Presumo que los opositores al régimen de Trujillo, como lo fue mi padre el Prof. Ramón Antonio Jiménez Hernández, consideraron como una burla esta celebración por el 25 aniversario de su mandato donde la intranquilidad y la persecución lo caracterizaban. La inauguración de este evento en Santo Domingo el día 20 Diciembre de 1955 fue transmitida a todo el país, y con mis 11 años de edad lo escuché pues todas las casas y establecimientos comerciales de Santiago no querían -algunos por simulación- perderse este acontecimiento.
El 23 octubre de 1960 y por querer viajar por primera vez en avión vine al denominado Desfile del Millón -aterrizamos en el aeropuerto General Andrews de la Leopoldo Navarro- a realizare el siguiente día 24 en celebración del sexagésimo noveno cumpleaños del dictador. Se realizó a todo lo largo y ancho del Malecón, y como el retorno estaba fijado para el 25 por dos noches tuve la oportunidad de visitar algunos lugares en particular La Feria. Un mes después el 25 Noviembre ordenó el asesinato de las Mirabal.
La amplitud de sus calles, el alumbrado público con luminarias de vapor de mercurio, el diseño vanguardista de las edificaciones, sus coloridos murales interiores, la gran fuente de agua y luz, el drive-in o autocinema, las áreas lúdicas así como el coloso de la entrada y la llamada bolita del mundo de la salida, concitaron mi atención no pudiendo comprender con mis 16 años de edad cómo este testimonio de modernismo, progreso y bienestar era no más que un exhibicionismo, una vanidad del sátrapa para ocultar su delirio de dominio y crueldad.
Al no existir a principios de los 60 las avenidas, los conjuntos habitacionales y los inmuebles gubernamentales construidos al norte de La Feria -lo que hoy es Jiménez Moya era un angosto caminito hasta la Sarasota -el actual Centro de los Héroes parecía, con respecto a sus aledaños, la avanzada de un proyecto futurista conformado por construcciones modernas de varios niveles, esculturas, monumentos, fontanas y detalles urbanísticos que deslumbraban al caminante proveniente del interior y a los residentes de este sector.
Al inscribirme en la Universidad estaba domiciliado a más o menos un Kilómetro de distancia de este recinto ferial, y cuando sus edificios, pabellones, salones de exposiciones e inmuebles diversos fueron ocupados por Organismos gubernamentales e internacionales, sus innovaciones y atracciones fueron perdiendo poco a poco su interés durante las horas del día, pero no era el caso de algunos de sus puntos o localidades que adquirieron relevancia con la llegada de la noche.
Era de mi particular querencia acercarme a un concurrido Bingo localizado en las inmediaciones donde en la actualidad está el Maunaloa sólo con un propósito: escuchar la forma en que cantaba los números alguien cuya voz se hizo célebre en el hipitismo dominicano: Simón Alfonso Pemberton. Colocándose una mano abierta sobre un oído decía: Beeee…. 29; Oooo…..68. Iiiii….. 44 contribuyendo su pausada y grave pronunciación a reforzar su especial encanto. Inolvidable.
Aunque pocas veces visité, era de mi personal agradó avecindarme a los lugares -Típico Quisqueyano, Típico B y demás- donde había música en vivo sobre todo si estaba Ramón Gallardo y su orquesta con su vocalista Rafaelito Martínez 1926-2011. Este era un mulato facialmente muy parecido al ex-presidente de Cuba Fulgencio Batista que cuando interpretaba “La Mulatona”, “Llanto” y a escondidas “Era gloriosa” había que escucharlo por necesidad. Su triste y lastimero cantar aun lo recuerdo.
El encendido nocturno de la circular y monumental fuente de Agua y Luz -no confundir con el Teatro Agua y Luz- atraía a muchos visitantes peatonales o motorizados de toda la ciudad, y las ráfagas de pequeñas gotitas de agua que el viento arrojaba en nuestras caras eran particularmente apreciadas en las calurosas noches estivales. En la avenida Independencia próximo Rahintel un local de alterne llamado “El Patio”, por su permisividad y discreción gozaba de la preferencia de muchos noctámbulos.
Hay dos edificaciones fériales -aun en pie- cuyos hermosos diseños no han perdido su aliento modernista y atractivo a pesar de haber transcurrido tres cuartos de siglo de su construcción. El más bello es donde hoy se asienta el Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN) y de su conjunto la torre en ladrillo del reloj cuyo funcionamiento y carillón están siempre averiados. Este último es para mí lo más glamuroso. El antiguo pabellón de Venezuela al lado del CEA y en total deterioro, es el otro inmueble que se resiste a perder su vanguardismo arquitectónico. Debo decir que todos los añadidos a los edificios originales de la Feria son horrorosos, infames.
Con los años la denominada Liga Aborigen, el Club de la Farándula y el Maunaloa sin tener nada que ver con las edificaciones auténticas, son los sitios que durante las noches invitan a los capitaleños a visitar los terrenos de la antigua Feria, representando las ruinas del Teatro Agua y Luz como el esqueleto de un elefante blanco donde el gobierno central, municipal e inversionistas de aquí o de allá no ha sabido como conservar la principal joya de la corona.
Aprovechando la complicidad de la noche, la ausencia de peatones y la escasa vigilancia, el pasado recinto ferial ha sido en algunas zonas secuestrado por las obreras del sexo y agresivos travestis, que sea dentro del vehículo y en todo caso in situ están en disposición de ofrecerles a hombres urgidos por una gran presión espermática de una felación express, un rápido estupro manual es decir una masturbación, y de ser posible un coito more ferarum que es la penetración cuando el sujeto se apoya en sus cuatro extremidades con las piernas separadas.
Así como el hospital Angelita le ganó la batalla nominal a Robert Reid Cabral; Las Américas a José Fco Peña Gómez y la avenida del Puerto al Coronel de Abril Francis Caamaño, de igual manera la Feria le ha tumbado el pulso al Centro de los Héroes, pero esto último es una victoria pírrica, sin importancia, puesto que de su antiguo esplendor-la Feria- sólo ruinas permanecen no contemplándose ninguna intervención estatal para su rescate o redención.