Los que somos de origen campesino, sabemos que el campesino dominicano es más emprendedor que el hombre de la ciudad.  Anteriormente, el campesino no tenía acceso al empleo, ni al sueldo, por lo que para sobrevivir tenía que crear su propia empresa agrícola o ganadera en donde tenía que ser creativo e innovador o moriría de hambre. El hombre de la ciudad creció en torno al empleo, rutinario y agotador.

La llegada del empleo masivo y la expansión de la escuela dominicana,  han aniquilado el espíritu creador e innovador.  La mayoría de los maestros abandonaron sus pequeñas empresas y con ella su espíritu emprendedor, para concentrarse en seguir una rutina en la escuela, donde el mando central le planifica los contenidos, los horarios y hasta la forma en que deben hablar y vestir.  No tienen espacio para la innovación y la creatividad, incluso son castigados si tratan de ser creativos, pues violan los mandatos de la autoridad burocrática. Eso explica el por qué las escuelas no tienen jardines.

Cuando el niño va a la escuela, entra a una máquina trituradora, donde está prohibida la creatividad, cualquier desvío de la rigidez educativa es castigada de manera ejemplar. Al final, se le informa al joven bachiller que va a la Universidad,  que debe seguir su vocación, es decir escuchar su voz interior y seguirla.  Pero el joven entra a una sociedad, donde dominan las fuerzas del mercado y sólo sobrevive el que tiene capacidad de crear y de innovar, entonces estas fuerzas lo agarran por sorpresa,  pues en la escuela nunca se habló del mercado, nunca se habló del mundo real.

La escuela dominicana no reconoce la existencia del emprendedor. Mientras en sus aulas se predica la originalidad, el emprendedor se preocupa por los modelos ya creados y la superación de los mismos, creando productos y procedimientos nuevos que hacen la vida más fácil para todos.

El emprendedor está más allá de la escuela. El desarrolla su intuición, más que su memorística, su sistema educativo es la relación como aprendiz con un maestro en el área de su interés, hasta que con el tiempo él se transforma en maestro. Si observamos con inteligencia nuestro entorno, descubrimos que a nuestro alrededor hay grandes maestros que son nuestros vecinos.  Conocemos ganaderos, comerciantes, religiosos, militares, profesionales que viven enfocados en sus empresas y son grandes emprendedores.  Debemos acercarnos a ellos y observar cómo trabajan, como desarrollan su creatividad. Debemos imitarlos, aprender de ellos,  hasta convertirnos en maestros.

Debemos ayudar a los maestros dominicanos a ser emprendedores, en lugar de extenderles el horario, pues como emprendedores orientaran mejor a sus alumnos a conocer el mundo real, el mundo dominado por la inteligencia y la creatividad.

Cuando inicié mi carrera como profesor universitario, hable muy orgulloso a un amigo emprendedor  de mis planes como académico novato y en lugar de felicitarme, solo me dijo: “cuídate de la mediocridad.” No me satisfizo su respuesta, pero tome muy en cuenta lo que me dijo y lo comprendí profundamente.

Los grandes emprendedores, entre ellos Ford, Edison, Steve Jobs, tuvieron muy poca escolaridad. Siguieron el sistema de aprendiz con su maestro.  Jobs, fundador de Apple Computer, en su famosa conferencia a los graduados de la Universidad de Stanford en el 2005 (ver youtube http://www.youtube.com/watch?v=VHWUCX6osgM), expreso que esa era la primera vez que estaba en una graduación. Este también fue el método educativo de Leonardo da Vinci, durante el renacimiento y es que este método, aprendiz-maestro, es extraordinariamente superior al de la escuela tradicional. Es el más eficiente para el aprendizaje con un alto nivel de creatividad e innovación, que son las bases del emprendedor.