Entre los cuentos de su maravilloso libro “Todo lo que quiero es olvidar” (Capital Books, 2011), Mario Dávalos incluye uno que me fascina de manera especial, que se desarrolla en Moca en la época en que las películas se proyectaban con rollos de celuloide: “La felicidad llega cuadro a cuadro”, en el cual al proyeccionista se le ocurre proponerle al dueño del cine cortar la última escena de una película, para que tenga un final feliz y el público salga contento y no voceando: “¡Ay, mi cuaito! ¡Eipipo, qué clavo! ¡Ladronazos!”, y así evitar el fracaso del film, pues “la noticia de una película mala se esparcía en el pueblo como un catarro” y él, “luego de quince años en la cabina de proyecciones y más de trescientas películas proyectadas desde la altura, sentía una culpabilidad y una mortificación terrible cuando una historia mal contada arruinaba tanto la satisfacción de la audiencia”.
El cuento “La felicidad llega cuadro a cuadro” me trae el recuerdo de dos anécdotas que hace mucho tiempo me contó Armando Almánzar sobre un pintoresco distribuidor de películas que, en parte de los años 60 y 70 del siglo pasado, tenía la representación en el país de varias compañías como Paramount y Universal.
“La leyenda de la ciudad sin nombre”, cuyo título original es “Paint Your Wagon” (Joshua Logan, 1969) es la adaptación de un musical de Broadway con muchas canciones interpretadas por los protagonistas, Lee Marvin y Clint Eastwood. Sin embargo, el distribuidor cortó casi todas las escenas de Eastwood y Marvin cantando porque, según él, al público no le gustaría que esos dos “tipos duros” de las vaqueradas, se pusieran a “cantar como maricones”.
“Enséñame a vivir”, cuyo título original es “Harold and Maude” (Hal Ashby, 1971), es una comedia de humor negro sobre un adolescente obsesionado con la muerte (Bud Cort) y su relación con una septuagenaria (Ruth Gordon), quien le enseña que la vida es el más valioso regalo. Al final, Cort se imagina por última vez su suicidio y vemos su carro caer por un precipicio. Ahí cortó el distribuidor y no dejó que el público viera el movimiento de cámara final que nos muestra a Cort vivito y coleando, pues ha aprendido a disfrutar la vida. El distribuidor consideró que eso sería burlarse del público.
Para poder ver completas y sin cortes ambas películas, tuvimos que esperar que, muchos años después, nos llegaran el telecable y los VHS y DVD.
En aquella época, fueron cortadas otras películas, pero no por iniciativa del distribuidor, sino de la censura, es decir, la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía, como pasó con “El Decamerón” (Pier Paolo Pasolini, 1971), basada en nueve cuentos de Bocaccio, de los cuales vimos ocho pues la censura le cortó uno (aproximadamente 15 minutos del metraje) que consideró ofensivo para la Iglesia Católica.
Otras películas no las cortaron, sino que simplemente las prohibieron completas, entre ellas “Los malditos” (Luchino Visconti, 1969) y “Cuentos inmorales” (Walerian Borowczyk, 1973), cuya prohibición se levantó en los años 80, ya con el PRD en el gobierno, y Arturo Rodríguez Fernández pudo estrenarlas en su primer Lumiere (el de la Pasteur en el antiguo Élite).
Porque “podía disgustar a las autoridades haitianas por tratar un burdo intento por reflejar la realidad social y política de ese país” (sic) en enero de 1968 fue prohibida “Los farsantes” (Peter Glenville, 1967), que el propio presidente Joaquín Balaguer se responsabilizó de la prohibición, alegando que la película ofendía “al Jefe de Estado de un país amigo” (que no era otro que el dictador haitiano Francois Duvalier, alias Papa Doc). Fue también en los 80, gobernando el PRD, que la prohibición fue revocada y la película pudo ser estrenada.
