Los artistas Silvano Lora, Geo Ripley, Tony Capellán, Raquel Paiewonsky, Eliú Almonte y otros,  han construido sus propias estéticas visuales ligadas al concepto de hibridez o hibridación, a partir de una búsqueda sistemática de elementos encontrados, reelaborados, o de síntesis materiales y formales, cuyas fórmulas técnicas e imaginarias obedecen a una reflexión o fundamento sensorial y perceptual, asumido como principio y práctica.

Esta perspectiva de trabajo, pero también de pensamiento visual produce efectos estéticos que se alejan de los cánones normativos, dependientes mayormente de los llamados géneros propuestos por perspectivas que aun dentro de la ruptura, han fijado lugar en la tradición simbólica y visual de la modernidad. En el cado del arte dominicano, hacia finales de la década de los 60 y comienzos de los70, el artista o los artistas empiezan a mirar y a recorrer otros caminos de inversión, búsqueda y significación en cuanto al uso contraste de las formas y de temas, de tal manera que el elemento performativo se convierte en un rutario de experimentos que darán lugar a lo que es el laboratorio estético, concepto este que hemos analizado principalmente en el caso de Silvano Lora y Geo Ripley. Ambos  creadores visuales han hecho de las artes visuales una performance crítica y antropológica, a partir de elementos y espacios de la cotidianidad, donde sus exploraciones reinterpretan el imaginario  artístico dominicano y caribeño. Este fenómeno da lugar a que las estéticas híbridas se constituyan en mundos semiovisuales, artísticos y sociales, respaldados por los diversos lenguajes de comunicación,  de significación y de producción.

De esta suerte, las instalaciones de Tony Capellán surgen de una estética de lo híbrido caribeño, pero también de la función integralista de la cultura. En el caso de la estética como taller sensorio-perceptual, nos encontramos con el trazado propuesto por Silvano Lora, quien apela al uso sostenido de materiales, usos y técnicas que dialogan en el orden formal y material de la cultura y el arte dominicanos.

Se trata de identidades culturales y estéticas constituidas, integradas también por estructuras míticas, poéticas y antropológicas del imaginario cultural dominicano. Este fenómeno convoca los lenguajes de la tradición y de la modernidad desde el concepto de obra de arte híbrida, apelando a elementos etno-simbólicos, etno-visuales y etno-culturales; trazados estos que suponen una práctica integradora de visiones afrodominicanas, afroartísticas y afrocaribeñas.

De ahí que las artes visuales admitan en su conformación elementos danzarios, musicales, corporales, accionales y sobre todo mítico-rituales. En este sentido es importante acercarse a las performance sobre la experiencia ritual, sibilina y performática del artista Geo Ripley pero también a las performances etnoartísticas ocurridas y ocurrentes en el Sur profundo y fronterizo del país.

En el caso de la estética o de las estéticas asumidas por Silvano Lora, el significante político y sociocultural adquiere un valor performático que combina el juego, la acción revolucionaria  de la cultura y la sociedad, así como también la técnica fuera y dentro del arte, construyendo íconos y objetos imaginarios a partir de la tradición. Silvano Lora y otros hacen visible la propuesta visual mediante símbolos y escenas de ruptura y de contrainterpretación. Todo lo cual da lugar a una estética experimental donde el elemento contrastante estructura una visión orientacional y crítica del arte, en base a un lenguaje de niveles, fases, aperturas y finalidades. Esto quiere decir que las prácticas artísticas asumidas por algunos artistas de los años 60 y 70,80 y 90 se constituyeron en una “escuela” de experiencia comunicativa y performativa asimilando perspectivas etnoartísticas, conjeturales, situacionales y motivantes de la imaginación creadora.

Más tarde, otros artistas empiezan a cultivar textos  hibridos en el marco de una perspectiva tardomoderna, donde el lenguaje va a constituir su propia escena de rebelión y creación. Elliú Almonte, Raquel Paiewonsky, Belkis Ramírez, Yiyo-Robles, Quisqueya Henríquez, Walli Vidal,  Sayuri Guzmán Miguelina Rivera, Luis Arias, Genaro Reyes y otros… van a fundar estéticas de remezcla convirtiendo pintura, fotografía, video, performance y publicidad en discursos integradores, tal y como se hace también visible en las cuatro últimas   bienales nacionales donde los artistas asumen una estética de lo híbrido abierta a lecturas orientacionales diversas.

Algunos creadores que conforman grupos musicales y etnoculturales trabajan el concepto de lo hibrido en el marco de una estética del arte urbano, de los altares y desde un concepto etnoartístico basado en la religiosidad popular.

En este caso los trabajos de investigadores, como Soraya Aracena, Dagoberto Tejeda, Carlos Andújar Persinal, June Rosenberg, Edy Sánchez, Fradique Lizardo, Nadal Walcott y otros han constituido y puesto de relieve y valor mundos mágicos, etno-religiosos, danzarios y rituales cuya hibridez o hibridismo, involucra música, cuerpo, performance, y ritualidad cultural en marcos curatoriales de la diversidad.

En el contexto de las búsquedas actuales, la teoría y la práctica de la creación híbrida han logrado producir, en el caso dominicano, muchas experiencias, provenientes de la relación fotografía-publicidad, escultura-pintura, instalación-performance, video-instalación, esculto-instalación, video-perfomance, pintura digital-fotografía digital, dibujo digital-grabado, gráfica digital y otros…

Todo lo cual conduce al hecho de que el artista pretende rebasar la noción de género, sustituyéndola por la noción de productividad, discurso artístico y texto híbrido desde una apertura basada en experiencias de lenguaje y de crítica ubicada en el encuadre rítmico de la cultura, el arte y el sujeto social.