Debemos admitir la paradójica sensación que sentimos cuando observamos el despliegue de las modas de la nueva generación; la diversidad de formas de vestir, la abundancia de los colores del cabello; azules, morados, negros, blancos, pelirrojos. Los diversos estilos de peinados; lacios, afros, rizos, ondulados. Los géneros musicales, los piercings, los tatuajes, las cirugías estéticas y, otros.

En ese sentido, hay que reconocer que se ha producido un cambio muy significativo en la estética de la cultura popular dominicana; de una estética anclada en las costumbres y los medios de comunicación tradicional, estamos pasando a una estética intercultural, caracterizada por la influencia de la globalización cultural, las migraciones y la comunicación en las redes digitales.

La generación de los años sesenta, construyó su imaginario estético a partir de los medios de comunicación tradicionales; las crónicas sociales, las imágenes e íconos de la música popular, del cine y, la televisión. Sin embargo, en la actualidad, los ideales estéticos están siendo configurados por las grandes industrias culturales de la belleza, los medios de comunicación electrónicos, los videos de la música urbana, la televisión por cables y las redes sociales en el marco del proceso de globalización.

El capitalismo global ha desarrollado una poderosa industria de la belleza, que bajo la mediación del desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), ha configurado una diversificación del consumo cultural y las formas de vida estética.

En el marco de una sociedad dominicana globalizada, los jóvenes construyen estrategias de consumo para responder a estos nuevos imaginarios de la cultura popular. En ese sentido, el consumo cultural se les presenta como una exigencia simbólica de estar a la moda y configurar nuevos estilos de vida; forma de diversión, ocio, interacción, y satisfacer las necesidades afectivas de reconocimiento y aceptación en su grupo de pertenencia.

El consumo estético, se ha convertido en algo muy significativo, pues los jóvenes construyen sus (re)presentaciones, buscan el reconocimiento, la exaltación del “yo” y la (re)construcción de sus vínculos sociales, a partir del consumo de marcas, de modas, de las cirugías estéticas, los piercings, los tatuajes, de la cosmética, del gym, la dietética, orientada a la producción y representación de un cuerpo lúdico, estéticamente bello.

Frente al auge de estas nuevas expresiones y diversidad de formas de vida estética popular, la juventud dominicana trata de reconstruir su look, su identidad, su personalidad, sus vínculos sociales a través de estas nuevas prácticas y experiencias de consumo global intercultural, pues hoy presentar un cuerpo estéticamente bello, se ha convertido en un activo, un capital simbólico, que le provee de distinción social y, le abre la puerta a otras experiencias sociales; lúdicas, recreativas y laborales.

En ese sentido, hay que destacar que las exigencias de responder a los nuevos imaginarios estéticos, se ha convertido en un medio simbólico de comunicación que hace posible las relaciones e interacciones entre los jóvenes; construir amistades, relaciones de parejas y, ser reconocidos por los pares de amigos.

En una sociedad dominicana individualizada, bajo la enorme influencia de los medios de comunicación y las redes sociales, el énfasis se pone en la construcción de sí, de hágalo usted mismo, de manera que la nueva generación se ha visto liberada de las exigencias de las modas tradicionales, pero ha quedado atrapada por la influencia de los nuevos signos de la belleza corporal y los nuevos patrones de consumo globales que predominan en la cultura popular dominicana.

De manera que la estetización de la cultura popular dominicana ha significado, por un lado, un incremento del consumo, una mercantilización de la cultura popular, una mayor dependencia de las industrias culturales transnacionales y, por el otro, se ha constituido en un recurso, en un dispositivo, una tecnología del yo, mediante el cual, la nueva generación procura construir una forma de vida estéticamente significativa, con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, mejorar su autoestima e interacción social.