Es momento de reconocer la gran labor realizada por nuestras familias en este año escolar que casi termina. Se han entregado para cuidar y preservar la salud de sus hijos y han provisto lo necesario para dar continuidad al proceso educativo, mientras han enfrentado situaciones y retos diversos. No sorprende que hoy muchos padres están agotados y algunos hasta han pensado tirar la toalla, pero siempre preocupados por el bienestar de sus hijos.
Durante este período se ha puesto en evidencia las necesidades que tienen nuestras familias de recursos y apoyo, pues no necesariamente poseen los conocimientos ni las habilidades para acompañar de forma apropiada a sus hijos a pesar de tener las mejores intenciones. Hemos escuchado a más de un educador comentar que muchos padres han recurrido en esta modalidad a distancia a hacerle los trabajos a sus hijos, interfiriendo en su proceso y evitando que sea el propio hijo que realice sus actividades y tareas. No se dan cuenta del daño que hacen con esta y otras acciones similares, que entendemos lo hacen con las mejores intenciones del mundo. En otros casos, las familias no cuentan con el espacio ni las condiciones apropiadas para el sano crecimiento, desarrollo y aprendizaje de sus hijos.
Independientemente de no tener plena capacidad ni los recursos para dar seguimiento al proceso académico de sus hijos, la gran mayoría ha intentado hacerlo lo mejor posible. Han sido verdaderos héroes y heroínas. Sin ser educadores, muchos padres han acompañado, motivado y buscado ayuda para que sus hijos salgan adelante. Han hecho un gran esfuerzo por llegar a puerto seguro en medio de la tormenta. En este proceso han conocido mejor a sus hijos y comprendido el proceso, valorando al docente y a la escuela más que nunca.
Seguimos en un escenario de incertidumbre pero el panorama se ha ido aclarando y ya pronto nuestros niños podrán regresar a las aulas con alegría y esperanza para finalizar el año escolar. Esto representa un paso importante para su desarrollo y aprendizaje, pero también implica unos ajustes que tomen en cuenta todos aquellos factores para asegurar la salud, la atención y para poder dar respuesta a una diversidad de necesidades que surgirán como consecuencia del encierro y de las vivencias y experiencias de cada familia.
El rol de los padres seguirá siendo crucial. Se presentan nuevos desafíos para el período de vacaciones. Uno será garantizar un merecido descanso, la salud mental y el bienestar de nuestros hijos, quienes han estado sometidos al aislamiento y a mucha presión. Para algunos ha funcionado pero para otros ha implicado un gran esfuerzo que los ha llevado al cansancio y a la desmotivación. Será necesario diseñar experiencias ricas y positivas que no requieran de pantalla y que promuevan la interacción social, el contacto con el mundo natural, al aire libre y que promuevan el desarrollo de las competencias emocionales. Pueden integrarse a actividades de trabajo social, comunitario o ecológico, así como sumarse a alguna causa constructiva como limpieza de playas, de siembra o algo similar.
Otro reto será la necesidad de recuperar y reforzar los aprendizajes académicos. Este tiempo fuera del aula ha llevado al retraso en el logro de los objetivos académicos, tal como establecen organismos internacionales como UNICEF y UNESCO. Se pueden aprovechar las oportunidades y diseñar actividades que permitan a nuestros hijos continuar fortaleciendo sus capacidades y profundizando en el desarrollo de competencias académicas y para la vida.
Es necesario seguir promoviendo buenas prácticas de crianza en los hogares dominicanos. El soporte y la colaboración del Estado y de los centros educativos es trascendental. Sin familias sanas, comprometidas y activas, será difícil recuperar el tiempo perdido con nuestros niños y jóvenes. Cada día cuenta y será crucial. Dediquemos tiempo de calidad para lo verdaderamente importante: educar personas sanas, felices, responsables y con las competencias para desenvolverse en nuestra sociedad y transformarla.
*Dra. Margarita Heinsen y Emelinda Padilla