Pero varias películas prohibidas por Espectáculos Públicos eran llevadas por los distribuidores al Comité de Apelación y este levantaba la prohibición y permitía que la película se exhibiera, como pasó con “La Religiosa” (Jacques Rivette, 1966), “Los Demonios” (Ken Russell, 1971), “El Día del Chacal” (Fred Zinnemann, 1973), “Cantata de Chile” (Humberto Solás, 1976) y dos de las últimas de Pier Paolo Pasolini: “Los cuentos de Canterbury” (1972) y “Saló o los 120 días de Sodoma” (1975).
Una película que todavía permanece prohibida, desde hace 30 años, es “La útima tentación de Cristo” (Martin Scorsese, 1988), prohibición a la que dediqué el Tívoli del 26 de abril pasado, contenido en este enlace:
https://acento.com.do/2018/opinion/8559189-la-ultima-tentacion-cristo/
Hubo películas que Espectáculos Públicos aprobaba y se estrenaban, pero a los pocos días de estar en cartelera, la Policía Nacional impedía que continuaran exhibiéndose, como pasó en enero de 1970 con “La Batalla de Argel” (Gillo Pontecorvo, 1966), que una semana después de estar proyectándose, la fue a ver un alto oficial policial, quien salió escandalizado y fue a decirle al jefe de la institución que la película incitaba a la subversión y el terrorismo, por lo que el jefe envió una patrulla al cine a incautar los rollos del film, permaneciendo sin poder exhibirse hasta que lo permitió el gobierno del PRD en los 80.
Lo mismo pasó con “Z” (Costa-Gavras, 1969), incautada por la Policía Nacional pocos días después del estreno, en septiembre de 1970, medida que el entonces Secretario de Estado de Interior y Policía, mayor general Enrique Pérez y Pérez, consideró atinada porque “el mundo vive actualmente en una etapa de agitación, por lo que no se pueden permitir películas que estimulen la agitación”. Sin embargo, el distribuidor logró que el Comité de Apelación autorizara su proyección y la película retornó pronto a las salas de cine.
La censura solía caer en ridiculeces como la de clasificar películas para tandas separadas o segregadas para mujeres y hombres, es decir, la película se proyectaba en tanda vespertina para el público femenino y en tanda nocturna para el público masculino.
Otra ocurrencia fue la de especializar un cine para las películas que la censura calificara de pornográficas. Todo comenzó con la proliferación de películas con un contenido sexual grande y/o explícito que desató las quejas de religiosos y de laicos representantes de instituciones vinculadas a las iglesias, quienes escribieron en los periódicos y comparecieron a programas de televisión y radio, reclamando la prohibición de esas películas. Como esa prohibición afectaría económicamente a los distribuidores y exhibidores, estos acordaron con Espectáculos Públicos especializar al cine Lido exclusivamente para esas películas.
Un episodio memorable aconteció en 1973 con “Último tango en París” (Bernardo Bertolucci, 1972) que la censura calificó de pornográfica, es decir, solo podía exhibirse en el Lido, a lo que se negó el distribuidor (United Artists) alegando que era una obra de arte, no pornografía. Hubo toda una campaña mediática en apoyo al distribuidor, el cual terminó acatando la decisión de la intransigente Comisión de Espectáculos Públicos y estrenó la película en el Lido, donde permaneció mucho tiempo en cartel y donde fue a verla casi toda la “alta sociedad”, que durante semanas y semanas se desplazó desde Naco, Piantini y otros sectores, hacia aquel cine de la avenida Mella que de repente se vio lleno de un público inusual de empresarios, banqueros, altos funcionarios del gobierno, intelectuales, catedráticos universitarios, abogados, médicos, arquitectos, ingenieros, periodistas, publicistas, etc.
Nadie quería perderse “Último tango en París”. Plumas del calibre de Pedro Mir y Orlando Martínez, en la revista Ahora, y Antonio Emilio Ornes, en El Caribe, escribieron enjundiosos artículos analizando y elogiando la película, a la cual dedicó una edición la revista especializada Butaca 92 que dirigían Efraim Castillo y Arturo Rodríguez Fernández. Al darse cuenta de su metida de pata y para no seguir quedando en ridículo, la censura aplicó las sabias enseñanzas de Pototo y Filomeno (“pues si se mete la pata y se saca pronto, se queda bien”) y cambió la calificación de pornográfica a la película, permitiendo su exhibición en otros cines.
