En estos días observaba mis manos a propósito de una historia de necesidad de cuidado y reencuentro entre todos los miembros de una familia, y fue curioso lo que descubrí.

Si observamos las manos humanas, nuestras manos, nos podremos dar cuenta de su perfección para hacer un trabajo en equipo. La forma  curva que el tamaño diferente de los dedos les da, las hace móviles, prácticas, versátiles, dando la posibilidad de formar el puño cerrado empaquetadito con todas las uñas guardadas hacia dentro y la imagen de fuerza para responder a una amenaza  hacia fuera.

Es como si representaran en  esta posibilidad tres funciones de la familia que son muy necesarias hoy día: cambiar, proteger y defender. Cambiar para adaptarse a las etapas de desarrollo del ciclo de vida familiar; proteger del miedo, la duda, el hambre de amor; defender de las amenazas de fuera y de las inseguridades del interior.

He decidido alargar el inicio de año para no hacerlo tan fugaz y desarrollar la consciencia de que no es fácil construir lo que queremos como felicidad

Seguía mirando mis manos y pensaba cuánto tenemos que aprender los humanos y humanas de ellas. Cada dedo, con su tamaño, forma y grosor cumple sin disgusto, su función. ¿A quién se le ocurriría ponerse "enemiguito" con el dedo índice? o ¿qué bebé disfrutaría del placer al desarrollar su reflejo de succión con el dedo meñique?, sería muy incómodo; ¿quién señalaría con el anular o con el mayor?

En la familia pasa exactamente igual, cada hijo e hija, cada padre y madre son diferentes y lo más absurdo sería esperar que pensaran y actuaran igual, pues dejarían de ser ellos y ellas y hasta de cumplir con la responsabilidad para la que fueron creados.

Pero curiosamente los mayores problemas en las familias ocurren por esa dificultad de reconocer las diferencias como aportes para que el equipo completo funcione bien. Hacer honor a esa unicidad que Dios puso en cada ser humano, muchas veces se hace muy difícil y genera mucho dolor en las familias. Es así como se rigidizan las posturas y terminan distanciados, enojados y disgustados.

Como cada hijo e hija, cada dedo de la mano tiene el tamaño y forma perfecta para contribuir al trabajo de la mano completa y funcionar mejor como un equipo.

Las manos son flexibles, tienen fuerza y dan confort, características necesarias en las familias de hoy para el reto de criar, hacer crecer y madurar  para desarrollar seres humanos sensibles, pero al mismo tiempo con fortaleza de carácter.

Las manos acarician, cargan, protegen y acurrucan igual que las familias que dan afecto, ofrecen soporte, protegen de los riesgos y tranquilizan frente a la angustia, teniendo como resultado  niños y niñas seguras/os, relajadas/os y felices.

Finalmente, ambas manos se unen para aplaudir y celebrar lo bueno, lo bonito, lo valioso, al igual que las familias que reconociendo la necesidad de hacerlo  desarrollan la autoestima en los que van creciendo.

Estas mismas manos unidas pueden seguir un ritmo y crear una hermosa música que provoca alegría, la misma que se siente en las familias cuando, luego de una difícil negociación, logran acuerdos y danzan al ritmo de la posibilidad de construir un mejor futuro para cada persona con sus diferencias, pero con la riqueza  de sentirse amada y aceptada tal cual es.

He decidido alargar el inicio de año para no hacerlo tan fugaz y desarrollar la consciencia de que no es fácil construir lo que queremos como felicidad, para esto necesitamos tiempo, herramientas y metáforas que nos convenzan de que sí es posible.

¡Feliz 2015!

solangealvarado@yahoo.com

@solangealvara2