“La buena conciencia es la mejor almohada para dormir” (Sócrates)

La Ética es la rama de la Filosofía que fundamenta las normas, valores y conductas de los grupos humanos. Clasifica los actos humanos como buenos o malos.

A simple vista la ética parecería ser un estorbo, ya que nos impide hacer “lo que nos venga en ganas”. Baruch Espinoza habló de cómo la ética nos diferencia de los animales, regula nuestras acciones para integrarnos de forma armónica en nuestras sociedades. Describió el estado natural (salvaje) y el civilizado.

Convivimos en este planeta, con personas que por sus deplorables conductas parecen no pertenecer a nuestra especie. Pero así como la selección natural permite que evolucionen los más aptos biológicamente, de una u otra forma también selecciona a los más adaptados conductualmente.

Nietzsche señaló el concepto del superhombre, quien considera estar sobre la ética humana. Capaz de trazar sus propios valores éticos acordes con el establecimiento de su supremacía, sobre los humanos comunes sometidos a una “moralidad de esclavos”. La práctica ha mostrado que es el pensamiento propio de los dictadores, de todos aquellos que llegan a creerse en la posición de juzgar y decidir incluso hasta sobre la vida de los demás. Estas concepciones son nocivas para la salud mental del propio sujeto, el mismo Nietzsche colapsó; fue desarrollando una vida llena de amargura y con tendencia al aislamiento, terminando en la locura.

Desde la formación familiar, el niño se somete a un proceso  de transformación, que le garantice una integración satisfactoria a la Sociedad y la posibilidad de una vida estable y placentera. En la actualidad, las ocupaciones de los padres, limitan el tiempo que dedican a la crianza de los hijos y los maestros alegan que no es a ellos que les corresponde la educación doméstica. Esto conlleva que el niño se forme solo, ayudado por su grupo y por lo que le llega por las redes sociales. No debiera sorprendemos cuando vemos jóvenes mal educados o inadaptados.

Hay un diálogo constante, entre los instintos que acompañan al animal que se encuentra presente en nuestros genes y la conciencia que se va desarrollando en el intercambio  con las personas que nos rodean. Las evidencias nos han mostrado, que el ser humano que crece sin intercambio con otros humanos, se mantiene en el estado animal o salvaje.

La ética es contagiosa. Algunos padres pese a tener vidas muy corruptas, habitualmente esperan que sus hijos sean personas honorables. Aunque es posible, se ha planteado que sólo el 30% se aprende de las palabras, el resto es del ejemplo.

Es algo complejo, pero cuando disfrutas haciendo daño a los demás, creas tendencias energéticas que te hacen daño a ti. Incluso aumentan las posibilidades de que uno de tus órganos haga daños a los demás órganos de tu cuerpo.

Los orientales hablan de la ley del Karma, los occidentales del castigo divino. Pero no importa como lo concibas, toda acción genera una reacción. Cuando haces algo bueno o malo, “aunque nadie lo sepa”, genera consecuencias. Increíblemente a veces tenemos la esperanza de cosechar frutos diferentes a las semillas que sembramos. Se atribuye a Einstein la frase: “Si buscas resultados distintos, no sigas haciendo lo mismo”.

Los actos que se nos prohíbe hacer porque “Dios los castiga”, la Ciencia ha corroborado que realmente no nos conviene realizarlos.

Lo que no perdonas a los demás, tu propia conciencia jamás te lo perdonará a ti.

Tus actos, a veces afectan a otras personas, pero siempre te afectan a ti.

Cuando la luz aparece, la obscuridad desaparece. Ciertamente cuando experimentas a Dios de forma personal, inmediatamente se inicia un proceso de transformación que irá borrando el efecto del daño que hayas hecho, lo que dependerá mucho de la sinceridad de tu arrepentimiento. Pero si no devuelves lo que robaste, en verdad no te has arrepentido de ser ladrón.

Las personas de escaso nivel evolutivo, necesitan del castigo para desarrollarse. Los que disfrutan castigándolos, también.

Al comenzar una vida en armonía, tu conciencia se aligera e incluso algunas enfermedades podrían desaparecer. El acceder a una vida superior, podría determinar tal bienestar contigo mismo y los demás, que el portarte bien no sería un esfuerzo. Como decía San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”.