En nuestro país se están viviendo momentos interesantes, pocas veces me encuentro con estos principios de “Razón suficiente” en la que se debaten actos primicias que deleitan el morbo intelectual y permiten romper el silencio episcopal de los morales wittgensteinianos estatistas morados.
El escenario ofrece una fuente inacabable para el debate que encienden a mí entender pasiones narrativas que edifican los contextos de la tradición y los desafíos de la maquinaría subversiva del deseo.
Hoy presenciamos el acalorado debate de los moralistas liberales peledeístas, los sacrosantos judeocristianos hijos e hijas de Abraham y los activistas por sus derechos. Los dos primeros acorralados por la culpa y sensibilizado con el compromiso de una normativa autoritaria. El otro, la otra, el transgresor/a, los que no renuncian a su pasión y que proponen normativas responsables y fundamentadas en el derecho. Veamos:
La narrativa que arguye la ética cristiana defiende la integridad de la patria con un furor de moralidad y miedo. Demandan edificar los valores cristianos y sacralizar el cuerpo. En cambio los otros/as, los desterrados del paraíso bíblico (mujeres y homosexuales) exigen legitimidad y el libre derecho de elegir su orientación sexual, decidir por sus cuerpos, salud, así como la aprobación de leyes justas que frenen la violencia y respeten la diversidad.
En cambio, los burgueses liberales proponen la tolerancia con un profundo gesto conservador de censura para ajustar los cuerpos que no se domestican en nombre de una ética común. Esta narrativa pretende incorporar una jurisprudencia que favorezca la hegemonía ideológica de la colonialidad y la explotación económica. Esto por supuesto, sin producir cambios que afecten las viejas reglas societarias en relación con la sexualidad y el cuerpo.
El arte de gobernar del peledeísmo basado en sus fundamentalismos jurídicos-teológicos está atravesado por estos significantes vacios. Por ello nos dice Laclau que se hace necesario modificar las relaciones de poder y poner en cuestionamiento el universal que opera como cierre
Por tales razones, en República Dominicana, el sexo sigue teniendo una dimensión de transgresión social. Todo acto pasional público, ya sea por sujetos heterosexuales o no, se considera una afrenta a la moral. Se escenifica en un escenario de ilegitima obscenidad. En pocas palabras el acto común de amarse y tocarse, aun en pareja heterosexuales en el ámbito público genera un cortocircuito entre los grupos más conservadores de las iglesias, congresistas, burgueses liberales que imposibilitan el acto. Y todo acto es por sí mismo un incondicional compromiso con la pasión, el cuerpo y la elección.
La postura de los conservadores liberales en su muestrario parlamentario es un compromiso con una hegemonía ideológica basada en la censura, lo obtuso y la cerrazón. Todo acto para estos grupos es un compromiso con un colectivo social, que se asienta en la reprensión y tiene que ser administrado por las elites.
Ya por eso, la Santa Madre Iglesia, escenifica y pone en práctica sus lamentaciones sacras para presionar al Estado opresor por considerarlo flojo y altruista con tales sujetos históricos. Y es ese modélico Estado que escenifica su fundamental deferencia política con los significantes de las elites religiosas o burgueses conservadores proporcionándoles espacios y medios comunicacionales para ideologizar sus instancias represoras.
Por consiguiente “las buenas costumbres” tienen que ser opresivas y explotadoras. El instrumento ideológico por excelencia es intentar sostener las viejas reglas sociales de la colonialidad, pues son las que frenan y enfrentan a los sujetos históricos que demandan libertad y derechos sociales, sexuales y reproductivos.
En este sentido, todo lo relativo a cualquier instancia que procure cambiar las exclusiones en el ámbito reproductivo y sexual es rechazado y purgado por los árbitros de la moral. Se edifica en el cuerpo social las ficciones universalistas del modélico Estado/Nación cuyo instrumento ideológico se cimenta bajo las reglas judeocristianas.
El Proyecto de Ley Orgánica para la Prevención, Atención, y Erradicación de la Violencia contra las mujeres y la propuesta de Ley de Salud Sexual y Salud Reproductiva son instrumentos en defensa de la libertad de las mujeres y de los hombres de este país. Hoy necesitamos con urgencia en la esfera pública, revalorar y detener el fundamentalismo eclesiástico y político del peledeísmo. Se hace necesario y vital, suprimir la violencia física contra las mujeres y la coerción y opresión patriarcal. El autoritarismo de Estado morado debe de ser ahogado y aparcado por propuestas sociales libertarias.
Estamos pidiendo que se aprueben estos proyectos de ley y que se pongan en ejecución. Hay que poner límites a la intolerancia religiosa y estatal. Hoy necesitamos con urgencia detener el feminicidio y la violencia en todas sus manifestaciones contra las mujeres, los niños/as y los homosexuales.
El patriarcado no se expresa de “sublimes formas”, es perspicaz, arrebatador y se introduce en lo “real” provocando exclusiones internas como externas para poder consolidar su fuerza política y sostener sus ideas hegemónicas de unos universales que son típicos de sociedades colonizadas que se amparan en un Estado Social ineficaz.
El programa doctrinario Estado/iglesia que sostiene actualmente el gobierno de Danilo Medina, en su lucha por apropiarse de aquellos aspectos de la vida social que tradicionalmente son considerados “apolíticos” como son la reproducción, la sexualidad y la preferencia sexual ha creado instancias represoras que se expresan, a través de jurisprudencias y medios de comunicación para asegurar el control estricto de los cuerpos. Una de ella son los discursos conservadores de los congresistas y funcionarios peledeístas abanderado con la moral cristianas sobre el cuerpo.
Por eso nos dice Ernesto Laclau que cualquier identidad que imponga su cierre hegemónico está consolidando un tipo de relación política que remite a significantes vacios, o lo que denominó como el cierre provisorio de la universalidad.
El arte de gobernar del peledeísmo basado en sus fundamentalismos jurídicos-teológicos está atravesado por estos significantes vacios. Por ello nos dice Laclau que se hace necesario modificar las relaciones de poder y poner en cuestionamiento el universal que opera como cierre.
Hoy estamos en pie de lucha, porque es innegociable la pérdida de la libertad y de nuestros derechos reproductivos y sexuales. Somos sujetos históricos y no estamos dispersos/as.
En esta paradójica y fascinante estructura entre fundamentalismos jurídico-teológico del peledeísmo y el deseo como demanda original de los Otros/as, me inclino por la formula de Freud, 1912, de que siempre hay una hendidura que es “eficaz” donde se desanudan los significantes del deseo y se consolida el destino particular de conectar al sujeto (iglesia/Estado) con la falta, la de pagar un precio por asumir sus actos. Ya nadie duerme.