El irracional apego al poder, a la fama  y al oropel y riqueza que traen consigo, hace a muchos líderes extraviarse en la oscuridad y quedar atrapado en un largo túnel donde la realidad queda fuera del alcance de los ojos. Tal vez esa sea la causa que ha llevado al expresidente Leonel Fernández  a  incurrir en fatales decisiones que merman cada vez más su resquebrajado liderazgo y le alejan de su poco realista propósito de buscar la presidencia.

No había acabado el presidente Danilo Medina de juramentarse, cuando la misma tarde del 16 de agosto del 2012 comenzaron a aparecer por toda la ciudad, como por arte de magia, vallas gigantescas con la figura del señor Fernández promoviéndolo como “el hombre del destino” y no acababan de contarse los votos de las elecciones de ese año, cuando ya se veía en marcha una campaña por las redes promoviendo su candidatura para el 2020. Su fatal decisión de resistir la fortaleza del liderazgo del presidente Medina en su propio partido, le hizo ser infiel a sus obligaciones partidarias oponiéndose al voto mayoritario de su comité político y a las primarias abiertas en su partido, incorporándose a desgano tardíamente a una campaña en la que debió ser el más entusiasta promotor en el 2012.

Lo cierto es aunque no lo advierta que su ciclo concluyó. El lastre político que todavía arrastra consigo, será el principal obstáculo a sus deseos de volver al cargo que ama tanto como a sí mismo.  Además, sus planes personales chocan inevitablemente con aquellos que han estado a la espera de una oportunidad para dar ese gran salto durante dos décadas, porque  el 2020 es el momento para que nuevas figuras dominen el escenario electoral, dentro y fuera incluso de su nuevo partido.

Su candidatura y la forma en que se apoderó de un partido para auto nominarse demuestran que el señor Fernández ha perdido el foco.