La potencial candidatura presidencial de Ramfis Domínguez Trujillo, nieto del dictador Rafael L. Trujillo Molina, es un desafío a la historia y al sistema, al tiempo que pretende pasarle factura a determinados sectores de la sociedad.

El proyecto político de Domínguez Trujillo desafía la historia, dado que un Trujillo pretende alcanzar la Presidencia de la República sin desmarcarse de la sangrienta herencia de su antepasado.

Asimismo, desafía al sistema, porque la Ley No. 5880, promulgada por el Consejo de Estado en 1962, todavía esta vigente. La misma prohíbe la difusión y promoción del trujillismo. ¿Podría interpretarse que las aspiraciones de Domínguez Trujillo son violatorias de dicha ley? Además, pretende alcanzar la Presidencia desde una plataforma no tradicional, algo que sólo ha logrado el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y para ello tuvo que aliarse en 1996 al Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), en ese entonces partido gobernante y junto al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) los pilares del escenario político nacional desde 1966.

También le pasa factura a la izquierda dominicana. La misma ha sido incapaz de articular un proyecto político creíble en los últimos 50 años. Sus últimas esperanzas, Guillermo Moreno y Minoú Tavárez Mirabal, se diluyen. Incapaces de unirse, el primero gastó todo su capital político en el año 2013 cuando, de manera inconsciente, le sirvió de pieza de ajedrez a Danilo Medina en su afán de destruir a Leonel Fernández. La segunda, después de una exitosa trayectoria como Vice Ministra y diputada por tres períodos mientras militó en el PLD, asiste impasible al ocaso de su carrera política, presidiendo un partido que no alcanza el 1% de las preferencias y siendo testigo de que el apellido que tanto sus padres combatieron pesa más en el electorado que el de ella.

La derecha no se queda atrás. En un esfuerzo loable, el PRSC, la FNP, el PQDC y el propio partido de Domínguez Trujillo, el PDI, bajo el liderazgo de Ismael Reyes, forman el Movimiento Tricolor, con el propósito de enfrentar la creciente invasión pacífica que nos azota desde el lado occidental de la isla. Sin embargo, el escaso impacto de los líderes de esos grupos en el electorado le ha permitido a Domínguez Trujillo adueñarse de su discurso y hoy es el referente en los temas de debate que la derecha política dominicana ha manejado durante los últimos años.

Domínguez Trujillo no ganará la Presidencia de la República en el 2020, pero su participación electoral producirá una serie de acontecimientos, que pasamos a enumerar:

  1. Obtendrá una votación mayor que la de todos los partidos “emergentes” juntos.
  2. El porcentaje del electorado que obtenga reflejará el real peso específico del apellido Trujillo en la cultura política dominicana.
  3. Sepultará de manera definitiva a la izquierda, probándole al país la incapacidad de articulación política de este sector.
  4. Se adueñará del discurso de la derecha, opacando la participación electoral de un cierto número de partidos que, aunque los temas que trata en sus participaciones públicas coinciden con el pensar de una porción importante de la población, no cuenta con capacidad de movilización electoral.

La solución para los grupos de derecha e izquierda radica en lo siguiente: deben participar en las elecciones de 2020 en bloques ideológicos e identificar dentro de sus respectivos ámbitos a figuras que manden al electorado un mensaje de renovación. De esta manera, la derecha y la izquierda ideológicas probarían que se separan de la vieja política, que se mantienen apegados a sus principios y que los votantes nunca deben mirar a Trujillo para cambiar el estado de cosas en que vivimos.