El nuestro no es el único país donde ha ocurrido la censura en el cine. Es una lacra mundial que ha motivado la creación de la “Muestra de Cine Lo + Prohibido” que cada año se presenta en Madrid, España, en el cine Artistic Metropol (que con orgullo anuncia que "no se enciende la luz de la sala hasta el último crédito"). La sexta edición tuvo lugar del 9 al 12 de agosto pasado. Más información en este enlace:
http://artisticmetropol.es/web/vi-muestra-de-cine-lo-prohibido/
Volviendo a los primeros párrafos de este artículo, caigo en cuenta de que “La leyenda de la ciudad sin nombre” y “Enséñame a vivir”, es decir, “Paint Your Wagon” y “Harold and Maude”, son dos de muchísimos casos de películas con títulos que me resultan curiosos por diversos motivos, como aquellos que no se corresponden con la traducción del título original.
Por ejemplo, “Don’t Look Now” (Nicolas Roeg, 1973) se llamó “Amenaza en la sombra” en España, “Venecia rojo shocking” en Argentina y “Extraña videncia” en otros países; “Trading Places” (John Landis, 1983) se llamó “Entre pillos anda el juego” en España, “Dos locos sueltos en Nueva York” en Colombia y “De mendigo a millonario” en otros países; “Hell or High Water” (David Mackenzie, 2016) se llamó “Comanchería” en España, “Enemigo de todos” en México y “Sin nada que perder” en otros países.
En 1965, dos años después de realizar su obra maestra “El Gatopardo”, Luchino Visconti volvió a dirigir a la actriz principal de la misma, Claudia Cardinale, en una película cuyo título original en italiano, “Vaghe stelle dell’Orsa”, es decir, “Bellas estrellas de la Osa”, está inspirado en unos versos de Giacomo Leopardi, que en una escena de la película recita uno de los personajes:
“Bellas estrellas de la Osa
volver como de costumbre a contemplarlas
sobre el jardín paterno centelleantes
conversar con ustedes asomado a las ventanas
de esta mansión donde habité de niño
y donde conocí el final de mis venturas”
Es curioso que la película se tituló, en España y países de habla inglesa y francesa, “Sandra”, y en países hispanoamericanos, “Atavismo impúdico”.
Otro ejemplo clásico es la segunda película de la trilogía de Sergio Leone, iniciada con “Érase una vez en el oeste” y finalizada con “Érase una vez en América”. Me refiero a “Érase una vez la revolución” que en España se llamó “¡Agáchate, maldito!” y en algunos países latinoamericanos “Los héroes de Mesa Verde” y en otros “Un puñado de dinamita”.
Este último título recuerda el del primer western espagueti de Leone, “Por un puñado de dólares”, al que siguió “Por unos dólares más” que en España se llamó “La muerte tenía un precio”.
Así como las arriba mencionadas, son muchas las películas que tienen un título en España y otro en América Latina, y ninguno de los dos corresponde a la traducción del título original en inglés. He aquí algunos ejemplos:
“The Sound of Music” es “La novicia rebelde” y “Sonrisas y lágrimas”
“Some Like It Hot” es “Una eva y dos adanes” y “Con faldas y a lo loco”
“North by Northwest” es “Intriga internacional” y “Con la muerte en los talones”
“High Noon” es “A la hora señalada” y “Solo ante el peligro”
“Play Misty For Me” es “Obsesión mortal” y “Escalofrío en la noche”
“McCabe and Mrs. Miller” es “Del mismo barro” y “Los vividores”
“On the Waterfront” es “Nido de ratas” y “La ley del silencio”
“The Shawshank Redemption” es “Sueños de libertad” y “Cadena perpetua”
“Sunset Boulevard” es “El crepúsculo de los dioses” y “El ocaso de una vida”
“Sleepless in Seattle” es “Sintonía de amor” y “Algo para recordar”
“Avanti!” es “Amantes a la italiana” y “¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre?”
