Puede resultar extraño que en el mes de diciembre se me ocurra hablar sobre la “Feria del Libro”. Faltan cuatro meses para la misma y encuentro oportuno el hacer algunas anotaciones, ya que todo lo que tiene importancia en la vida requiere de una buena planificación y esto se  hace con tiempo.

Desde la década del setenta, he sido asidua visitante de esta actividad. He ido a los distintos sitios en donde se ha celebrado. Recuerdo la sencillez en la Fortaleza Ozama, en que uno iba caminando y mirando los libros exhibidos en el suelo. También en la de la Plaza de la Cultura caminando con mis hijos en medio del lodo, luego en la Plaza del Conservatorio, hoy Parque de Iberoamérica, y nueva vez  en la Plaza de la Cultura.

Honestamente confesaré que hace algunos años no asisto, pero es que esto, desde hace mucho tiempo, se convirtió en una feria de comida, chucherías y todo cuanto se pudiera vender, menos del libro.

Los estudiantes corren de un lado para el otro buscando pizzas y hot dogs, los maestros de las escuelas y colegios los llevan y los sueltan a su antojo, poniéndose de acuerdo para un punto de encuentro a determinada hora y regresar.

Las calles de Gascue se convierten en un verdadero caos, las guaguas que vienen de pueblos y barrios de la capital se amontonan en fila, ocasionando tremendo tapón.

Lo que más pena me da es ver que en vez de exhibir libros y promover la cultura, existe una gran ostentación de las instituciones del gobierno que piensan que mientras más llamativo sea su espacio, mayor es su trabajo y desempeño en sus funciones. La Feria del Libro también se ha convertido en una feria de competencia de las instituciones del Estado.

En Santiago de Chile se realizan dos ferias del libro, una en la Estación Cultural Mapocho, ésta en el mes de octubre y otra en la Plaza de Armas, en el mes de abril. Lo interesante de ambas es que “solo libros”.  A pesar de que en la Estación Mapocho es pagando, hay infinidad de actividades programadas para todo público, en especial, para los estudiantes. La de la Plaza de Armas es completamente libre, pero hay un gran despliegue de actividades culturales en la que se disfruta plenamente de la misma.

En nuestro país, lamentablemente las librerías han ido desapareciendo. ¡Cuánta pena!  Hemos perdido el hábito de la lectura. En Santiago de Chile, basta con ir a la calle San Diego en donde hay una cantidad enorme de librerías y tantas personas buscando libros, que casi no se puede caminar. De igual manera ocurre en Buenos Aires, en la calle Corrientes, por citar solo dos ciudades latinoamericanas.

Hagamos en nuestro país una verdadera “feria, pero de libros” y fomentemos la lectura en nuestras escuelas y colegios.