Mientras más subíamos montaña arriba, camino a Festifcafé en Polo, Barahona; mientras más ascendíamos por aquella soledad institucional en la Sierra Bahoruco, aparecía una única institución a nuestros ojos: La escuela. Preciosos centro escolares ¡Taaan lindos se veían!, rodeados por el verdor de una vegetación de ensueños y esa llovizna Bendita, enviada por el Señor.
La llovizna bautizaba a esos centros escolares, como símbolo de civilización. ¡Y qué tristeza, al mismo tiempo, me producían estos edificios vacíos, fríos, aquel sábado de junio! Tenían sus puertas cerradas, porque no había clases.
Cerradas sus puertas al futuro de la comunidad. En contradicción, había taaantos niños correteando en sus alrededores, sin nadita que hacer con su tiempo, malgastándolo, sin saber que podrían ser artistas en ciernes y que sus padres y vecinos podían disfrutar viéndolos actuar.
Niños que semejaban abejitas deseosas de libar de la miel del saber artístico, de aprender del arte, para ser mejores hombres y mujeres del mañana. Segura estoy que aquellos jóvenes que vi al pasar, en uno de esos colmadones, si estuvieran aprendiendo a cantar, o a bailar, o debatir sobre una película, o a comentar un libro, o apreciar un cuadro…, segura estoy, no estarían –como los vi- a tiempo de reggaetón y de alcohol, fumando no sé qué cosa extraña y exhalando malas acciones.
Sucede, sobre todo, que en nuestras comunidades rurales no hay muchas más instituciones públicas que no sea aquella que protagónica para el desarrollo de un país: la escuela. Nuestras comunidades rurales constituyen, según información ofrecida por el Sr. Francisco Cáceres, Director de Censos y Encuestas-ONE, el 25.64 %; datos arrojados por el Censo 2010. En esas comunidades rurales, la vida gira en torno a la escuela, como emblema de futuro y de esperanzas. Y aún, en la zona urbana, hay muchos municipios en que su institución más importante, son las escuelas.
Sin embargo, la concepción sobre la cual está diseñada, estructural y funcionalmente la escuela dominicana, todavía, es desde su función docente. Y por supuesto, el proceso docente, es la esencia misma de la naturaleza y fines de la escuela, pero la escuela, desde su función educativa amplia, va mucho más allá del aula y del horario de clases, incluso, mucho más allá de la tanda vespertina. La escuela como la otra institución básica de la sociedad, además, de la familia, trasciende los límites curriculares.
Se hace necesario que las escuelas se conviertan en centros culturales y deportivos de la comunidad que irradien arte, cultura, deporte, historia, preservación del medio ambiente y desarrollo sociocultural. Ya vamos orientándonos en ese sentido. Bienvenida la “tanda extendida”, pero… ¿Tenemos la fuerza técnica especializada para asumir la “tanda extendida”?
Una de las limitaciones fundamentales de los procesos culturales y educacionales en nuestro país es, precisamente, la falta de fuerza técnica especializada, de sólida y amplia calificación técnico-artística, pedagógica, y cultural comunitaria.
Tenemos que formar maestros de arte, capacitados para el trabajo sociocultural. Urge la formación de Maestros Instructores de Socioculturales: maestros, porque tendrán una preparación pedagógica, especializada en pedagogía del arte; instructores, porque poseerán un dominio teórico y habilidades prácticas en las manifestaciones artísticas fundamentales y/o deportivas, además, y sobre todo, tendrán una preparación en trabajo sociocultural comunitario para la integración escuela-cultura-deporte-salud preventiva-medioambiente-comunidad.
Propongo que convirtamos nuestras escuelas en Centro Sociocultural de la Comunidad. Será, como lo indica su nombre, centro de educación en la apreciación y creación artística comunitaria, desde diferentes grupos de edades, y por las diversas manifestaciones artísticas. La escuela como Centro Sociocultural de la Comunidad, la convertiremos en un centro de educación estética, ética, deportiva, de prevención de la salud, de educación por la protección del medioambiente, mediante sus actividades de difusión y educación sociocultural, con una programación de actividades donde participe la familia de los alumnos, y la comunidad, en general. Será centro de encuentro de los pobladores de esa comunidad para aprender del arte, del deporte, del medio ambiente, de historia, en fin, de la inmensidad del saber y modelar los hábitos de conducta. Disminuirán los hechos delictivos, los embarazos precoces, la depredación del medioambiente la violencia intrafamiliar y social, y otros males que aquejan hoy a nuestra sociedad. Múltiples son las actividades que pueden ofrecerse: proyección de películas, lectura y debate de cuentos cortos, apreciación y debate de una pintura, proyección de vídeos artísticos, charlas de diversos temas de cultura general, presentaciones artísticas, talleres literarios, noche cultural con la presentación del talento artístico de la comunidad, charlas de educación sexual, competencias deportivas, y muchas otras. Es transversal y un principio básico de esta propuesta, partir del potencial de la comunidad, nunca “intervenir”, sino convertir a la comunidad generadora de su propia cultura. Un equipo de Maestros Instructores de Socioculturales, diagnostica y determina necesidades e intereses socioculturales de la población, pues no solo se complacen los intereses sino que se les encauza las necesidades socioculturales mediante la educación artística comunitaria y la educación estética general. Si usted impone actividades desde afuera, vertical y esporádicamente, pues no será asimilada por la población, y la inversión no tendrá los frutos esperados. La población no se compromete, no hace suyo el proyecto, por eso es determinante que se haga un trabajo profundo y científico para determinar intereses y necesidades culturales; así como, el potencial cultural con el que cuenta la comunidad y el potencial de artistas y deportistas aficionados. Este trabajo lo haría ese equipo de Maestros Instructores de Socioculturales, que atenderá varios Centros escolares, cada semana.
El valor social de la cultura se transparenta mediante el logro de la participación de cada ciudadano, del pueblo, a escala micro social; desde un enfoque endógeno del trabajo sociocultural, diagnosticando y articulando todas las potencialidades culturales de la comunidad. La propia comunidad es hacedora de su desarrollo sociocultural, con los recursos y potencial propio de la comunidad. Ahí radica su sostenibilidad.
La escuela tiene una función social trascendente en el desarrollo social. La escuela es un espacio de gran confluencia y de incidencia social, en la vida comunitaria. La escuela es un todo integrado e integrador. La escuela como Centro Sociocultural de la Comunidad, podría ser un centro generador de una con vivencia comunitaria más armónica y constructora de futuro.