“The Searchers” es “Más corazón que odio” y “Centauros del desierto”
“They Shoot Horses, Don’t They?” es “Baile de ilusiones” y “Danzad, danzad, malditos”
“All That Jazz” es “El show debe seguir” y “Empieza el espectáculo”
“Sorcerer” es “El salario del miedo” y “Carga maldita”
“Death Wish” es “El vengador anónimo” y “El justiciero de la ciudad”
“Working Girl” es “Secretaria ejecutiva” y “Armas de mujer”
“Targets” es “Míralos morir” y “El héroe anda suelto”
“Network” es “Poder que mata” y “Un mundo implacable”
“Little Fauss and Big Halsy” es “El falso ídolo” y “El precio del fracaso”
“Thunderbolt and Lightfoot” es “Especialista en el crimen” y “Un botín de 500,000 dólares”
“Deliverance” es “Amarga pesadilla” y “La violencia está entre nosotros”
“Heartburn” es “El difícil arte de mar” y “Se acabó el pastel”
“Junior Bonner” es “Hijo del torbellino” y “El rey del rodeo”
“Goodbye, Columbus” es “Los principiantes” y “Complicidad sexual”
“Taking Off” es “Búsqueda insaciable” y “Juventud sin esperanza”
“The Mechanic” es “Asesino a precio fijo” y “Fríamente… sin motivos personales”
“Airplane!” es “¿Y dónde está el piloto?” y “¡Aterriza como puedas!”
“The Naked Gun” es “¿Y dónde está el policía?” y “¡Agárralo como puedas!”
Los dos últimos me recuerdan el nombre de aquel programa de TV que producía Freddy Ginebra cuando el arcoíris era en blanco y negro: “Dígalo como pueda”. Pudiera llenar muchas páginas con más ejemplos de títulos que no se corresponden con una traducción del título original, pero me limitaré a mencionar unos pocos más:
“Dirty Harry” es “Perseguidor implacable”, “Carrie” es “Extraño presentimiento”, “West Side Story” es “Amor sin barreras”, “Blow Up” es “Deseo de una mañana de verano”, “Love and Death” es “La última noche de Boris Grushenko”, “Bananas” es “La locura está de moda”, “Annie Hall” es “Dos extraños amantes”, “Sunday Bloody Sunday” es “Dos amores en conflicto”, “The Sandpiper” es “Almas en conflicto”, “Soldier Blue” es “Cuando es preciso ser hombre”, “Across 110th Street” es “La mafia nunca perdona”, “The Valachi Papers” es “Los secretos de la Cosa Nostra”, “Mr. Majestyc” es “Con la ley en sus manos”, “Jeremiah Johnson” es “La ley del talión”, “The Candidate” es “El amargo sabor del triunfo”, “The Sugarland Express” es “Loca evasión”, “Next Stop: Greenwich Village” es “Barrio Bohemio”, “Butch Cassidy and the Sundance Kid” es “Dos hombres y un destino”, “The Paper Chase” es “La vida íntima de un estudiante”, “Easy Rider” es “Busco mi destino”, “What’s Up, Doc?” es “La chica terremoto”, “The Thomas Crown Affair” es “Sociedad para el crimen”, “One Flew Over the Cuckoo’s Nest” es “Atrapado sin salida”, “Brewster McCloud” es “El volar es para los pájaros”, “California Split” es “Racha de suerte”, “Lady Sings The Blues” es “El ocaso de una estrella”, “Born Free” es “Una leona de dos mundos”, “Rosemary’s Baby” es “La semilla del diablo”, “American Grafiti” es “Locura de verano”, “Save the Tiger” es “Sueños del pasado”, “Play It Again, Sam” es “Sueños de seductor”, “Cousins” es “El sabor de la infidelidad”, “The Fortune” es “Dos pillos y una heredera”, “The Missouri Breaks” es “Duelo de gigantes”, “Alice’s Restaurant” es “Déjennos vivir”, “Five Easy Pieces” es “Mi vida es mi vida”, “Night Moves” es “Secreto oculto en el mar”, “Klute” es “El pasado me condena”, etcétera, etcétera, etcétera.
Y me despido con uno de los más curiosos, tanto en inglés como en español:
“Who is Harry Kellerman and why is he saying those terrible things about me?” es “Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?”