimos de acuerdo con las premisas del nacional socialismo.

Los haitianos no son una raza y aunque un  estadounidenses ganador del premio Pulitzer haya afirmado que en este país existen campos de concentración para los haitianos cuando nunca han existido, y nunca se ha impedido que un dominicano o dominicana se case con alguien de nacionalidad haitiana, desde fuera gentes que reclaman la nacionalidad dominicana ejerciendo otra o dicen querernos expresan a los extranjeros que los campos de concentración existen y para que existan hay leyes para la pureza de la sangre como las de Núremberg.

El argumento de que sólo se premia calidad literaria es pobre. Los suecos nunca dieron el Nobel a Jorge Luís Borges y a nadie se le ocurre que el fundamento de tal impugnación era su falta de calidad literaria, con tal argumento podemos llegar a la conclusión que el mundo ha sido injusto con Ezra Pound, cuando él fue injusto con el mundo, como Vargas Llosa lo ha sido con nosotros sólo por intereses personales. Si las virtudes son sólo literarias el libro “La Fiesta del Chivo”, para mi tiene mutatis mutandis la misma calidad literaria que la obra “Falsa Amistad” y no merece premio alguno otorgado por los dominicanos, ni siquiera debe ser premiada a través del conjunto de las obras de su autor.