Nadie tiene más fe que un ateo. La materia vino de la nada, sin ninguna fuerza externa que la creara, y la vida surgió de la materia, sin nadie que lo planificara. Y lo más grande: los seres vivos evolucionan, y de esa manera surgió el cerebro humano, con sus 100 billones de neuronas funcionando en computadoras paralelas para permitir la proeza del pensamiento humano. ¡Cuánta fe, señores, tienen los ateos!
La realidad científica es diferente: “en la naturaleza nada se crea, nada se pierde, todo se transforma” (Lavoisier), y: “los cuerpos tienden a conservar su estado de reposo o movimiento a menos que una causa externa intervenga” (Newton), de modo que, ¿cómo comenzó todo? La teoría del Big-Ban es incompleta, pues supone que “hace millones de años aparece una masa que se inflama, se expande, y de sus partículas van surgiendo los diferentes astros del universo”, pero, ¿cuál causa externa provocó ese movimiento (pues nada sucede sin que algo lo cause)? Por otro lado, decir que la materia es eterna es un escape místico, pues sugiere algo inmaterial, invisible, y no cuantificable, en oposición a la hipótesis materialista.
La otra realidad científica es que “todo vivo nace de otro vivo” (aforismo de Redi), tal como lo demostró Pasteur, de modo que, ¿cómo comenzó la vida? Ya sabemos que las cucarachas y los ratones vienen de otras cucarachas y de otros ratones, y que no surgen de la suciedad, como se pensaba antes. Además, es lógico suponer un comienzo, pues cada vez hay más seres vivos, pero, entonces, ¿quién puso el primer huevo?
La otra realidad científica es que el universo involuciona, según la entropía o segundo principio de la termodinámica: “en el universo las cosas se mueven del orden al desorden”, y “hacia la pérdida de energía”. Es fácil decir que una ameba produjo un gusano, y que el gusano devino en ratón, y que el ratón se convirtió en mono, y que del mono vinieron seres humanos. Es como suponer que la pelota subió la escalera por si misma, porque antes estuvo abajo y ahora está arriba, pero, la cuestión no es afirmar que esto sea posible, sino si es factible, pues describir la escalera no explica por qué la pelota está arriba.
El consenso histórico es que es más facil creer que dudar. La mayoría de los científicos, filósofos, y la gente en las diferentes culturas ha sido creyente, pues resulta lógico suponer a Dios detrás del átomo o del cerebro humano, pues, si todo fuera obra de la evolución, habría que rendirle pleitesía por la proeza del universo.
Solo el mal ejemplo de los creyentes hace difícil creer en Dios, de lo contrario la fe en Dios sería universal, y por eso el argumento más fuerte del ateo es la inconsecuencia de los creyentes.
De modo que, el reto no es solo demostrar que Dios existe, sino demostrar que tenemos amor, justicia, y solidaridad, pues esto hace más fácil creer lo otro.