En el primer artículo presentamos la visión haitiana de la una e indivisible que había sido consignada en la primera constitución haitiana y que había dado paso a la intención de penetrar al suelo dominicano en reiteradas ocasiones con la intención expresa de unificar la isla. En esta parte vamos a analizar cómo fue desapareciendo esa idea y cómo la República Dominicana la ha mantenido como manera de infundir el miedo y el odio hacia lo haitiano, aun sabiendo que ya no existe tal intención, solo que ahora se la atribuyen a fuerzas extranjeras como Francia, Estados Unidos y Canadá. Cosa que tampoco es cierta.

Al igual que el artículo anterior nos seguimos apoyando en las ideas del historiador Juan Daniel Balcácer, como fuente principal, aunque hemos investigado otros autores como afirmamos más adelante.

Debemos precisar que, si bien es verdad que los haitianos interpretaron el proyecto separatista de los dominicanos como una amenaza para la preservación de la “unidad nacional” debido, principalmente, a que la independencia de la joven República Dominicana, según la tradición política haitiana, “ponía en peligro no sólo la estabilidad del gobierno central, sino también la estructura fundamental de la misma comunidad”, el intelectual haitiano Jean Price-Mars, en humilde gesto, reconoció y afirmó que las pretensiones haitianas acerca de la “una e indivisible” no eran más que un “inútil ensueño” de los gobernantes haitianos desde Toussaint Louverture hasta Fabré Geffradr.

A partir de 1930 con el advenimiento al poder de Rafael Leonidas Trujillo el panorama de las relaciones bilaterales entre Santo Domingo y Haití cambiaría radicalmente. Se inició entonces la llamada Era de Trujillo, sistema dictatorial que al decir del historiador Bernardo Vega reviviría y revitalizaría el prejuicio antihatiano a partir de la matanza de 1937 y sólo con el propósito de justificarla.

Como el antihaitianismo militante era el principal substrato ideológico de cierta élite intelectual criolla hubo quienes para consubstanciarse aún más con el dictador Trujillo aprovecharon la coyuntura para articular todo un discurso que tendría como principal argumento la fusión de la isla.

Los dominicanos, merced a un sistemático condicionamiento ideológico de sólidos fundamentos racistas, que durante la tiranía de Trujillo alcanzó categoría de versión oficial, hemos sido condicionados por parte de algunos de los más prominentes miembros de nuestra intelligentsia pro-hispanista a una interpretación unilateral de la cuestión domínico-haitiana. Varias generaciones de dominicanos se nutrieron ideológicamente de esa tradición hispanista que en algunos casos invirtió valores y categorías históricas con tal de presentar al pueblo haitiano como un peligro letal y permanente para la supervivencia del “ethos” dominicano.

El más grave de esos conflictos tuvo lugar a principios del mes de octubre de 1937 cuando “a lo largo de las fronteras septentrionales comenzaron las matanzas de haitianos” cuya cifra real nunca se estableció con precisión, pese a que algunos pensadores estiman que perecieron cerca de 12,000 haitianos. Dicho genocidio le costó a la República Dominicana una condena internacional y el pago de una indemnización de 750,000 dólares al pueblo haitiano.

Posteriormente Eugenio María de Hostos habría de proponer lo que llamó “la confederación de América” donde abogaba por la unidad de los países de América Latina. A partir de esta propuesta hostosiana hubo ciertos intelectuales de ambas partes que se animaron a escribir y proponer la idea de fusionar la isla, cosa que evidentemente fue contrarrestada tanto por intelectuales dominicanos como haitianos. Pese a que la propuesta ha sido ampliamente rechazada por ambas naciones ha quedado siempre el resquemor de si esto pudiera ser posible. Pero de esto seguiremos hablando en nuestro próximo artículo.