La sorpresiva victoria de Donald Trump en el Colegio Electoral sigue ocupando la atención de la prensa mundial al menos en un aspecto, el de la selección del gabinete y los más importantes cargos más importantes del gobierno federal. Algunos sólo desean hacer énfasis en lo negativo. Es comprensible si se tiene en cuenta la forma en que condujo su campaña, pero le corresponde a Trump llevar a cabo sus funciones y eso debe ser respetado, al menos mientras no se salga de los límites establecidos por la ley y la razón.

Mientras aumentaba a favor de la derrotada candidata Hillary Clinton la ventaja de la misma en el voto popular, acercándose a los tres millones de votos, el presidente que fue elegido  con todas las de la ley, aunque mediante un procedimiento electoral del siglo XVIII iba anunciando designaciones o listas de posibles designados. Por el edificio “Trump Tower” de Nueva York desfilaban decenas de posibles secretarios de gabinete o directores de departamentos federales. Entre ellos se destacaban partidarios o adversarios del futuro mandatario. La mayoría de ellos republicanos, otros estaban afiliados al Partido Demócrata o eran considerados independientes.

No resaltaba demasiado la diversidad étnica norteamericana, pero era posible distinguir algunos miembros de las llamadas “minorías” étnicas. Con excepción de “Nikki” Haley (originalmente Nimrata Randhawa), con antepasados procedentes de la India; de Elaine Chao, nacida en Taiwan, y el doctor Ben Carson, afroamericano, el resto de los designados han sido miembros de la raza blanca. Las confesiones religiosas a que pertenecen los mencionados futuros secretarios de gabinete revelan sus puntos de coincidencia con los anglosajones. Haley es metodista, Chao es bautista del sur y Carson es adventista del séptimo día.

En eso de las creencias religiosas sí se mantiene la diversidad prevaleciente en anteriores administraciones: presbiterianos, católicos, bautistas, metodistas, luteranos, judíos, reformados (calvinistas), miembros de las Asambleas de Dios y de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones), etc.

Retomando el aspecto étnico todavía no se ha designado algún hispano aunque algunos miembros de esa etnia han sido designados para el equipo de transición. Esperemos. Y esa última pudiera ser precisamente la palabra de orden. Estamos a la espera de acontecimientos. Se trata de un gabinete compuesto mayormente por empresarios y ejecutivos de grandes empresas, así como por tres o más generales, pero con algunos miembros de la clase media alta o de las profesiones. Otras administraciones se han aproximado a tales características, pero nunca en tan alta proporción.

Del complejo industrial militar habló el general, en este caso de cinco estrellas, Dwight Eisenhower, el cual sólo parece tener en común con el señor Trump el estar inscrito en la lista de miembros de la Iglesia Presbiteriana y el haberse unido al Partido Republicano poco antes de ser nominado a la Presidencia, así como algunos antepasados alemanes.

A lo anterior debe añadirse necesariamente que debe otorgársele tiempo al nuevo gobernante para que diversifique, si es posible, la composición étnica de su equipo. No será un gobierno dedicado a promover temas ambientales en el estilo del exvicepresidente Al Gore, invitado también a visitar a Trump, pero además de sus promesas de hacer crecer la economía, abolir el Obamacare, atender las necesidades de los “blue workers” (la clase obrera), renegociar los tratados de libre comercio, impedir la salida de empleos americanos hacia el extranjero, construir el muro de la frontera, resolver los problemas de inmigración mediante deportaciones masivas, el mundo espera una clara definición de su política exterior.

Los temas anteriormente mencionados requieren como la situación internacional un tratamiento detallado por parte de una administración que llega al poder con el lema de “hacer de nuevo grande a América” (léase Estados Unidos) y que ha prometido eliminar rápidamente al Califato Islámico (ISIS) y enfrentar radicalmente la amenaza terrorista y la crisis del Oriente Medio. En una época en la que el aspecto ideológico ya no recibe la misma atención y ha sido sustituido por tendencias nativistas y de énfasis en el populismo, se han creado muchas expectativas en cuanto a cambios de política exterior.

Mientras el presidente electo parece introducir cambios en algunas de sus promesas, como han hecho muchos otros candidatos después de llegar al poder, es necesario tener en cuenta que su política exterior, que a veces parecía aislacionista,si nos llevamos por algunos de sus discursos de campaña, pudiera inclinarse en esa dirección, pero sólo relativamente. Como en la época de Warren Harding y Calvin Coolidge, además de un elemento de aislacionismo, una forma de contrastar con la política internacionalista de Woodrow Wilson, lo más importante fueron los negocios.

“El negocio de América es el negocio” afirmó Coolidge. Y lo mismo su futura relación con Rusia y China, así como con Cuba, pudiera poner en primer lugar  lo relacionado con los negocios e inversiones. Pero ese tema es muchísimo más complicado y requiere esperar, quizás mucho más que otros asuntos. No se puede limitar todo a cuestiones de la Bolsa y los intereses financieros.

Al escribirse este artículo lo que se esperaba era la designación del nuevo secretario de Estado. Entonces y sólo entonces podrá discutirse el asunto. Por el momento basta señalar que muchos de los posibles designados tienen algo así como una posición amistosa hacia el gobierno encabezado por Vladimir Putin. Sin olvidar que para resolver cuestiones tan difíciles como las relaciones con Irán, todo el Medio Oriente y el sempiterno conflicto entre Israel y los palestinos, toda ayuda sería bienvenida.

En cualquier caso, antes de juzgar negativamente todos los pasos del presidente electo, como algunos parecen hacer, será necesario esperar por su desempeño del cargo. Pasada la contienda comicial lo más importante es que sitúe en primer lugar los intereses de Estados Unidos sin olvidar el rol que esta gran nación debe desempeñar en un mundo cada día más complejo y con problemas más intrincados que los simples titulares de los periódicos, los artículos periodísticos y las promesas de campaña. Buena suerte.