Iniciamos un ciclo de reflexión sobre la familia y la escuela, cómo los centros educativos se nutren de las familias, es decir, lo que llega a la escuela es lo que va desde la familia, y lo que regresa a la familia es un resultado de lo que se ha dado en la escuela, de tal modo, que existe una relacion bidireccional en ambas instituciones que se complementan una a la otra.
“La familia es un elemento fundamental para entender el carácter peculiar del niño que manifiesta conductas agresivas conflictivas. La escuela suple en cierta forma los aspectos que un núcleo familiar no puede albergar, también supone el ensanchamiento del mundo cercano de los niños, sus primeras experiencias fuera del contexto protegido de su familia” (Fernández 2009).
Algunos factores en la familia que pueden afectar en el ambiente escolar son: la destrucción de la familia, los malos tratos y el modelo violento en el interior de la misma, modelos familiares en los que se impone todo por la fuerza, familias con métodos de crianza y prácticas sin límites o en otros casos punitiva, la falta de afecto entre los cónyuges y la ausencia de seguridad y cariño.
La familia, sus tipos y características e impacto en la escuela
Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la familia, es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado (Art. 16.3). Es la institución que agrupa a seres por lazos sanguíneos o no, que conviven en un mismo habitad. Otro concepto lo propone Minuchin (1986) “La familia es un conjunto organizado e interdependiente de personas en constante interacción, que se regula por unas reglas y por funciones dinámicas que existen entre sí y con el exterior”.
A finales del siglo XIX e inicio del siglo XX la familia se mantuvo con poca variación en sentido general, sin embargo, a lo largo de las últimas décadas del siglo XX ya comienzan a verse los cambios al interior de la célula principal de la sociedad y de forma rápida comienzan a aparecer nuevos tipos de familias con sus respectivas características, surgiendo una variación significativa en el modelo de familia nuclear conocido hasta ese tiempo (Valdivia Sánchez, 2008).
En tal sentido, es muy importante que la gestión del centro educativo pueda conocer los tipos y características de las familias que forman parte del mismo, pues según sean las familias, así será en cierto modo la dinámica escolar, partiendo de la premisa de que la escuela es la suma de muchas familias, que interactúan, conviven y aprenden juntas.
Elementos característicos de la familia impactan en la escuela
Tres grandes categorías son descrita por autores como Romagnoli, C. y Cortese, I. (2015): 1) Actitud y conductas de los padres frente al aprendizaje; 2) Recursos relacionados con el aprendizaje y clima familiar y 3) Estilos de crianza. Al conocer estos elementos se puede lograr una mayor articulación entre familia y escuela.
Las tres categorías presentadas, se convierten, cuando existen en la familia, en un impacto positivo que fortalece a la gestión, la convivencia y el clima escolar. Es una garantía para la escuela, pues su trabajo será mejor aprovechado y la dinámica de enseñanza aprendizaje irá en ascenso, una conciencia más amplia de participación y asimilación de su rol en la escuela en estas familias.
También hay un impacto bueno en la escuela cuando se dan climas familiares positivos y estilos de crianza adecuados pues ellos, generan en los niños confianza general y un sentido de sí mismo efectivo, orientación positiva a metas de la escuela, interés general acerca de la preparación para el futuro y ajuste positivo a la escuela.
La dimensión socio-afectiva está vinculada al éxito escolar y social de los niños y niñas en la escuela pues, las emociones ejercen una influencia directa en los procesos de aprendizaje. Incluso, además de que la estructura intelectual del niño está unida a su afectividad, su desarrollo cognitivo se amplia, pues los niveles de autoestima contribuyen con esto. De la misma forma, cuando los niños/as se sienten fuertes, firmes y seguros, crecen emocionalmente (Mena, Romagnoli y Valdés, 2008).