(Mis reflexiones en Semana Santa, como Cristiano)
Sin familia no hay ninguna oportunidad de construir un mundo de paz y de amor. La redención y la pasión de Jesús que recordamos en esta Semana Santa tiene como centro el amor de Dios. Un amor que nos hace ser más persona y más humano.
El signo más revelador del final de la pasión de Jesús es la forma en como se produce el paso del nazareno de su condición humana al cumplimiento de su misión divina mesiánica, con la afirmación de la familia. “Mujer, he ahí a tu hijo, He ahí a tu madre" San Juan 19:26 y el otro momento e inmediato que dota de significación el hecho, es el sentido del valor de la familia presente en la pasión de Jesús en: Lucas 46, Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
No importa de donde venimos del sur o del norte del este u oeste, nuestros caminos cobran sentido en la familia y el respeto a la vida. La tierra llora de tantas cruzadas, guerras, esclavitudes, pobrezas, muertes, familias viviendo debajo de puentes, niños sin pan, armas de destrucción masivas e ideologías que relativizan la verdadera razón de la libertad; la vida.
Planear intervenciones militares, prever como daños colaterales la muerte y destrucción de poblaciones, adorar al dios mercado y su predilección por una ideología y, tener como centro el poder y control sobre la voluntad de seres libres hijos de Dios, no son cosas de amor que agradan al Dios verdadero.
La iglesia debe hacer de su pastoral familiar una acción evangélica que sana una sociedad enferma de egoísmo, violencia y odio. La evangelización debe ser una forma de vivir la fe y no un proceso de enseñanza aprendizaje de destrezas y saberes catequéticos fríos de amor y ausentes del plan de amor de Dios. El compromiso de amor en favor de un reino de justicia, nos obliga a una pastoral familiar que acoge en ambiente de comunidad y que privilegia las relaciones fraternales,antes que los formalismos sacramentales y ceremonias más litúrgicas que ligantes de amor.
Sólo en la familia se conoce la fuerza del amor de Dios sin medida, se vive la Resurrección; que es el triunfo de la vida sobre la muerte. La familia es esperanza de paz y certeza de amor, y ante este hecho demoledor de vida todo cristiano debe reclamar a su iglesia una pastoral de encuentros sin muros burocráticos que sepulten sin posibilidad de resurrección el amor de Dios.
La Resurrección del Hijo de Dios, Jesús, nos invita a renovar nuestros votos de Fe en favor de la Vida, la Familia, la Paz y el AMOR. Vivamos la Resurrección, que Jesús es Vida.