Un país carente de Capital Social, es muy poco lo que puede apostar al futuro, la visión de la esperanza de tener cada vez una sociedad con oportunidades para todos, construyendo su bienestar en equilibrio que nos da el cumplimiento de nuestros deberes y recibiendo nuestros derechos de vivir en paz y bienestar.
Desde la década de los 80, algunos autores sociales han utilizado capital social para identificar la colaboración colectiva entre grupos humanos con garantía y confianza en el tejido social que se va creando en convivencia normal.
El capital social mide pues, la sociabilidad de un conjunto humano y sus aspectos que permiten que prospere la colaboración y el uso individual de las oportunidades que surgen de la relación social. Lo que genera la sinergia para la colaboración y la acción colectiva. Ello requiere de una dirección superior, que sepa encausar las energías y los recursos en pos de los mejores intereses del colectivo.
¿Pueden ustedes imaginarse lo que sucede pues, en una sociedad donde se ha agotado el capital social? Si es una empresa de índole económica, la pérdida de su capital social, la lleva a tener dificultades, que afectaran a sus accionistas, a sus empleados y a la colectividad que se beneficiaba del uso y consumo de su producción. O sea, que en ambos casos, podríamos decir que la sociedad pierde activos, que en este último son tangible y en el otro intangible.
Pues de catastrófico es para un grupo social perder su capital, que sería lo mismo que decir, sus activos sociales como sus valores que soportan las relaciones normales y correctas de una comunidad.
En conversaciones privadas en el pasado con el hoy presidente Danilo Medina, siempre lamentaba la falta de Capital Social que nos afecta colectivamente, lo que favorece a las acciones desfasadas de muchos de nuestros individuos en todos los niveles de la sociedad, afectando la marcha del desarrollo social que necesitamos para salir de nuestras debilidades estructurales.
Pues hoy el presidente se empeña mucho en la educación, y que lastima que no tengamos más recursos para invertir mucho más de la obligación presupuestaria, pues en realidad, debemos formar un nuevo hombre con calidad, con capital social que agregue valores, que cambie sus hábitos y que cultive su identidad social e histórica y la proteja por encima de todas las influencia foráneas, pero tenemos una gran tarea, y es formar a los formadores, aquellos que se quedaran con nuestros hijos todo el día en las tandas extendidas.
Pero otro punto importante del afán del Presidente con la creación de Capital Social, es la gran solidaridad que cultiva con las visitas sorpresa, donde no solo va en ayuda de los más lejanos, distribuyendo riquezas para crear más riquezas, cuando al ofrecer créditos, también ofrece asesoría, y más importante aún, instruye a la sociabilización de los beneficiados para que se hermanen en los objetivos comunes, a través de asociaciones y cooperativas. Eso es crear capital social que perduraran más allá de nuestra existencia.
Ahora bien, todos estamos comprometidos con crear y mantener una sociedad en equilibrio, con valores que nos permitan preservar la paz y el bienestar, pero ello no se logran sin instituciones fuerte, y es la única manera de preservar nuestro legado para que nuestras próximas generaciones tengan un país mejor que el que nosotros encontramos, y eso nos obliga a emprender acciones para mejorar y preservar las instituciones como los partidos, la democracia y sus diferentes órganos, las iglesias, las organizaciones culturales etc.
Los líderes políticos, sociales y religiosos, tienen la responsabilidad de patentizar, aplicar y preservar los valores sociales. Son ellos desde sus posiciones de mando que tienen la mayor responsabilidad de mejorar todo su entorno, porque solo así, podremos enriquecer nuestra sociedad, nuestra comunidad, con un rico legado de capital social, lo que siempre hizo, con toda energía, anteponiendo los intereses colectivos a toda mezquindad humana, el maestro Juan Bosch.