En ocasiones se hace referencia a que la crisis en el sistema de partidos tiene un elemento en común independientementedel país en el que se suceda. Dicho elemento, considerado desde una perspectiva reflexiva, tiende a erosionar la polarización de los partidos, causa natural que distancia ideológicamente a cada organización política. Como los partidos políticos son instituciones estrechamente vinculadas al sistema democrático, deben presentar rasgos distintos unos de otros; características que no solo lo diferencien en simbología o color, sino en sus doctrinas y configuraciones ideológicas.

Precisamente, el primer rasgo que ha de presentar una crisis del sistemaes la pérdida de la identificación ideológica que debe caracterizar a las organizaciones partidistas, cuestión que convierte a los partidosen filtros indeterminados de candidatos a presidir espacios de poder en las instituciones democráticas. Ante la desideologización de los partidos comienzan a aparecer signos imprevisibles de autodestrucción. Por ejemplo: El transfuguismo, las alianzas estratégicas, y el autoritarismo interno como consecuencia de dichas alianzas.

Normalmente, en medio de una crisis de partidos las alianzas que éstos motorizan no se basan en presupuestos de interés nacional, sino en negociaciones, algunas veces pecuniarias, que benefician a un diminuto grupo del partido que se vende. A partir de ahí, cualquier posición disidente es suprimida casi al instante, o cualquier miembro que cuestione el accionar de aquel grupo rector es expulsado sin miramientos. A la postre, los partidos dominicanos vienen mostrando signos de esa especie.

Si es así, entonces la disidencia, elemento clave de la vida en democracia, queda de hecho prohibida en aquella organización, y Guido Gómez, como lo fuera Martín Lutero en la iglesia universal, no es asimilado ante semejante sistema de cosas.

Como ejemplo de lo anteriormente dicho, podemos citar lo sucedido a finales de la semana pasada. Los medios de comunicación presentaron la noticia de la expulsión de uno de los altos dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano de las filas de aquella organización partidista, debida presuntamente a inconductas que reñían con el artículo 15 del estatuto orgánico del PRD. El comportamiento de aquel destacado dirigente, según el organismo sancionador, viola específicamente los acápites que hacen referencia al deber de mantener una relación de respeto y solidaridad con todos los miembros de la referida organización política, y cumplir con las consignas y resoluciones internas del cuerpo partidario.

La imputación que se le hace a aquel dirigente resulta irrisoria y los argumentos que justifican la sanción inconsistentes. La otra historia es, sin embargo, la que desmantela un drama caricaturesco pero que insiste en evidenciar la sensible crisis a la que ha llegado no solo aquel partido político, sino todo el sistema de partidos.

Hace aproximadamente un año, los dominicanos asistieron perplejos a la alianza hecha por el PRD y el PLD en el marco de las elecciones presidenciales, este último llevando como candidato al presidente actual, quien marcaba una popularidad importante para dichos comicios.

Aquella alianza de los dos grandes partidos dominicanos, y que históricamente fueron antagónicos e irreconciliables, resultó para muchos inaceptable, siendo criticada por diversos sectores igual que por distintos comentaristas del país. Naturalmente, no todos los perredeistas aceptaron la alianza, sino que muchos la repudiaron en silencio.

Uno de los principales críticos de aquella decisión fue el Dr. Guido Gómez Mazara, el mismo dirigente que precisamente ahora resulta sancionado por su organización política. Lo cierto es que el señor Mazara viene abogando por un conjunto de elementos que resultan sensibles a los intereses de los que actualmente presiden el partido político al que pertenece, y si algo es evidente en su accionar, es el desacuerdo que éste mantiene ante la falta de criterios con que se manejan las cuestiones domésticas de aquella organización. Además, el dirigente político arrastra un historial de pugnas con el actual presidente del PRD, quien al parecer lo asimila como su principal adversario dentro de la organización política. Si es así, entonces la disidencia, elemento clave de la vida en democracia, queda de hecho prohibida en aquella organización, y Guido Gómez, como lo fuera Martín Lutero en la iglesia universal, no es asimilado ante semejante sistema de cosas.

El dirigente perredeista, además, ha hecho críticas al presidente de su organización que ha marcado para siempre líneas divisorias y diferencias entre ambos que por el momento resultan insalvables. Pero si hacer oposición interna en los partidos políticos es violar “el debido respeto” que se debe mantener con los miembros de dichas organizaciones, entonces todos aquellos que critiquen, o aspiren a un cargo electivo disintiendo de los demás candidatos, también deben ser sancionados en detrimento de toda razón democrática.

Aquellos eventos sucedidosa semejanza de todos los sufridos por el PRD no deben verse ahora como una noticia más de las tantas que suceden en el seno de la política nacional, sino como otro reflejo del oscurantismo acaecido en lo que fuera el partido más importante de la Republica Dominicana, el cual con su deterioro no solo debilita el sistema partidista, sino que aporta un elemento adicional a la crisis ya evidenciada del sistema de partidos; caracterizada por el clientelismo, el transfuguismo, el deshonor político, la falta de transparencia, y sobre todo, el autoritarismo a lo interno de las organizaciones políticas.