Quienes han cursado una carrera universitaria en nuestro país, se habrán encontrado en sus planes de estudio con una asignatura llamada “Etica Profesional”, que se supone debe abordar los problemas éticos generados por la práctica de una determinada profesión.

Así, tenemos tantas éticas como profesiones, enseñadas por abogados, psicólogos y hasta contables. Pero, ¿cómo pueden estos profesionales enseñar una disciplina filosófica? En la mayoría de los casos, no lo hacen, porque la mencionada “Ética Profesional” no es más que un recetario de normas o la explicitación de los principios normativos que deben regir la conducta de un especialista, según sea la profesión en cuestión.

Por ejemplo, si se trata de una etica dirigida a psicólogos, se enseñan normas que todo psicológo debe cumplir, como el principio de confidencialidad o el consentimiento informado.

Pero la Ética no se reduce a un código  de recetas profesionales. La Ética implica una reflexión sobre los fundamentos de la moral, un cuestionamiento sobre los supuestos en que se apoyan nuestras acciones y un análisis de los conceptos básicos que constituyen nuestro vocabulario moral.

En síntesis, la Ética es una reflexión filosófica y en tanto tal, debe ser llevada a cabo por un filósofo profesional o por un profesional de otra área con entrenamiento filosófico. No estoy haciendo una mera reclamación sindical. Toda sociedad requiere de espacios para la reflexión sobre los principios fundamentales de nuestras acciones, para reformularse los supuestos que guían nuestras distintas actividades. Las universidades son instituciones llamadas a propiciar esos espacios.

Pero si la Ética es reemplazada por una Ética profesional, o deontología, entonces desaprovechamos la oportunidad para reformular ciertos principios que toda sociedad puede dar por sentada en un determinado momento, pero que necesita ser modificado en función de los cambios sociales e históricos.

Una clase de Ética Profesional es necesaria para que el especialista de cada área conozca las normas que deben regir su ejercicio profesional. Pero ésta presupone una clase de Ética -a secas- que nos permita otorgar un sentido racional a esas normas o una fundamentación para su erradicación.