En el cine las historias que vemos son eventos en constante cambio. Son historias de personas en situaciones drásticas o diferentes a su cotidianidad que los cambian para mejor o para peor.
Una narrativa en el cine tiene la obligación de ser un cuento en constante cambio. Es el choque de varios personajes y acontecimientos que cambian el rumbo de la vida de alguien o de alguna gran lucha o represión.
El personaje principal de las historias debe tener una transición o evolución en su vida. Este debe ir de mal a bien, o de bien a mal, o de mal a peor, pero siempre debe cambiar. ¿Por qué? Porque si no hay un cambio, nuestra historia se queda siendo un acontecimiento lineal sin razón de ser. Una narrativa sin mensaje nunca captará el interés del espectador.
Ahora estos cambios sentimentales e internos de un personaje tienen que ser representados en alguna forma física sutil, porque nadie (en la vida real) va gritándole al mundo que ha cambiado. Estos cambios emocionales deben ser representados en el cambio de su vida cotidiana. Como el cambio de ruta hacia el trabajo o la forma de cómo cierra la puerta de su casa. Un gran cambio sería que se le olvide cerrar la puerta después de que siempre fue un loco en verificar que esté cerrada.
Otra forma es en el vestuario. El vestuario del personaje es la expresión exterior del sentimiento interior. El que el personaje pase de usar camisetas a usar camisas o trajes ejecutivos te ayuda a percibir su cambio emocional. Un drástico corte de cabello demuestra que el personaje crece o puede soltar apegos que sentía necesarios.
Estos cambios físicos y emocionales son el clímax de la historia. Sin éstos no sentimos nada y tampoco nos podemos identificar. La cotidianidad y sus variaciones son lo que más en común tenemos con estas historias de ficción.