(*) Incidente ocurrido el domingo 23 de diciembre
"A ti hay que fusilarte", me acaban de gritar una y otra vez. "Traidora", me repetían". "Fusilarte". "Tú no eres dominicana". "Traidora". "Hay que fusilarte".
Aún tiemblo. Y no sé si es indignación o rabia, porque miedo no es. Un rato antes, escuchaba a los ruiseñores con los ojos cerrados y el corazón abierto a tanta belleza, a tanto esplendor de este domingo vísperas del nacimiento de Jesús. Caminando, respondía el "buenos días" de otros caminantes. A veces, el saludo es un intercambio de miradas. Una sonrisa. Por entre los árboles contemplé el mar, en donde aún me parecía que el sol seguía durmiendo porque las aguas se habían transformado en un pulido manto de plata.
Retornando de mi caminata, observé grupos de policías y a sus vehículos, incluyendo una cárcel con ruedas (muchos ya estaban allí cuando llegué). Vi la bandera dominicana. A un desfile de gente vistiendo chalecos amarillos. ¿Celebraban la Navidad? ¿Alguna fiesta?
La canción nueva que circula por nuestro mundo desde el nacimiento de Jesús es la canción del amor. Y es con el amor como espíritu, energía y emblema que debemos buscar soluciones a todos los conflictos
Me acerqué. Al escuchar sus consignas rebosantes de un odio irracional, confieso que no logré contenerme. Les grité: ¡fascitas! ¡anticristianos! ¡alumnos de Hitler! Me fotografiaron, me grabaron, yo seguí. Y cuando uno se me aproximó diciéndome: "A ti hay que fusilarte!, abrí los brazos y le grité: Ven, fusílame. Se me aproximaron muchos, hombres y una mujer, gritándome: "Traidora", "A ti hay que fusilarte", etc.
Tal vez solo debí contemplarlos. Tenerles pena a su ideología emponzoñada, pero sentí que dentro de mí estallaban las palabras. Estaba sola frente a ellos y a los silenciosos agentes de la PN. Sin embargo, solo sentía coraje. Nada de temor.
Si el siglo XX no nos enseñó suficiente sobre el odio, si el horror de las "limpiezas étnicas" no nos enseña nada, entonces tendría que creer que la violencia de la estupidez será la peste, el monstruo que destruirá a la vida humana tal como la conocemos. Y me niego mil veces a creer eso. Cada día descubro un millón de razones para vivir.
Mi fe me la inspira el primer y más trascendente de los mandamientos: Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. La canción nueva que circula por nuestro mundo desde el nacimiento de Jesús es la canción del amor. Y es con el amor como espíritu, energía y emblema que debemos buscar soluciones a todos los conflictos.