La Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de Cuba intenta recuperar el prestigio perdido tras cincuenta y tantos años de congelamiento total. Sus líderes, si es que tiene alguno, anuncian cambios en los documentos rectores de la organización y buscan, con las nuevas medidas, revivir el deseo perdido de los estudiantes de ser protagonistas de su propia historia. Nada fácil y lo saben. Y más cuando todos esperan que suceda el simulacro de siempre.
Según declaraciones públicas de la vicepresidenta nacional de la FEU, el reglamento aprobado recientemente permitirá que se realicen elecciones directas para seleccionar al presidente de cada universidad, algo que no sucedía en los colegios médicos y pedagógicos. Este paso «democrático» rompe, al menos en teoría, con el monopolio del poder ejercido por determinados grupos políticos (oficiales, por supuesto), quienes «supervisaban» los sufragios y monitoreaban el posterior desenvolvimiento de los vencedores.
Claro, los dirigentes «impuestos» nunca han gozado de la estima de la mayoría de los estudiantes y la ausencia de un liderazgo real resulta evidente. El descrédito y el servilismo desmedido de gran parte de los máximos representantes de la FEU ponen en entredicho el carácter independiente de la organización. Sus miembros ya se cansaron del mismo cuento y participan por inercia o compromiso en las actividades programadas.
Otro asunto relevante es que nadie quiere asumir cargos de dirección. ¿Por qué será? Los jóvenes capaces e inteligentes huyen de los titiriteros e inventan excusas o supuestos problemas personales. El papel de recadero, en ocasiones, molesta. Cero complicaciones y menos dolores de conciencia, digo, de cabeza. Al final, las cosas siguen igual.
Durante la etapa republicana, la FEU (fundada en 1922) intervino de forma activa en las luchas populares y en la defensa de los genuinos intereses de la Patria. Logró la autonomía universitaria y combatió, por diversas vías, a los gobiernos y dictaduras que oprimían al país. De sus filas salieron héroes y mártires. Hombres y mujeres de carne y hueso que terminaron esculpidos en mármol y que hoy residen en el recuerdo de los buenos cubanos. Pero esos tiempos ya pasaron. La sangre caliente se transformó en escarcha.
En la época actual, las orientaciones de trabajo de la organización emanan, por lo general, de la Unión de Jóvenes Comunistas o de las cúpulas institucionales de las universidades. Los dirigentes de la FEU asumen entonces el puesto de altoparlantes y reproductores de ideas concebidas por otros. La subordinación alcanza niveles insospechados y vergonzosos. Da pena.
Si un estudiante propone acciones independientes y reivindicativas, es cercado rápidamente. O entra por la línea trazada, o sufre las consecuencias. Existen miles de maneras de controlar el ganado. Pastores y perros guardianes hay de sobra. Las migajas también seducen.
Las marchas y manifestaciones públicas convocadas por los dirigentes de la FEU no exigen el mejoramiento de la alimentación en los comedores universitarios, ni denuncian el pésimo estado de las residencias estudiantiles, o la carencia de libros en formato físico para la docencia. Nada de eso. Las demandas están muy lejos de los deseos y aspiraciones de los alumnos. Entretanto, las pancartas y los carteles son escritos por manos extrañas.
El nuevo reglamento, afirma la vicepresidenta de la FEU, conseguirá que los estudiantes estén representados en los consejos de dirección, las comisiones de carrera, en la evaluación del proceso docente y en la ubicación laboral. Pero estos «logros» fueron conseguidos hace muchísimos años y pocas cosas cambiaron, salvo el movimiento de cabeza, aprobatorio y monótono, de los supuestos líderes. Ahora, permanecen inmóviles y silenciosos. Tal parece que tuvieran un nudo atorado en la garganta.
Los medios de prensa, por su parte, venden la imagen manipulada de estudiantes universitarios alegres y satisfechos con la situación imperante. Espejismos. Ciencia ficción. Sonrisas falsas que esconden tristezas reales. Historias adulteradas bajo la presión de las circunstancias. ¡Qué horror! El mundo está patas arriba.
La apatía colectiva y el rechazo de la mayoría de los jóvenes de sumarse a un proyecto social caduco y sin horizontes encienden las alarmas en los círculos de poder. El futuro de la estructura oficial descansa sobre un castillo de naipes. Panfletos de más o de menos no harán la diferencia. La FEU, la verdadera, se reencontrará tarde o temprano con sus esencias. Es la ley de la vida y nadie puede con eso.