“¿Cuál es la ilusión de tu vida? ¡Tener tu casa propia! ¡Los estudios de tus hijos! ¡Viajar! ¡Tu carro! ¡Tener resueltos los gastos del hogar!… Eso que te ilusiona y más, alcánzalo de una vez…”
Con estos versos un banco comercial dominicano promociona su más novedosa oferta de planes de ahorro. Tras la tarjeta electrónica, un mundo lleno de ilusiones realizadas, todas alrededor del consumo, hoy posible por medio de la bancarización.
Es un discurso hecho para la clase media y el gran resto. El 85% de los empleados dominicanos ganan por debajo del costo de la canasta básica. El grupo que gana en torno a los 40,000 pesos (1000 dólares) no llega al 5% de los asalariados.
En el fondo, se trata de, como ha explicado Gilberto Dupas, de la última frontera del capitalismo, la que nunca se había atrevido a cruzar: el mercado de consumo para los pobres.
Según este autor: “el futuro del consumo está en los jóvenes de las clases C, D y E. Un buen ejemplo del consumo de los pobres es Brasil. Con una estructura que combina la mayor concentración de la renta y una de las mayores poblaciones de jóvenes pobres del planeta, Brasil tiene uno de los mayores coeficientes de penetración mundial de teléfonos celulares. El 70% de los 80 millones de jóvenes posee celular. El joven pobre sin celular (aunque sea prepago) se siente todavía más paria, más infeliz, más out-group. (…) sin incluir a los miles de millones de pobres que viven con hasta 1.500 dólares por año, no habrá futuro ni para el capitalismo ni para las empresas globales”.
Esto no sucede en el aire. En un país como RD, en el que escuelas, hospitales, cárceles, en fin, todos los dispositivos públicos de la sociedad moderna para proveer soluciones colectivas a los problemas individuales, han sido organizados como sumideros de la mayoría de habitantes, tratados como escoria por un orden social en el cual son población sobrante, las dos grandes vías de incorporación provienen del mercado: los empleos desechables, precarios y baratos que permiten acreditarse; y la bancarización y el consumo vía el endeudamiento. Los espacios de realización personal y grupal están cancelados. La política se volvió “resolver”. El trabajo, “mal necesario”. Para el bloque económico predominante (banca, importación y distribución) el resultado es ganancia neta; no miden otras consecuencias.
Varios hacedores de opinión han insistido en que el auge de la delincuencia de estos días se origina en la marginación de una gran cantidad de jóvenes sin los medios apropiados para ganarse la vida. En realidad, falta la otra dimensión del problema: la regla de oro para incorporarse a la sociedad dominicana de hoy es a través del consumo intensivo.
Cuiden sus bancos, cuentas y multitiendas: Consumir a crédito es hoy la fabulosa máquina de paz social.