“Dejé la escuela en 1ero. Me votaron porque peleé. Mi mamá intentó inscribirme en otro liceo pero no me aceptaron porque había sido votado de la escuela”. (Vargas-ONE 2015)

La cita anterior se extrae del estudio “Perspectivas de la Educación Media” que realizamos para la Oficina Nacional de Estadísticas y publicado en el 2015.

La deserción escolar tiene un rostro masculino. Este rostro masculino se presenta en el estudio citado y en otros estudios realizados en el país. (Guzmán y Cruz 2009) (Giliberti 2013)

En estos estudios se muestran las causas por las que la población masculina es la que tiene menos peso cuantitativo en la educación media. Una de las principales causas además de la búsqueda de fuentes de ingresos desde temprana edad es la expulsión continua de directores/as de centros y docentes de adolescentes y jóvenes de sexo masculino por peleas.

La masculinidad en nuestra sociedad se construye desde la violencia y la agresividad. Las peleas entre niños y adolescentes son prácticas cotidianas que se refuerzan en los distintos ámbitos por el machismo. En un artículo anterior analizamos la violencia en la escuela sustentada en los estudios realizados sobre el tema. (Vargas-Plan 2010)

El Sistema educativo debe cambiar la estrategia de expulsión por otras en las que se involucre a todos los actores educativos en procesos educativos que impliquen distintas fases de sensibilización-reflexión-acción

Lamentablemente esta violencia y agresividad presente en la población masculina desde la niñez y la adolescencia no ha sido suficientemente trabajada por el sistema educativo sino que por el contrario se refuerza con la indiferencia-pasividad o con la expulsión.

Las expulsiones han sido y son las estrategias correctivas más frecuentes en los centros educativos tanto en básica como en la educación media. Directores y docentes en los centros educativos recurren a la expulsión con una idea errónea de que con ello están corrigiendo conductas y que de esta manera el estudiantado puede percatarse de las consecuencias de sus actos y corregirse.

Por el contrario, la expulsión es una medida violenta, refuerza los círculos de violencia en los centros y en todo el contexto en que están inmersos. Con la expulsión no se logran cambios de conductas de violencia hacia la paz, sino que genera miedo y/o rabia-impotencia. Estos tres sentimientos están totalmente vinculados a la violencia alimentándola y reforzándola.

Con la expulsión se excluye a una población masculina que va engrosando (como ocurre actualmente) el grupo de adolescentes y jóvenes que se encuentra fuera del sistema educativo que se convierte en una población vulnerable a las distintas situaciones de riesgo.

Los estudios que realizamos sobre microtráfico y redes delictivas en población adolescente y joven muestran a una población masculina que en muchos casos se inserta en estas redes por encontrarse fuera del sistema educativo porque han sido expulsados.

El Sistema educativo debe cambiar la estrategia de expulsión por otras en las que se involucre a todos los actores educativos en procesos educativos que impliquen distintas fases de sensibilización-reflexión-acción hacia el cambio de conductas violentas en la resolución de conflictos por prácticas basadas en cultura de paz.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY