Los grandes proyectos de construcción, no se pueden satanizar alegremente. Las mega construcciones pueden responder a proyectos elaborados dentro de los planes de desarrollo del país, ya sea ejecutándolos el mismo gobierno u otorgando las facilidades necesarias al sector privado o a la inversión extranjera para que empleen sus  capitales en obras de interés nacional.

Sin embargo, a pesar de que la mayoría de los gobiernos dominicanos movilizan cuantiosos recursos para el desarrollo de costosos proyectos, no siempre se realizan tomando en cuenta la necesidad social de su ejecución. En lugar de esto, suelen planificarse de acuerdo al capricho y las urgencias políticas del gobernante.

Rafael Leónidas Trujillo, fue un gran constructor,  sus obras se hicieron en algunos casos, respondiendo a las demandas del desarrollo y  de la producción nacional. Así se construyeron muchos puentes, carreteras, edificaciones, ingenios y empresas, aunque otras obras significaron inversiones suntuosas que luego sumieron al país casi en la banca rota. Este último fue el caso de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre en el año 1955. Solo por deslumbrar al mundo con un supuesto desarrollo en el país, se hizo una cuantiosa inversión que la economía del país no soportaba.

 Las obras de Trujillo, tenían un propósito político definido o un interés de lucro personal del tirano o sus familiares. Sin embargo, al final de la tiranía, esas magníficas obras y empresas, engrosaron el patrimonio público al ser retenidas por el Estado.

Joaquín Balaguer, pareció emular a Trujillo con el culto a las grandes construcciones. A pesar de que sus obras también eran explotadas políticamente, en la mayoría de los casos, sí tenían un interés social o de previsión de desarrollo nacional. Tales fueron los casos de las grandes hidroeléctricas, carreteras, escuelas, viviendas, avenidas en Santo Domingo, etc. Aunque tiene su interés turístico, el Faro a Colón, pudo ser la construcción menos productiva de Joaquín Balaguer. Las principales obras con capital extranjero fueron las infraestructuras hoteleras que darían inicio al gran desarrollo turístico que hoy exhibe el país y el atractivo de las zonas francas palió el desempleo en los sectores sociales más pobres.

Los gobiernos del PRD, no se han distinguido por las grandes construcciones por razones muy puntuales. Don Antonio Guzmán se vio en la necesidad de distraer los mayores esfuerzos de su gobierno en la recuperación del país luego del devastador ciclón David el año siguiente a su toma de posesión y Jorge Blanco vio afectado su gobierno por una desmesurada alza del barril del petróleo que dejó su secuela  de altos precios  y limitaciones económicas al gobierno.

 El gobierno de Hipólito Mejía a partir del año 2000, además de la restricción financiera que provocó  la quiebra de los bancos y la derivación de los sucesos del 9-11, priorizó la inversión en la producción agrícola. Se hicieron escuelas, centros deportivos y otras inversiones de pocos recursos, pero en cuanto a las grandes construcciones, se limitó a terminar los compromisos  inconclusos del primer gobierno peledeísta.

En todo caso, los gobiernos del PRD, parecieron inclinarse por las inversiones en la producción del campo, construcciones de escuelas, hospitales y otras obras de interés social y de costos moderados. En el caso particular del gobierno de Hipólito Mejía, el 70% de sus inversiones fueron canalizadas al campo y solo el 30% a las áreas urbanas, contrario a las inversiones del PLD, cuando se han preferido las inversiones urbanísticas, especialmente en la capital de la República,  donde es más fácil destacarlas ante una mayor densidad poblacional de la cual se puede sacar el capital político que se persigue.

En los gobiernos peledeístas, los criterios para construir han sido otros. Se han preferido grandes y costosas obras sin importar su relevancia social ni que para realizarlas haya sido necesario endeudar extraordinariamente al país. Estos han sido los casos de la construcción de las dos etapas del Metro de Santo Domingo,

Las concesiones leoninas para el país han sido otra forma de activar grandes obras. Estos casos se han caracterizado por la entrega alegre de propiedades y  patrimonios  del Estado a empresarios locales o extranjeros en condiciones leoninas.

Los peledeístas no se intimidan en iniciar cualquier proyecto descomunal, no importa su costo, rentabilidad o su importancia social. La factura política que pueda rendir y el beneficio que por trasmano puedan conseguir quienes facilitan esas concesiones han sido primordiales en las obras de este gobierno. La falta de transparencia en su otorgamiento o ejecución, caracteriza cada caso.  Ejemplos de sobra tenemos con múltiples escándalos en la mayoría de las obras que se han realizado.

En las inversiones que hace directamente el gobierno, se detectan continuamente exageradas sobrevaluaciones de obras, que en la mayoría de los casos, son irregularmente otorgadas grado a grado. Al final, su costo puede resultar triplicado por las maniobras irregulares que se cometen en su ejecución.

Ante la dificultad de probar alguna irregularidad en el trasfondo de las negociaciones y ejecución de estos proyectos, el oficialismo suele tratar de descalificar los rumores y hasta los resultados de investigaciones periodísticas serias, con el argumento de que la oposición motiva las acusaciones sobre prevaricación y falta de transparencia.

 Sin embargo, tantos funcionarios peledeístas que antes de estar en el gobierno vivían en condiciones modestas, hoy exhiben grandes fortunas y llevan una vida de derroche y ostentación, pueden explicar el por qué a la Barrick Gold, a los concesionarios de la Isla Artificial (proyecto no ejecutado por presión popular), a Inversiones Turísticas Sans Soucci, a los accionistas de la cementera en los Haitises (No ejecutado), etc., se les concedieron contratos tan lesivos para el interés nacional.

 La capitalización política de  la construcción de las dos líneas del Metro y los grandes recursos que han sido manejados a la absoluta discreción de su ejecutor,  dejaron de lado la transparencia, la utilidad social, el alarmante aumento de la deuda externa y hasta detalles técnicos en la construcción de esta ambiciosa obra, la cual  es la más alta inversión emprendida por ningún gobierno dominicano (la primera etapa costó alrededor de cuarenta mil millones de pesos).

El gran derroche de dinero empleado en publicidad gubernamental y en las candidaturas oficiales durante las campañas electorales del 2006, 2008 y 2010 y las mansiones, carros de lujos, viajes de recreo y ostentación de riquezas de todo tipo que exhiben los peledeístas en el gobierno, explica el destino de  los más de 50,000 millones de pesos que cada años engulle la corrupción del gobierno peledeísta.

El manejo poco transparente de las megas construcciones y mega proyectos, son los medios por los cuales,  se logran distraer disolutamente valiosos recursos que el pueblo necesita para educación, programas de salud y mejorar la calidad de vida de la gente. Impotentes, observamos cómo una minoría gobernante de la peor calaña, abusa y se divierte a costa de la pobreza de la mayoría.