(Respuesta a Eduardo Jorge Prats)
Confieso que los artículos de Eduardo Jorge Prats, por la calidad de sus aportes, son una lectura obligada para mi, y rara vez los paso por alto.
Un ejemplo es cuando Jorge Prats compara las acciones policiales en la “guerra sucia contra la oposición”, en los tiempos de Balaguer, con la “guerra sucia contra la delincuencia”, desde 1978. Estimo muy importante observar el cambio, pues retrata el fracaso de nuestra democracia después de la dictadura.
Lo malo es cuando el artículo cita a Ernst Jünger, anarquista ultraconservador, en apoyo a la autodefensa como respuesta a la delincuencia. El argumento central del artículo es: “La inviolabilidad del domicilio se basa en el padre de familia que aparece en la puerta de la casa, acompañado de sus hijos y empuñando un hacha en la mano”. Esto es como volver a la selva, y a un individualismo de la barbarie, ignorando el imperio de la ley.
Las autoridades no deben asumir estas posiciones para responder a la crisis policial. Significaría un ‘sálvese quien pueda’, y ‘cada cual se arañe con sus propias unas’. Me preocupa cuando dice: “Deben promoverse eficientes empresas de seguridad privada, sujetas a lo controles y regulación por parte del Estado, y debe asegurarse un estado de cosas donde cualquier ciudadano, cumpliendo con las condiciones, posibilidades de entrenamiento, exámenes y controles legales públicos exigidos, pueda acceder al porte y tenencia de armas, para poder ejercer así la defensa de su vida y la de su familia en el ‘estado de cosas inconstitucional’ de violencia física estructural que vivimos”. Este individualismo extremo desconoce la mejor información sociológica. Ernst Jünger enfrenta el dilema filosófico entre individualismo y solidaridad, y cae en un franco anarquismo de derechas. Coincide con la Asociación Nacional del Rifle en Estados Unidos, cuando insiste en el derecho fundamental de cada ciudadano a portar armas de calibre. La idea es: ‘tengo que defenderme solo, y no debo contar con el Estado para eso’.
Jünger desconoce que la sociedad funciona como un sistema, y que “el todo es más que la suma de sus partes”, y que el bienestar individual tiene relación directa con el bienestar general, y que se requiere un pacto social de compromiso con las reglas como requisito fundamental de cualquier sociedad. Si no existe ese pacto, y si el país carece de una masa de ciudadanos responsables capaces de darle cumplimiento, nada va a funcionar bien. El reto es formar ciudadanía responsable como base de las instituciones. Cuando esto se logra, según Douglas C. North, es como engrasar las piezas de una maquinaria para que funcionen óptimamente. Lo contrario pone las piezas a chocar una contra la otra, tal como sucede en las sociedades enfermas.
En un país regido por el imperio de la ley, delincuencia, corrupción, y accidentes de tránsito declinan; por el contrario, estas variables se incrementan cuando falta institucionalidad. La respuesta no es trabajar el síntoma, sino la enfermedad; no es una mejor policía ni que cada cual ande con sus propias armas, sino un pacto nacional para el imperio de la ley, a fin de que gobernantes y gobernados, el gobierno y la oposición, y todos las fuerzas públicas nos comprometamos a aplicar ‘tolerancia cero’ en la vida ciudadana.
Cuando esto se logre, mejora no solo la policía, sino el tránsito, la seguridad ciudadana, y los servicios públicos en general.