Desde el punto de vista de la lógica del poder, no hay nada mejor que obligar a los sectores dominados a gastar sus energías, esfuerzos, tiempo y pensamientos en distinguir a los verdaderos opositores de aquellos que juegan a las apariencias de serlo. En ese esfuerzo de distinción se puede ir un tiempo precioso que permite a los detentadores del poder reforzar su dominio, mientras preparan otra celada.
Durante el tiempo que reina la confusión, los verdaderos opositores no las pasan bien en términos de influencia popular y arraigo político. Incluso, en los casos más extremos los opositores de apariencia se roban el show mediático y concentran los focos de atención política a nivel de opinión pública, relegando a los opositores reales a un papel marginal.
Los opositores ficticios cumplen la función de adormecer el espíritu de lucha, reducir los niveles de combatividad política a un grado que permita a los usufructuarios del manejo de la cosa pública, servirse sin obstáculos con la cuchara grande de la ambición más desmedida. De esta manera, en ausencia de una oposición real, se fomenta la adaptación pasiva a la sociedad de privilegios irritantes, desigualdades sociales y corrupción desenfrenada.
Eso es precisamente lo que ha estado pasando en nuestro país y todavía continúa sucediendo con el partido que aun parece que considera insuficiente el proceso de acumulación de riquezas traducibles en herramientas efectivas de poder político, económico y social.
Quizá nuestro país es el mejor espacio donde se ha probado que “el poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente”, frase proferida por el historiador británico Lord Acton en 1887. Esto es lo que hemos visto en nuestro lar patrio, sobre todo, a partir de la concentración de todos los poderes del Estado en una sola entidad partidista, hasta el punto de que el PLD, bajo la conducción de Leonel Fernández, Félix Bautista y Víctor de la Rúa, pueden decir, como Luis XIV, “El Estado soy yo”.
El control morado de todas las instancias de los poderes del Estado le ha servido hasta para disminuir la brillantez de las siglas del PRD, como lo registran las encuestas y provocar el abandono de algunas de sus figuras fundacionales más emblemáticas, lo que sumado a la inacción de las fuerzas opositoras, favorece la perpetuidad en el gobierno de los depredadores insaciables de los bienes públicos. Es la ejemplificación práctica de la verdad maquiavélica de “divide y vencerás” ejecutada con singular maestría por un hombre bien ducho en las artimañas políticas.
Con las siglas disminuidas del PRD y vaciadas de todo contenido ideológico, se busca mantener vivo el ciclo de ruptura y proyectar un ambiente de fragmentación partidista, mientras se crea la percepción de la eterna desunión y desintegración de la oposición, con lo cual se pretende llevar el desaliento y la resignación a las filas de la oposición real frente al hecho “consumado” de que en tales circunstancias tendremos al peledeismo gobernante hasta el 2036, como dijera el expresidente Leonel Fernández, quien amenaza con volver para seguir reeditando los escandalosos casos de corrupción que todavía le persiguen.
Frente a este cuadro ominoso de carencia de adversarios reales, nos hemos propuesto demostrar que todavía hay razones para la esperanza, que aquí habrá patria, que aquí existe una verdadera oposición que sabrá romper las barreras mediáticas y financieras que hasta ahora le han impedido asumir un papel más protagónico.
Como parte de la oposición real, nos proponemos disipar la sensación de que todo está perdido, demostrando que esta situación sí tiene arreglo, si todos nos unimos en un frente opositor que frene de golpe los pasos de quienes nos amenazan con vientos huracanados, pero que podemos convertir en simples brisas que no tumban cocos.