En otro módulo sobre Crédito Público volví a comprobar la efectividad de las críticas sobre el endeudamiento en sembrar aprensiones sobre su pertinencia y sostenibilidad. El diagnóstico de entrada fue bastante pesimista: crisis al doblar de la esquina, se toma prestado para pagar intereses y capital de lo que vence, hay que arroparse hasta donde de la sábana, préstamos deben ser sólo para obras públicas y con acreedores multilaterales que supervisen uso de fondos y, por supuesto, sólo cuando el ahorro interno no alcance para terminarlas.
Dedico buena parte del tiempo de las facilitaciones al análisis de ese escenario, en línea con varios artículos he escrito sobre el tema en este medio. La percepción de crisis inminente, por ejemplo, les explico que es causa del énfasis en el indicador Deuda/PIB. Todos reconocen que un acertado diagnóstico de una enfermedad no se puede basar exclusivamente en, por ejemplo, la cantidad de glóbulos rojos. Ven a sus doctores combinar ese indicador con los resultados de quince pruebas más antes de concluir que provocó la sirimba. Un perfil de deuda no se puede hacer sólo con un indicador de solvencia. Les explico y muestro la situación favorable de indicadores como la proporción de deuda que vence a corto plazo, el promedio de refinanciación de la deuda, porcentaje deuda en tasas variables y otros que se aprecian en este enlace. En su informe trimestral al congreso, la Dirección General de Crédito Público tiene una sección especial sobre el perfil de riesgo del portafolio, generalmente ignorada por los analistas sensacionalistas de la deuda.
Con respecto a la ojeriza con el crédito, los lleve a visualizar un mundo donde éste no exista. ¿Qué civilización tendríamos si el ahorro sólo pudiera invertirlo en nuevas empresas o gastarlo en bienes y servicios aquel que lo genera? ¿Dónde estuvieramos si obligatoriamente hay que consumir ajustado a lo que se percibe de ingresos o invertir exclusivamente las sumas que se pueda generar con ahorro propio? El intercambio, por supuesto oneroso, entre las personas con diferentes preferencias entre consumo-ahorro es uno de los pilares de la civilización moderna. La tasa de interés es el precio que resulta de este acuerdo de voluntades, en principio directo, pero luego superado con el surgimiento de intermediarios multiplicaban los beneficios y aumentan la cobertura del servicio, especialmente en la era gloriosa del patrón oro.
“Profe, pero recuerde el cuadrito que estaba en cada casa con un flaquito con la mano en la cabeza lamentándose ‘Yo vendí a crédito´ y al lado gordito en papuana, fumando puro con ´Yo vendí al contado’; y los casos en que por no pagar deudas personajes de la Biblia terminaron en la cárcel…” Eclesiástico 29 menciona las bondades y los riesgos de prestar dinero que, como en ese pasaje no menciona retorno con interés, también aplicaría al ceder temporalmente el disfrute de cualquier bien. Sin embargo, en la Parábola de los Talentos hay una reprimenda a siervo que enterró dinero en vez de, por lo menos, lograr la retribución por interés de un intermediario que lo guarda y lo presta. Y es a esa devolución, de capital prestado más intereses, a la que tiene derecho el acreedor; a bienes materiales como los prestados, no a una libra de carne del deudor o a una renuncia expresa de derechos inalienables.
En cuanto a la sostenibilidad del financiamiento, creo quedaron convencidos que el momento más apropiado para esa discusión es durante la aprobación del presupuesto anual. A las cámaras se remite luego de recortar las aspiraciones de gastos de cada ministerio y del monto solicitado por el sector privado en transferencias y subsidios, para hacerlas consistentes con un plan de financiamiento sostenible en el mediano plazo. Pregunté de nuevo a los participantes cuál es el interés principal de un congresista cuando recibe ese documento: ¿Conocer las ecuaciones de comportamiento, parámetros y supuestos del modelo de sostenibilidad del plan de financiamiento o el listado de las obras públicas a ejecutar en sus provincias? ¿Qué respondieron?
A pesar de que este era un grupo de servidores públicos que tienen restricción al ejercicio del sufragio, volví a solicitar a dos voluntarios para representar a Juan el Austero y a Pedro el Joseador en incendiarios discursos de cierre de campaña.
Con vehemencia Juan solicitaba a los votantes que lo llevaran al Congreso para que la provincia sea un referente nacional en la necesidad de reducir el déficit fiscal, dando ejemplos de desprendimiento en declinar la sede de los Juegos Nacionales, desacelerar el ritmo de ejecución del acueducto, reducir en un tercio la nómina de empleados públicos, llevar a una cobertura del 100% los negocios con impresora fiscal y tolerancia cero para los evasores impuestos.
El Joseador, sin embargo, juró que para un rodillo abandonar la construcción de la villa de los atletas tendría que hacer de su cuerpo alfombra en el pavimento, que no se podía esperar un día más por el “preciado líquido”, que la provincia lo que requería era una amnistía fiscal y período de gracia de cuatro años antes de instalar impresoras fiscales y, finalmente, que los servidores públicos en nómina merecían estar todos en la carrera administrativa junto con un contingente adicional de jueces, policías, militares, enfermeros, médicos y catorce carteros más que eviten molestosas interrupciones en el servicio postal. La goleada que lo llevó al congreso: 47 a uno.