La filosofía está constituida por diversos mundos o discursos que han sido diseñados por sus respectivos filósofos. Por eso el pensador que anda los mundos de la filosofía sin construir uno propio se perderá por esas andanzas, divagando sin rumbo, como esas almas errantes que no han podido descansar en paz en ningún lugar y que según la tradición mítica son verdaderos fantasmas atormentados. (Conversaciones en el Lago: Narraciones filosóficas. New York. 1995, publicado en 2005).

La filosofía del lenguaje, al igual que la epistemología, son disciplinas que han brotado de la filosofía, cuyo dominio nos lleva a lo preciso, a lo no difuso y confuso en cuanto el manejo conceptual del discurso en el plano filosófico, literario, histórico, sociológico, tecno científico  o de otros saberes, porque en estas disciplinas el pensador puede dar vueltas y revueltas, como critico a los discursos que tienen como objetivo situar, sin separarse de una ética del vivir, inseparable del lenguaje, el sujeto, el poder, la sociedad y la cultura.

La epistemología, del griego epistemé significa conocimiento; y logos, teoría, forma parte de ese saber filosófico, en cuanto que tiene como objeto de estudio el conocimiento, su fundamento, su explicación, clasificación, operatividad, validez. Como disciplina ha girado en torno a buscar explicación entre el sujeto y el objeto del conocimiento, colindando con otra disciplina de la filosofía como la metafísica, en cuanto estudio del ser, que nos remota a los filósofos presocráticos entre el año 640 a. C. hasta el siglo V a. C y que supuso el paso del mito al logos.

La epistemología como trayecto filosófico, no es lineal, da vueltas y revueltas, desde Sócrates, Platón, Aristóteles, en el empirismo inglés (Bacon, siglo XVI, el racionalismo francés (Descartes, siglo XVII), Kant, Hegel, John Locke (siglo XVII YXVIII) hasta llegar al pensar filosófico epistemológico de Michel Foucault (siglo XX), cuyo discurso sobre el poder se construyó sobre el cuestionamiento a la epistemología, ya que veía el sujeto y el objeto como estructura dada, inamovible. propia del discurso cientificista caracterizado por un saber epistémico fundamentado en el positivismo lógico.

Será con Platón, en sus textos La republica  (libro VI y VII) que la epistemología edificará la fundamentación del conocimiento, explicando cómo el conocimiento  sensible (percibido a través de los sentidos y que es cambiante) solo  alcanza una  opinión o doxa, que equivale a un conocimiento vago e impreciso y cómo el  conocimiento inteligible percibido  a través de la razón constituye el conocimiento verdadero o epistémico; contrario a su discípulo Aristóteles, que sostenía que el conocimiento sensible es de donde surge el conocimiento que reside en un sujeto que conoce y que solo a través de ese fluir del conocimiento sensible, el filósofo podía captar los elementos que no cambian, por lo que el conocimiento es producto de la realidad.   

A la tradición platónica y aristotélica le siguieron los enfoques epistemológicos racionalistas y empiristas. Dentro del primer enfoque se encuentra René Descartes (1596-1650), con el “pienso, luego existo”, lo que significa que todo cuanto existe tiene que ser comprobado por la razón; entre esta y la materia se extiende un puente que es Dios y que gracias al pensar podemos saber de él, contrario al segundo enfoque epistemológico, que viene de Francis Bacon, quien en su obra Nuevo órgano, escrita en 1620, planteó que solo conociendo las regulaciones de la naturaleza y sus leyes, podemos de una u otra manera controlarla.

Con intensidad, pero con una visión crítica, Inmanuel Kant (1724-1804) se sitúa en un enfoque distinto al empirismo, en cuanto que la fuente del conocimiento emana de la experiencia y del racionalismo en cuanto todo conocimiento emana de la razón.  Para Kant, este mundo que percibimos a través de nuestros cincos sentidos, solo importa si está en mí y esto puede ser gracias a la intuición pura, es decir, a la forma de conocimiento que está en nosotros y no afuera en el mundo que percibimos. Según Kant, el tiempo y el espacio no se encuentran en el mundo, en el universo, sino en nuestra razón, por lo que el ser humano antes de experimentar, ya tiene en su pensamiento el tiempo y el espacio (Merejo, 2005).

La visión epistémica de los griegos atravesó las ciencias de la matemática y la geometría (racionalismo de Descartes) y en las naturales (empirismo inglés),  cubriendo el campo de esos saberes, en cuanto a epistemología de la ciencia y en la que juega su propio escenario, la epistemología genética de Piaget. 

