En España la reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XII, con motivo del cuarto centenario del día que Colón descubrió para Europa un nuevo continente, declaró como día de fiesta el 12 de octubre en 1892. En 1918 siendo presidente del gobierno de España Antonio Maura y rey Alfonso XIII se promulgó el 12 de octubre Día de la Raza, refiriéndose a la “raza” hispanoamericana.
¿Cuál “raza” era esa? ¿La indoeuropea, la afroeuropea, la mestiza y mulata, o la blanca? ¿Todas ellas? Si la vemos desde la orilla de Iberoamérica (la América conquistada y colonizada por España y Portugal), se trata entonces de una raza cósmica como diría Vasconcelos.
Un crisol de diferentes “razas”, un mestizaje o una mezcla variopinta, de troncos principales indios, blancos, negros y las diferentes uniones entre ellos, con hijos de mezclados que se unen entre sí, haciendo difícil clasificarlos como lo que primigeniamente se llamó en América mestizos (mezcla de indios con blancos) o mulatos (mezcla de blancos con negros).
Los sucesivos hijos de mulatos con mulatos, blancos con mulatos, mulatos con indios, mestizos con mestizos, mestizos con blancos, indios, negros etc., obviamente dan para una amplia gama dónde los porcentajes de sangre de un tipo “puro” varían. Lo que se puede ver incluso en los hijos de una misma familia, dónde al lado, pongamos por caso, de una hermana blanca de piel y de ojos claros o azules, se ve acompañada de hermanos de piel cobriza, siendo ambos hijos de la misma madre y padre. A la vez, ellos también productos de una mezcolanza de difícil clasificación taxonómica, salvo por pedantes obsesionados por clasificarlos para aplicar criterios discriminatorios.
El escritor Ramiro de Maeztu en 1931 propuso cambiar la denominación de Día de la Raza a Día de la Hispanidad, como una celebración del encuentro entre dos mundos, dos culturas y diferentes etnias. El dictador Franco tomo esa idea y en 1958, promulgó el 12 de octubre, Fiesta de la Hispanidad.
Una vez restaurada la democracia en España y aprobada por referéndum la Constitución de 1978, siendo presidente del gobierno Felipe González el 7 de octubre de 1987 (Ley 18/1987) se estableció que el 12 de octubre se denominaría Día de la Fiesta Nacional, y se suprimieran los términos raza e hispanidad.
En la exposición de motivos de esa ley se señala que el 12 de octubre: “ha de procurarse que el hecho histórico que se celebre represente uno de los momentos más relevantes para la convivencia política”. Y continúa: “La fecha…simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma Monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos”. (BOE)
Quizá debió declararse Día de la Fiesta Nacional de la España Democrática, pero no se ha hecho, a lo mejor, porque para que se estableciera una democracia plural, siempre los que han cedido más han sido los demócratas, los progresistas y las izquierdas. Como ejemplo, el Partido Comunista aceptó la bandera monárquica, renunciando a la tricolor de la República, lo cual hizo también el PSOE, aún cuando ambos proclamen aún que son republicanos.
Al acto de conmemoración del 12 de octubre asiste el Rey, el Presidente del Gobierno, los ministros y las altas autoridades del Estado y se hace un desfile militar terrestre y aéreo. Mientras los Presidentes del Gobierno han sido de UCD o del PP, es decir, de centro derecha o de derechas, el público que asiste ha sido respetuoso en su comportamiento.
Sin embargo, cuando los gobiernos han sido del PSOE y ahora que es un gobierno de coalición progresista, temprano en la mañana un grupo variable de devotos de la extrema derecha, tanto de VOX como del PP, se colocan muy cerca de la tribuna de autoridades, para dar vivas al rey mientras lanzan improperios contra el presidente del gobierno.
Durante el franquismo una manifestación de ese tipo hubiera sido objeto no solo de palizas policiales sino motivo de apresamiento y posterior juicio ante los tribunales. Ahora en democracia, los que no respetan ni creen en la democracia se ceban en insultos y palabras malsonantes contra el Presidente del Gobierno, en abuso de la libertad de expresión. Un progreso, sin duda alguna, respecto a la larga dictadura franquista.
Imaginemos que militantes del PSOE, Unidos Podemos y ciudadanos demócratas tomasen la decisión de disputarse los puestos cercanos a la tribuna y mezclados con los de extrema derecha se dedicasen a hacer lo mismo, en sentido contrario, contra los líderes de la oposición o que fueran republicanos muy militantes a gritar contra el rey, ¿qué ocurriría?
Una batalla campal. Intervendría la tropa antidisturbios de la Policía, el acto se anularía o retrasaría en su iniciación. En todo caso, se daría un horrible espectáculo ciudadano. ¿Es eso lo que está fomentando la extrema derecha con sus actos de matones de pésima educación cívica y no digamos democrática?
Es criticable la nula reacción del jefe de la oposición, quien debe –en una situación como está-, declarar que condena ese tipo de manifestaciones y pedir respeto a los representantes de la alta autoridad del Estado, electas directa o indirectamente, democráticamente. Un gesto de este tipo sería muy beneficioso. Pero no puede esperarse. En el fondo, para parte importante de la derecha española, si ellos no gobiernan, los gobiernos no tienen legitimidad. España es de ellos. Sus amos pluriseculares.
Así pues, en la metrópoli conquistadora y colonizadora de América, 529 años después de que España descubriese para Europa un nuevo continente, por azar, la extrema derecha española se está cargando una celebración que debería ser de unidad de toda la gente y pueblos de España, alrededor de los valores superiores de la Constitución. La celebración del 12 de octubre se la están cargando los herederos de los mismos que destruyeron la II República.