El juicio estético, que desde el ámbito de los principios de creación hace posible que la intuición comprenda el instante de subjetividad, cognición, desarrollo, intuición, percepción y experiencia reflexiva, motiva y orienta entidades creacionales  que surgen de la visión inmanente y trascendente de toda práctica estética.. La visión del instante en la estética clásica, es diferente a la visión del instante en la estética moderna. La primera se fundamenta en un concepto modular de la representación y la segunda, en un concepto abierto de la representación.

Para el geómetra, el matemático, el cosmógrafo, el astrónomo y el arquitecto, existe una estética formal parecida a la de la música. El principio que rige esta estética es el del “número de oro”. (Ver, Matyla Ghyka: Filosofía y mística del número, Ed. Apóstrofe, Barcelona, 1998). La estética pitagórica influyó en el pensamiento estético renacentista a partir de la noción de forma, número, materia, línea, cuerpo, accidente y tiempo. La alegoría se constituye en la relación que exige la presencia de un significado, una figura y un símbolo. Estas tres instancias, conforman la creación sensible en tiempo y espacio.

El concepto de invención en los tratadistas del Renacimiento (Leonardo, Vasario, Battaglia, Sabbattini, Bacon, Kircher), aspira a una representación y un trazado cuyo momento principal es la relación entre forma y modelo. Todo lo cual hará posible un marco de percepción estético-sensible-dinámico, en su funcionamiento. La crítica de los fundamentos estéticos surge en las “modernidades”, a partir de una reflexión sobre lo bello, la belleza, lo feo, la fealdad, la poesía, y la mimesis, entre otros conceptos filosóficos y teoréticos. La reflexión, que sobre la poesía y la estética propuso Baumgarten en los orígenes de la modernidad, hizo desarrollar la estética como filosofía de lo sensible y filosofía de la intuición.

Lo que sugiere Inmanuel Kant en su Crítica de la Facultad de Juzgar y en su Crítica de la razón práctica, es una reflexión estética sobre la intuición sensible y creadora, y una visión del sentido de lo sublime en el tiempo y en el espacio. En la estética de Plotino y principalmente en la séptima Eneada, se describe el arte de creación como un acto donde los sentidos conducen al artista Demiurgo y a su acto creador. El elemento creacional supera siempre al elemento material, o llamado también físico, entendido desde Aristóteles como ente corpuscular.

En efecto, Santo Tomás de Aquino, en su Tratado sobre el Ente y la Esencia, acoge la música y el lenguaje como formas de comunicación sensibles. Los puntos centrales, en este sentido, son el complemento de lo real. En el humanismo, la música fue asimilada como unificación armónica de los sentidos, siendo así que el arte de la percepción simétrica temporal y espacial, se reconoce en el arte de la percepción de lo coral o arte musical.

Como la arquitectura clásica ha sido tomada en tanto que esencia dinámica de los sentidos, lo artístico de la creación arquitectónica, complementa todo arte o sentido del espacio. El principio de la creación poética, gira en torno al principio de la creación sensible, siendo así que, lo que se pronuncia desde el universo poético y filosófico se asume como verdad de la creación y verdad del sentimiento tal como lo pensó Goethe en su Fausto.

En la segunda mitad del siglo XIX aparece un grupo de pintores cuya práctica se fundamenta en el color, la luz y un nuevo modo de ver o concebir el espacio en la pintura. Estos se apartaban con frecuencia de la academia, defendida como arte oficial. Fueron llamados impresionistas y dicho término era utilizado de manera burlona y despectiva por la crítica y la historia oficial. Se habló de revolución en la pintura. Algunos de ellos respondían al nombre de Monet, Gauguin, Degas, Pizarro, Seurat, Signac, E. Bernard, Van Gogh, Cézanne, entre otros.

Estos artistas utilizaron el color y la luz como punto de partida para la creación pictórica y sus investigaciones ópticas sobre la visión. Lo más importante para el arte vanguardista de comienzos del siglo XX, fue la idea de ruptura, negación y uso simbólico y general de los elementos técnicos, materiales e ideológicos. A partir del estallido vanguardista se impuso una nueva lectura de todas las artes o creaciones artísticas.

La vanguardia se nutrió de la abstracción y la neofiguración. A partir de esas dos perspectivas, o formas de expresión de la vanguardia, se impuso un arte de la subjetividad visual y literaria, donde la idea de un nuevo hombre y un nuevo arte implicaba el nuevo compromiso para el artista. Algunos artistas vanguardistas como Picasso, Ray, Münch, Dalí, Lichtenstein, Kandinsky, Matisse y Mondrian, hicieron posible mediante su arte una nueva visión, una nueva estética y, en fin, una nueva razón artística.

En el Origen de la Tragedia, Nietzsche justificó desde la filosofía, la visión apolínica y la visión dionisíaca, que sustentan la tradición clásica y lo que se llamó, más tarde, la tradición moderna del pensamiento occidental. Lo dionisiaco es aquello que expresa las fuerzas de la naturaleza y los placeres desenfrenados del sujeto y la cultura. En la práctica de Aristóteles las ideas de géneros poéticos articularon el reflejo de una expresión fundamental de lo artístico y del lenguaje.

La evolución de la tragedia, entendida como género tradicional, se reconoce en un movimiento de la actividad y del origen de la sinrazón poética y espectacular. En la teología pictórica de las  vías se explica la edad poética, la edad heroica y trágica a partir de la cual el hombre se reconoce como persona histórica y fundamento social.

Según Vischer, la esencia del arte se encuentra en cierta estética del mundo natural y en cierta visión del espíritu, en la cual surgen las capacidades del hombre creador. Para la estética del humanismo, la pintura, la escultura y la arquitectura conforman la tradición alegórica y simbólica, donde el pensamiento de las formas sensibles se nutre de cualidades  poético-visuales.

En la estética de Alexander Baumgarten, la meditación y la intuición del objeto sensible, traducen un mundo de la historia y la sensibilidad. La poesía y la música, según la estética de Baumgarten, son cualidades del mundo sensorial y perceptual. La misión que anima el concepto de poesía, justifica un cosmos sensible. El reconocimiento, entendido como forma y medición estética, garantiza un reflejo del orden perceptivo, normado en la obra de arte y en los conjuntos-cuerpos de la creación artística.

Según Karl Jaspers, en su obra Esencia del Trágico, lo genérico del teatro se afirma en la visión trágica y en los contenidos esenciales de la forma poética. Existe un desajuste entre la materia poética antigua y la materia poética moderna, debido a que la primera se afirma en la tradición y la segunda en la ruptura. Según Roman Ingarden, la obra de arte literaria se concibe como un conjunto de signos verbales con funciones expresivas y estéticas. El cometido de dicha obra se reconoce fundamentalmente en el mensaje, que es la instancia donde adquiere valor la obra.

Es el caso de la obra literaria, la técnica, el lenguaje y el contexto la justifican; esto así, porque los niveles de constitución de la misma articulan su estructura y su funcionamiento estético. El marco abstracto, sensible y expresivo de la obra de arte, condiciona el mundo del lector e intérprete, así como las visiones que surgen del tramado lingüístico de la obra. Los principios que constituyen una estética del arte verbal, tienen su base en las funciones semánticas y cognoscitivas, que sirven de base a la concepción y generalización de la obra de arte, entendida como forma, significación,  materialidad y lenguaje. Se podría decir que un principio básico de la constitución de la obra de arte, es aquel que se apoya en la productividad estética de la misma. N. Hartmann explica en su Estética, los estratos formativos de la obra de arte a partir de una estética filosófica que da cuenta de la organización de la obra misma, entendida también como producto y como proceso.