La epistemología como disciplina de la filosofía es fundamental para la elaboración de un conocimiento crítico, para situar los discursos de los que partimos y para situarnos a nosotros mismos en un contexto social, político, cultural y cibernético. Más aún, es conocer con criticidad lo que se conoce, para no vivir rumiando lo ya sabido y colocarse en la producción de un conocimiento nuevo, enfocar los acontecimientos desde otro ángulo, donde no se pueda escamotear la filosofía del lenguaje como capacidad simbólica que entra en el pensar como intensidad y estrategia del intelectual, en cuanto pensar intenso, porque de lo contrario, el discurso producido no surte efecto.

Con la entrada en escena de Zygmunt Bauman y su obra La modernidad líquida hace más 15 años, libro que supuso un enfoque epistemológico que lo marca   en su discurso en cuanto a que en estos tiempos nada permanece, todo es desequilibrio, todo fluye (Heráclito en el desequilibrio ciberespacial, Merejo 2008). A esta obra le siguieron otras: Amor líquido, Miedo líquido y Tiempos líquidos, Seguridad liquida, entre otras. El tema de Bauman en torno a una crítica a los paradigmas “moderno y postmoderno”, en donde la fragilidad de los vínculos humanos, la identidad en el mundo y el cibermundo, son océanos de incertidumbre, de precariedades en la fluidez de la vida, y por eso se merece que sea estudiado desde un enfoque multidisciplinar (Mármol, 2015).

De ahí que  el discurso de Bauman se entreteje de Filosofía, Sociología, Política y un espectro luminoso de cultura que apunta a un enfoque  multidisciplinar y transdisciplinar que no le hace perder la perspectiva de su temática u objeto,  que gira en torno a la categorización de lo “liquido”, cobrando fuerza epistémica, en cuanto a lo liquidez, lo transitorio, encontrando su punto, justamente en donde la doxa (opinión vaga) lo considere monotemático en cuanto a que vivimos en la era de lo liquido.

Como pensador, Bauman se agiganta al construir una episteme desde un discurso multidisciplinar y transdisciplinar en la era del cibermundo, él es, lo que fue Platón a su mundo de la ideas,  Heráclito a su fuego, Spinoza a su sustancia, Descartes a su “pienso, luego existo” Nietzsche a su voluntad de poderío, E. Cioran a su teoría del suicidio, Eugenio Trías y a su propuesta filosófica del “límite”, en la que el concepto de limite adquiere categoría ontológica ( De los Santos, 2015). Lo cual no significa ser monotemático, sino que, como otros filósofos, inventó su propio mundo (cono de luz) en el universo de la Filosofía.  (Merejo, 2000, 2005).

Es pues, gracias a esos discursos filosóficos que implican una episteme, que un exceso de luz no enceguece y que solo llega a enceguecer si uno pierde el enfoque, la perspectiva de no reconocer que el sujeto está implicado en el objeto, que forma parte de su recreación o construcción, por lo que guardar distancia (epistemología positivista), es imposible, cuando se está involucrado en el objeto. Lo que significa que uno debe estar imbricado de manera crítica y compleja, contra el pensamiento simplificador que resquebraja lo sistémico y no conjuga la parte con el todo y el todo con la parte, en el contexto social, cultural y político.

   Con lo único que uno no puede guardar distancia es con la crítica, concebida como hija de la modernidad (Octavio Paz) para no perecer ahogado en el infomundo (mundo hinchado de información); pero sin obnubilarse en el presente, en comprender que vivimos el aquí y el ahora, y que como pensadores somos de época, tal como lo aborda  Foucault cuando critica los conceptos de saber, verdad y poder envueltos en los discursos filosóficos que datan desde la antigua Grecia  hasta el principio de la década de los ochenta (murió en 1984) del siglo XX. En una entrevista que le hiciera el especialista de teatro y literatura francesa, Moriaki Watanabe, Focault le dijo:

Lo que hace que yo no sea un filósofo, en sentido clásico del término (…) es que no me interesa lo eterno, que no cambia; no me interesa lo que permanece estable bajo lo cambiante de las apariencias, me interesa el acontecimiento (…). Nietzsche fue el primero en definir la filosofía como la actividad que pretende saber lo que pasa y lo que pasa ahora (…). Filosofía del presente, filosofía del acontecimiento, filosofía de lo que ocurre; en efecto, se trata de cierta forma de retomar, dando un rodeo en la filosofía, aquello de lo que se ocupa el teatro, porque el teatro siempre se ocupa de un acontecimiento. (estética, ética y hermenéutica: 152).

Es precisamente, sin dejar a un lado otros discursos acerca de lo actual, que los acontecimientos de estos tiempos necesitan ser pensados en los entramados virtuales, en espacios cibernéticos que están atravesando las diversas relaciones económicas, culturales y educativas, lo que ha devenido en un sistema de un mundo digital, que no se reduce a dispositivo tecnológico, sino a la producción de conocimiento en redes de conocimiento, abordado en lo multidisciplinar y transdisciplinar.