Alcanzar la constitución de una identidad discernida y abierta al encuentro con lo diferente requiere que siempre retornemos sobre temas que se caracterizan por ser problemáticos y controversiales para nuestras vidas, tanto social como individualmente. La semana pasada fueron apresadaslas activistas que organizaron el encuentro llamado ¨Una flor para Floyd¨. El lugar del encuentro fue el Parque Independencia y se tenía como propósito el solidarizarse con un hecho ocurrido en Estados Unidos, pero cuyo tema (el racismo y abuso policial) tiene implicaciones planetarias. Sin embargo, dicho encuentro fue entendido como una falta de respeto y una amenaza al patriotismo dominicano debido a dos factores fundamentales: el lugar que se eligió para dicho encuentro es considerado sagrado para la identidad nacional de muchos y, por otra parte, las personas que dirigieron el encuentro son negras y quienes las rechazan reducen sus luchas sociales solo a la defensa de los derechos de los inmigrantes haitianos y los dominicanos de ascendencia haitiana. El prejuicio que existe en el imaginario dominicano no podía arribar a otra conclusión que no fuera la de que esas personas son unas agitadoras, irrespetuosas y pro-hatianas.
Es absurdo negar el racismo arraigado en la cultura y estructura social dominicana. Las razones para entender esto son muy diversas, pero considero neurálgico retomar tres cuestiones fundamentales. En primer lugar, el Estado-nación dominicano se creó bajo las determinaciones coloniales tanto de los peninsulares como de los norteamericanos. Al constituir la República Dominicana, la gran mayoría de los líderes políticos y sociales no tenía un proyecto de nación sólido que integrara y respetara la diversidad cultural. La opción por la que se optó fue la de asumir los patrones civilizatorios hegemónicos occidentales. Es decir, el ejemplo que se quiso seguir fue el de los europeos y los estadounidenses porque ellos gozaban de una vida más acomodada, tenían un pensamiento que se consideraba más avanzado y una organización social que garantizaba la funcionabilidad de dicho sistema. Evidentemente, la colonización no es solo pasiva, también esas grandes naciones intervinieron de manera directa y explícita para garantizar que se siguiera el modelo social y político que consideraban más conveniente. Es necesario recordar lo que dice Leopoldo Zea, en su obra Filosofía de la historia americana: las naciones europeas y los Estados Unidos han luchado por la libertad, pero no una libertad que garantice la igualdad, sino una libertad para que el ser humano tenga dominio total sobre la naturaleza.
En nuestra nación no hemos trabajado los prejuicios identitarios que nos habitan porque se entiende que no existen; que es una falta de respeto a la patria denunciarlos y exponerlos
Seguir los patrones coloniales en la constitución del Estado-nación es garantizar el dominio de la burguesía (recordar los republicanos en la Revolución Francesa) y mantener un orden social segmentado. Por un lado, están las personas de primera categoría a las que el Estado debe proteger en todo momento y por el otro lado están los de menos importancia, aquellos a los que hay que mantener lo suficientemente contentos para que el sistema pueda seguir funcionando. Es necesario entender que la libertad que se proclama en las narrativas históricas de independencia no se refiere a la igualdad de derechos de todas las personas que forman parte de dicha nación. Ser patriota es estar a favor de un sistema que sigue la lógica de la libertad como dominio sobre la naturaleza y la desigualdad entre las personas. Otra cuestión fundamental es la de tener una ciudadanía que no conoce su narrativa histórica y, por lo tanto, no ha podido discernirla para sacar provecho de ella y crecer hacia horizontes más humanos. Si conociéramos nuestra narrativa histórica pudiéramos recordar las implicaciones del Tratado de Basilea, la relación de amistad y dependencia que tenía la parte oriental de la isla con la parte occidental cuando España abandonó estos territorios a la suerte de sus habitantes, los intereses detrás de la proclamación de la Independencia Nacional y los grandes beneficios que representó para el capitalismo norteamericano la llegada al poder de Trujillo con toda su retórica ultranacionalista.
La constitución del Estado dominicano necesitaba del racismo para lograr la cohesión social. El racismo es un método que garantiza la unidad de la población, sin cuestionamientos, a las instituciones de poder a las que pertenece. Una de sus prioridades es la de establecer de alto interés el defenderse de las amenazas exteriores. De ahí que encontremos el tercer elemento fundamental para entender el racismo: siempre estamos habitados por prejuicios identitarios. Los prejuicios no son malos per se porque son las ideas que en todo momento nos acompañan. Sin embargo, un prejuicio no examinado, basado en la identidad y llevado a dogma termina constituyéndose en una amenaza para la convivencia democrática y verdaderamente libre. En nuestra nación no hemos trabajado los prejuicios identitarios que nos habitan porque se entiende que no existen; que es una falta de respeto a la patria denunciarlos y exponerlos. Pero mientras se sigue apoyando al sistema, nuestra ciudadanía padece las injusticias que generan dichos prejuicios: oportunidades de empleo dadas a unos por su color o lugar de procedencia y negadas a otros sin importar su preparación; bullying internalizado en el que ¨atento a chercha¨ se destruye la autoestima y vida interior de aquel que está fuera de lo considerado ¨normal¨. En fin, el patriotismo sigue siendo un dispositivo que garantiza el poder y la estabilidad del grupo identitario dominante y mientras no se reconozca seguiremos padeciendo nuestros propios males y generando injusticias a diestra y siniestra.