Tanto en la cultura como en el arte caribeños existe la tendencia a concentrar principios opuestos de creación que conducen casi siempre a la creación híbrida, al texto  y al discurso cultural híbridos, esto es, a la mezcla y a la remezcla verbal o visual.

Estos grados y niveles de uso artístico visibles en el idiolecto del artista y de la obra, suponen un marco referencial, estético-artístico y antropológico. Por lo cual el artista materializa como búsqueda una técnica, una visión, un lenguaje y una práctica donde se lleva a cabo cualquier tipo de procedimiento artístico-visual, al cromatismo como aplicación y a las fuerzas que construyen las grandes imágenes regionales del arte caribeño y latinoamericano.

Dichos vectores han logrado acentuar las llamadas especificidades visuales que encontramos en escultores, instaladores, pintores, cineastas, teatristas, videastas, performeros y creadores de de objetos llamados también ecológicos, fabricados por procedimientos aplicativos a textos y obras, formas sincréticas o eclécticas, creando así efectos visuales donde aparece también la música como textualidad sonora que observamos en la plástica de los diversos carnavales dominicanos, caribeños y latinoamericanos.

Se ha querido explicar a partir de diferentes estéticas insulares la condición híbrida del arte nuestro en la modernidad, pues el mismo nació moderno y los llamados periodos de la historia del arte universal no coinciden en tiempo, espacio y lenguaje con el mapa artístico-cultural dominicano o caribeño.

Esto quiere decir que la modernidad es un cauce de búsqueda que implica contenidos y formas híbridas de representación, principalmente en los artesanos y creadores de registros objetuales que han servido para organizar una economía de bienes artísticos locales, donde el tejido, la muñequería, la tapicería o estampado, la gráfica, la estética del desperdicio, el collage y otros modos alternativos de creación que tienden a reproducir un marco de formas adquiridas e influidas por el industrialismo estético en la era de reproducción mecánica y artesanal.

De ahí que el arte de la instalación, la performance cultural, la práctica identitaria del carnaval, el altarismo y otros géneros híbridos, hayan tenido en el país cierta constancia a nivel regional urbano e interurbano y fronterizo.

La tendencia a lo híbrido y a la práctica misma de la hibridación motiva una orientación y búsqueda en la policulturalidad con mezclas de influencias en la producción estético-cultural dominicana. Existe en este sentido un hibridismo temático y un hibridismo formal conjuntamente constituido por lenguajes de comunicación, lenguajes de significación y lenguajes de producción; todo lo cual hace visible nuevos escenarios y surcos imaginarios, artísticos y culturales en cuyo pronunciamiento encontramos el arte-raíz, el arte-productividad, el arte-objetivo, el arte-efecto y el arte-movimiento.

El hibridismo artístico y cultural registra una visión multimodal de creación, siendo así que su tendencia traduce un movimiento cultural propiciador de ejes estéticos y artísticos de la tradición y la ruptura, de tal manera que lo verosímil, lo metafísico, lo alegórico y otras figuraciones del lenguaje visual construyen una retórica especial de las artes.

Se podría decir que existe una poética de lo híbrido, el hibridismo y la hibridación, de suerte que el artista asume la tendencia de lo contradictorio, la alteridad, lo chocante como forma y contenido, creando posibilidades dinámicas de la imaginación material y formal. Se trata en este caso de una cardinal epistémico-visual con atildamiento en lo híbrido.

En su obra titulada Culturas híbridas (Ed.  Grijalbo y Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de México, 1989), Néstor García Canclini enfatiza sobre las categorías, movimientos, suspensiones y alteridades de lo híbrido, llegando a conformar ideas sólidas sobre el nuevo posicionamiento de las culturas latinoamericanas en torno al carácter híbrido de lo cultural y las artes en América. El sociólogo y culturólogo argentino, ha investigado y analizado algunos sistemas de simbolización de lo híbrido en el arte latinoamericano, basándose en correspondencias culturales y tomando en cuenta el concepto de actor cultural y actor artístico.

En la citada obra, García Canclini practica una crítica cultural al margen de las preceptivas artísticas tradicionales, justificándose así el llamado paradigma estético-híbrido, propio de la nueva culturología latinoamericana y caribeña, pero también de los nuevos registros posmodernos, donde la potenciación del producto crítico y creacional se pronuncia a partir de una lectura abierta del pensamiento débil, las creaciones postidentitarias, las narrativas de la creación alternativa, y las poéticas de un arte público y fronterizo orientado en el mapa actual de nuestros días.